viernes 29 de marzo de 2024 - Edición Nº -1941

Información General | 14 nov 2013

Hoy cumpliría 94 años

John William Cooke, el platense que fascinó a Perón

En el seno de una familia liberal proeuropea que vivía en La Plata, nació el 14 de Noviembre de 1919, John William Cooke. A 94 años de su natalicio, volvemos a compartir una nota escrita por Belén Ennis


El “Bebe” Cooke fue uno de los pocos peronistas que, como bien dice Norberto Galasso, le habló de “igual a igual” a Perón; se animó a decirle lo que pensaba sobre él y sobre el movimiento, sin reservas. Además, y lo que es aún más importante, puso las cartas arriba de la mesa cuando le manifestó a Perón la dura verdad: nadie es eterno.

Frente a esta situación, la cuestión era cómo hacer para que el Peronismo siga vigente como movimiento antiimperialista y de liberación nacional cuando el líder ya no esté. En este sentido, una duda lo carcomía al Bebe y se lo dijo al General en una de las tantas cartas que le escribió: “cuando usted ya no esté, ¿qué significará ser peronista?”.

Mucho se habló de la figura de Perón como líder carismático y caudillo popular, era el hombre que se presentaba ante la historia argentina como la encarnación o la materialización de la fe del pueblo desposeído. Ese carácter místico del Peronismo y del propio Perón le daba al movimiento la fuerza de un “mito revolucionario”, de aquellos de los que hablaba José Carlos Mariátegui. Este autor consideraba que la quiebra de la sociedad burguesa estaba basada en su falta de fe, de esperanza, de mito. El problema era, pues, que las sociedades modernas se habían aferrado durante mucho tiempo al Racionalismo como visión de mundo y como teoría filosófica, se llegó a creer que “la Razón” constituía un ente en sí mismo era, prácticamente un dios capaz de alzarse por encima de los hombres, de transcenderlos y de posibilitar el avance de toda sociedad humana.

Este Racionalismo que fue tan efectivo en algún momento de la historia ya no podía, según Mariátegui, otorgarle más verdades absolutas a la sociedad y, peor aún, había conducido a la humanidad a una triste paradoja: “el Racionalismo no ha servido sino para desacreditar a la razón”. Para Mariátegui la salida no estaba en la razón sino en el sentimiento y creyó en la potencia del “mito” como punto de partida para el cambio, la transformación y la revolución social. El objetivo era el Socialismo y el camino era el mito, no la razón, no la ciencia porque ellas no “pueden satisfacer toda la necesidad de infinito que hay en el hombre (…) únicamente el mito posee la preciosa virtud de llenar su yo profundo”.

Juan Guillermo Cooke (así, dice Galasso, le hubiera gustado al Bebe que lo llamen) entendía que Perón era el líder indiscutido del movimiento peronista y, como tal, constituía la “prenda de unión” de los diferentes sectores que lo componían, tenía la capacidad de aglutinar las distintas partes de esa maquinaria compleja que era el Peronismo.

Por esto mismo, Cooke jamás cuestionó la figura de Juan Domingo Perón como jefe de la revolución nacional a pesar de las discusiones que se presentaron entre los dos. Entonces, el Peronismo, en su carácter de “mito revolucionario” unía y movilizaba a las masas detrás de la figura de un dirigente único que generaba en el alma del pueblo ese sentimiento profundamente revolucionario de dar todo por una causa. Perón era el sentido.
Pero, al mismo tiempo que se gestaba el Peronismo como mito revolucionario, se corría el riesgo de que esa figura de líder popular quedara resumida sólo a una carátula, a una estatua de bronce, a un fetiche más. Por esto mismo, si tomamos al Peronismo como mito, debemos cuidarnos de no incurrir en su “fetichización” y entender que una cosa es Perón-mito y otra muy distinta es Perón-fetiche. El primero nos saca de la historia pero para meternos de nuevo en ella con más energía y esto posibilita la resignificación de los procesos históricos, el no quedarse preso del pasado. El segundo nos saca de la historia, nos lleva al pasado y ahí nos deja, estáticos, inertes, imposibilita cualquier intento de modificar la realidad porque nunca podrá ser mejor que aquél tiempo que ya pasó. Si queremos una superación del Peronismo dentro del mismo, de tal manera de ir más allá de sus propios límites, es importante no fetichizar al mito.

Los momentos históricos nunca son iguales y, por lo tanto, el Peronismo jamás puede volver a reunir las características que posibilitaron su aparición en 1945. Quien comprendió esta verdad histórica fue el Bebe Cooke ya que pudo encontrar la diferencia entre el mito y el fetiche e intentó ir más allá de Perón, por una simple razón: había que preparar al Peronismo después de que su líder ya no estuviera, había que garantizar su continuidad como movimiento de liberación nacional. Pero para esto el Peronismo debía devenir en algo más de lo que fue, porque cuando llegara el día en donde Perón desapareciera físicamente de este mundo habría un momento de fuerte disputa por el significado del movimiento y, dentro de la lucha por el sentido del Peronismo.

Cooke no tenía dudas de que éste era un movimiento profundamente izquierdista. El razonamiento del Bebe se afianzaba en la idea de que después del golpe del ’55, el frente nacional que había encarnado el Peronismo estaba roto; la Iglesia, las FFAA y algunos sectores de la burguesía nacional, habían jugado para la contra y pactado con el enemigo. Frente a esta situación Cooke le escribía a Perón: “Perdimos los aliados eventuales y postizos y nos quedamos con lo medular: el pueblo desposeído”.

Sólo quedaban los trabajadores como columna vertebral del movimiento y, por tanto, el Peronismo debía encarnar en una verdadera izquierda nacional, así, la antigua “coalición de clases” planteada en un principio debía ser superada por una postura en favor de los trabajadores. Presentar al movimiento como una “unidad” o como una “conciliación” de diferentes agentes sociales era, para Cooke, lo que le quitaba fuerza y sentido.

El Bebe pensaba que frente al exilio de Perón y la proscripción del Peronismo, las cúpulas sindicales y los dirigentes del partido mantenían una postura meramente electoralista, es decir; planteaban que la única vía para que vuelva el General al gobierno era el llamado a elecciones, en un momento en donde el pueblo, paradójicamente, no podía votar.

De cara a esta situación, el partido Peronista sólo era una “cáscara vacía” que no podía estar a la vanguardia de la pelea que las circunstancias requerían y volver a formar el “frente del ‘45” (el pueblo, la Iglesia, el Ejército y la burguesía nacional unidos) no era una vía de solución a los problemas nacionales. Cooke sabía perfectamente que el ‘45 no era el ‘55, que las coyunturas históricas, políticas, culturales, sociales y demás, habían cambiado y que frente a estas nuevas situaciones la salida era la lucha armada, la formación de comandos clandestinos y la constitución de una “tendencia revolucionaria” en el seno mismo del Peronismo; ésa fue su tarea.

Si la fuerza del Peronismo estaba en su capacidad de volverse un “mito revolucionario” y provocar la acción de las masas, su debilidad se hallaba en la fetichización, en el congelamiento del movimiento y del líder en el pasado. Esto último fue lo que hicieron conjuntamente las cúpulas sindicales y los dirigentes del partido justicialista al confiar en que sólo la evocación del nombre del líder lo traería de regreso al frente del movimiento. Creían ciegamente en que Perón, casi como un dios, podría realizar el milagro de solucionar los problemas argentinos, lo único que había que hacer era esperar que ese momento llegara mientras rememoraban con un tinte sentimentaloide la figura del líder.

Para el Bebe, el resultado de este proceso llevaría a presentar al Peronismo, por un lado, como algo que no era y no podría ser jamás, una unidad pasiva y, por otro lado, al propio Perón como una figura que se encontraba por encima de sus cualidades concretas de hombre de carne y hueso.

Se lo presentaba como “algo que flota por encima del tiempo y del espacio y lo mismo sirve para justificar una cosa que todo lo contrario”, con lo cual, “se está sustituyendo al Peronismo tal cual es y tal cual está como vigencia, por otra cosa que no tiene más que el fetichismo del líder; estamos cambiando a Perón como significado, definición y fuerza concreta, por Perón simple conjuro emotivo, simple valor sentimental. Es decir, lo estamos debilitando”.

Esta maniobra no tiene otro fin que el de terminar con el carácter combativo de un pueblo que sólo ve en la lucha real la salida a los problemas concretos y reemplazarlo por uno estático que continúa esperando el milagro. Entonces, lo que le interesa a Cooke no es la unidad pasiva del Peronismo, como decía más arriba, sino la unidad activa que hace de cada hombre o mujer un combatiente.

Al Bebe no le gustaba el Perón fetiche, el Perón con el baño de bronce y, por eso, prefirió tratarlo como lo que era: un hombre real, con aciertos y errores. Los “fanatismos tribales” no le servían ni al pueblo ni al líder, al contrario, debilitaban a ambos y por eso, en una carta que le envió a Perón, escribía “yo soy menos ultraperonista, menos recontraarchiperonista; soy peronista a secas y prefiero ver en Ud. un Jefe al cual hacerle llegar opiniones y puntos de vista, alegremente cuando coincide conmigo, pensar de nuevo en caso contrario; incluso enfurecerme cuando me considero injustamente tratado. Sin que nada de eso disminuya mi lealtad, porque para mi Ud. no es ni una especulación de venturas personales ni un símbolo impreciso, como las barbas de Alem”.

En definitiva, se trata de dos cosas bien diferentes: el Peronismo como cristalización pasada o el Peronismo como devenir futuro. El movimiento peronista no debe ser mirado sólo con el lente del pasado sino también con el del futuro, es decir, una vez que un mito marca la historia y la sociedad, sólo le queda transformarse en algo más de lo que fue. Así como tuvo la fuerza para enquistarse en el imaginario social tan profundamente, también es necesario que tenga la fuerza suficiente para integrarse en el presente, resignificarse y devenir en el futuro.

Esto fue, precisamente, lo que entendió Cooke; el movimiento tiene que superarse y adaptarse a los nuevos requerimientos de la época. En este sentido, Galasso dice: “Quizá lo que le otorga a Cooke una característica aún más propia y definida está dada por su permanente transformación, a través de la acción política, al mismo ritmo que se modificaban y profundizaban las posiciones de las grandes masas”.

El Bebe sabía bien que el Peronismo, como mito revolucionario, no podía quedarse aletargado en el tiempo sino que tenía el deber de conmover la historia.

Referencias: “Perón-Cooke. Correspondencia”. Tomo I”, Ediciones Parlamento, 1985. Mariátegui, José Carlos. “El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy”, Editorial Amauta, Lima, Perú, 1970. Galasso, Norberto: “Homenaje a quien fue una pieza clave de la resistencia peronista”, en Tiempo Argentino, 2012. Enlace: http://tiempo.infonews.com/2012/09/19/cultura-86256-homenaje-a-quien-fue-una-pieza-clave-de-la-resistencia-peronista.php

Por: Belén Ennis

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