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Información General | 13 dic 2013

Editorial

Frente fiscal: Frente de tormenta

Habrá que hacerse a la idea de que Diciembre es un mes especial para la vida política y social argentina. Un mes que ocupa en la memoria colectiva un lugar especial en el panteón de los símbolos, el mayor quizá, el que funciona como significante imborrable de aquellas jornadas en las que se produjo el cambio político más importante después del retorno de la democracia: las de los últimos días del año 2001


El análisis de las razones que explican esta singularidad nacional demandaría ríos de tinta que es menester destinar a otras cuestiones. Lo cierto es que este verano se asoma con un alto grado de tensión social que viene repitiéndose año tras año, con ese “no sé qué” que tienen los escenarios mediáticos llenos de imágenes violentas, rumores, advertencias, reclamos y mucha adrenalina.

En ese contexto, el reclamo policial bonaerense hizo su generoso aporte a las para-paritarias nacionales de las policías provinciales, y puso en vilo a la población. Todo, claro está, acompañado de una gran confusión, noticias infundadas, negociaciones secretas y varios ingredientes más de diversa índole.

Lo que modifica radicalmente el escenario político actual, y las perspectivas a mediano y largo plazo, es el problema fiscal que conlleva la endeble resolución que tuvo el caso. El jueves, por ejemplo, el gobernador Daniel Scioli anunció (como se esperaba, lógicamente) que los administrativos del ministerio de Seguridad percibirán un monto mínimo básico equivalente al más bajo entre los agentes activos: 8.500 pesos.

“A igual trabajo igual remuneración”, van a corear los gremios más díscolos (que no tienen compromiso con la gestión del motonauta) mientras se frotan las manos imaginando el efecto dominó que va a generar este arreglo (el de los agentes de Seguridad) en las distintas ramas de la actividad económica, pero muy fundamentalmente en el ámbito del Estado.

Así, Scioli despierta cotidianamente leyendo informes de la bonaerense que le acercan sus colaboradores, mirando el efecto contagio que provocó la rebelión policial, y, fundamentalmente, contando moneditas para afrontar el frente fiscal, ese que lo tiene a la defensiva desde que asumió.

Si el Presupuesto aprobado hace menos de un mes ya contemplaba un déficit importante, después de la oleada veraniega de conflictos que se avecina, habrá que hacer todas las cuentas de nuevo. Pero los cráneos de la macroeconomía bonaerense no tienen un mapa completo del problema, sencillamente porque ese mapa está en permanente evolución.

El sólo imaginar lo que va a ser la discusión paritaria docente produce escalofríos a padres, funcionarios y maestros. Ya casi no existen gremios de la administración pública que no reclamen algún tipo de recomposición salarial, bono compensatorio, doble aguinaldo, o lo que sea. “Hay que recuperar el salario real” es la consigna, y la grieta que abrieron las fuerzas de seguridad son el ojo para mirar el futuro estival.

Hay dos cuestiones que se expanden como una hiedra en este polvorín: el problema crónico de la administración Scioli para resolver el déficit fiscal, y la sensación creada de que el Estado ya no es el fuerte e implacable disciplinador que supo ser durante “la década ganada”.

Néstor Kirchner asumió, subió a un helicóptero y se fue volando (literalmente) a socorrer a las autoridades provinciales entrerrianas que afrontaban un conflicto docente de larga data. Y todos contentos.

Y a la semana, anunció que barría con la denostada e impresentable corte menemista para reemplazarla con otra legitimada. Estaba mostrando gestos de lo que se venía políticamente, y a qué venía él. “A construir un país normal”, solía repetir. Ese “país normal” al que refería, necesitaba, y necesita, un Estado capaz de moderar, administrar, resolver, encauzar y solucionar conflictos, disciplinar a las fuerzas que pujan entre sí, ejercer la autoridad que le fue conferida.

Por eso existen los Estados, pero, de nuevo, usemos tinta para focalizar en lo que pasa acá nomás, en esta pampa caliente. ¿Qué hará el Gobernador? ¿Achicar el gasto?

Podría: hay partidas importantes que son sumamente discutibles, como las destinadas a Publicidad, por ejemplo. Pero no son muchas ni representan tanto gasto en términos relativos. Es indiscutible que habría que terminar con la política del show que algunos bastantes pesos le cuestan, seguramente, a la Provincia. “Que Scioli deje de tapizar a la Provincia de naranja”, exigía un legislador massista en alusión al problema fiscal.

Pero el rojo en las cuentas del Estado bonaerense es un agujero mucho más profundo y más ancho. Y va in crescendo.

¿Podría Scioli repensar su estructura impositiva, reformarla y gravar más a más sectores para resolver el problema por el lado de los ingresos? Podría hacer reformas, emparchar el código fiscal, pero, recordemos, la presión tributaria en la Provincia no es baja, y se requiere de mucha voluntad política para enfrentar a los sectores con mayor capacidad contributiva, y no es el estilo de Scioli emular a Robin Hood. No va a romper lanzas con la Mesa de Enlace, menos ahora que necesita apoyo para su proyecto presidencial.

Entonces habrá que concluir que esto no se resuelve de otra manera que no sea tomando deuda. Y necesariamente con el apoyo del Gobierno Nacional tantas veces retaceado, en virtud de la política de desendeudamiento convertida en eje fundamental de su discurso político-ideológico. Pero en Balcarce 50 saben que no es época de cosecha.

Lo demostró esta semana Capitanich cuando recibió a De La Sota. Le dijo, con otras palabras: “Vaya, tome deuda y nosotros presentamos los avales que necesiten”, después de acusarlo, con justicia, por la impericia con la que actuó el mandatario cordobés para intervenir en el conflicto policial de su provincia.

Tanto luchó por esa conquista Scioli (la de que en Casa Rosada la allanen el camino para endeudarse y resolver lo que no puede, o no desea, solucionar con nuevos instrumentos y políticas de gestión), que la noticia habrá resultado música para sus oídos.

El Tesoro Nacional, se sabe, tiene que resolver otros menesteres que las paritarias provinciales, pero el problema le explotó justo en momentos de escasez de dólares (relativamente hablando, está claro), y CFK sabe que provincias en conflicto hacen ingobernable la Nación.

Y que los gobernadores que cargaron con las rebeliones sobre sus espaldas, son los coroneles que hoy garantizan al Ejecutivo nacional un suficiente nivel de centralidad a la hora de definir las pujas al interior del peronismo, sin lo cual sería imposible transitar estos dos años venideros.

Grave dilema el de Casa Rosada y el de Daniel Scioli. Pero más complicada es la situación del gobernador, puesto que puede prolongarse una larga etapa de “conflictividad administrada” (donde Nación haga las veces de bombero sólo cuando el incendio efectivamente lo queme todo) que lo demolería como presidenciable.

Y justo cuando los generales del PJ y la Casa Rosada con vistas a 2015 empiezan a dejar correr otros nombres. Hasta el día previo a las elecciones legislativas que se realizaron este año, los cuadros sciolistas miraban a su jefe como si fuera “El Ungido”, “El Elegido”, o, en hebreo, “El Mesías”.

Esta semana, y desde hace rato, son muchos los profetas del peronismo. Ninguno hace pronósticos sobre el frente de tormenta fiscal que se avecina. Y es lógico: va a ser un chaparrón del que casi nadie se va a salvar, incluso algunos gobernadores e intendentes que militan en la oposición. Como dicen las placas de crónica: estalló el verano. Y el clima social acompaña un tórrido y reformista clima político. Ojalá que las contradicciones de esta nueva etapa se resuelvan de la mejor manera para la Argentina.

Nicolás Harispe
@nicolasharispe

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