viernes 26 de abril de 2024 - Edición Nº -1969

Información General | 14 dic 2013

Opinión

Discriminación en Mirapampa y decenas de caminos que se abren

El fuerte eco mediático que generó el caso de Belén Zarranz y su pareja Agustina Pierres dejó a la vista un hecho gravemente discriminatorio; sin embargo, es sólo una de las aristas dentro de la exclusión que diariamente sufren muchas otras personas en los boliches de la Ciudad


Los boliches platenses ya son harto conocidos por la perversión sistemática de muchos de sus patovicas, gerentes y encargados. Previo a este caso, que tanta prensa recibió (por suerte), hubo muchos otros, y no sólo de discriminación por identidad sexual.

A fines de noviembre, una chica llamada Lorena Arciniegas fue expulsada sin razón alguna del bar El Copetín, ubicado en diagonal 74 esquina 49. Eran las 5 de la mañana, hacía una hora que Lorena había ingresado y estaba bailando con una amiga cuando un patovica la empujó tres veces. Ella lo miró mal, como cualquiera lo haría ante semejante situación, pero al guardia no le alcanzó con esa agresión: llamó a una mujer de seguridad que se abalanzó sobre Lorena, la empujó nuevamente tirándola al suelo y arrastrándola hacia la salida, la tomó del cuello y la echó al grito de “andate a tu país”. Quienes conocieron este caso, sólo pudieron haberlo hecho por Facebook, donde Lorena publicó esta secuencia humillante que le tocó vivir. Pero ningún canal de TV ni radio fue a entrevistarla.

Yéndonos unos meses atrás, precisamente al comienzo de agosto, nos encontramos con otro caso que tampoco tuvo “rebote” en los medios. Se trata del rechazo deliberado del bar Pedro Telmo, ubicado en 4 y 49, al ingreso de una mujer transexual, trabajadora en el servicio penitenciario bonaerense. A pesar de lo que podríamos imaginar, Ángeles Maribel Helgera declaró después que nunca antes había pasado por una situación así, ni si quiera en su trabajo. Le habían contado que el boliche “estaba bueno” y había decidido ir con algunas amigas, pero el patovica la retuvo afuera con aquél pretexto que ya todos conocemos: “La casa se reserva el derecho de admisión”. Ante la insistencia de Ángeles, el patovica fue por más y le dijo que no daba con el “perfil del boliche”. ¿Qué perfil?, podríamos preguntarnos, ¿El de mujeres estandarizadas como bellas, heterosexuales y vestidas con zapatos altos? ¿Dónde empieza y dónde termina el límite entre el derecho de admisión y la discriminación neta?

Para muchos boliches platenses, a pesar de tanta ley, el travestismo y la transexualidad siguen siendo identidades no sólo invisibilizadas sino también rechazadas sistemáticamente por todo aquél que se adjudique a sí mismo el papel de juez y señor, muchas veces alentado por un cuerpo musculoso y un traje negro.

Cabe preguntarse entonces no sólo por la agenda de los medios, sino por las herramientas que posee cada uno para hacer valer sus propios derechos. Belén y Agustina, habiendo sufrido la discriminación en carne propia, pudieron respaldarse en el movimiento LGBTIQ y organizaciones por los derechos de identidad de género, que aúnan esfuerzos desde hace años y poco a poco consiguen visibilización mediática.

Pero, ¿Qué pasa con una fanática de los Rolling Stones a la que no dejan entrar a un club porque lleva puestas zapatillas Topper? O peor, ¿qué pasaría con un adolescente con zapatillas deportivas que por mera portación de cara es rechazado de un bar? Estos no son casos aislados, y son cotidianidad para muchas personas todos los jueves, viernes y sábados en nuestra ciudad. También sería lógico preguntarnos, por qué no, qué hubiese pasado si Belén y Agustina no fuesen novias, si simplemente se hubiesen conocido allí y hubiesen decidido besarse frente a clientes incómodos. ¿Se hubiese logrado la masividad mediática que se logró? ¿Hubiese concurrido tanta gente si la reivindicación no hubiese sido el amor sino el derecho de besar a quien uno desee? ¿O sólo las parejas heterosexuales tienen derecho de estamparse contra la pared de un boliche en medio de un beso apasionado? Plantearse esto y poder cambiarlo requiere de largos pasos que necesariamente habrá que dar.

La convocatoria de la “besada” fue un éxito en el que confluyeron la alegría de saberse y aceptarse tal cual uno es (y que sepan de nosotros y nos acepten tal cual somos) y la decisión de seguir luchando por nuestros derechos. Es un gran paso adelante, sin dudas, pero quedan largos kilómetros por atravesar.

Por: Mariana Sidoti
@MarianaSidoti

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