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Información General | 9 ene 2017

Cuando el estado no está

"Que no me dejen a la deriva": una madre que perdió su casa en un incendio reclama "ser escuchada"

"Sólo necesito ayuda del Estado, ser escuchada por alguien que no sea la recepcionista del municipio o de otro organismo público. No logro que me por lo menos atiendan, es desesperante". Así resumía Vanesa Aguiar, vecina platense, cómo es tocar puertas en vano, recorrer pasillos y volver a empezar cada día con la esperanza de ejercer su derecho a ser escuchada, que se evalúe su caso y recibir respuestas de alguna autoridad.


El derrotero de Vanesa comenzó la noche de Navidad de 2016. "A las 23:30 horas me llamó mi hija Jesica para decirme que se estaba incendiando mi casa. Es el hogar donde me crié. Por esos días estaban viviendo allí mis 3 hijos, que están sin trabajo, habían puesto una mini pizzería y una gráfica. Todo a pulmón, para poder pagarse sus estudios en la Universidad. Pero me gritaban por el teléfono que estaba ardiendo todo, y encima en la cuadra no hay ni una sola luz de alumbrado público”, relató a Blanco sobre Negro.

Desamparo

La casa de la que habla está ubicada en 82 entre 13 y 14, N° 920, de Barrio Monasterio. “Cuando llegamos pudimos ver a la distancia que todo había sido tomado por las llamas. En la puerta había dos dotaciones de bomberos que enseguida nos dijeron haber encontrado un bidón de nafta y la puerta palanqueada con alguna barreta. Nos desplomamos de dolor. Perdimos todas nuestras esperanzas de progreso”, narra Vanesa con tono de relato lleno de cansancio, de hastío, de novamás. Pero no de resignación.

“Lo más llamativo es que todo lo que había de valor se quemó con la vivienda. Es decir, hubo una clara intencionalidad de hacernos daño, a toda la familia. A una persona que estuvo vinculada con una de mis hijas le tramitan en la Justicia una causa por violencia de género, contra ella. Pero tampoco podemos asegurar que fuera él, no tenemos pruebas de nada, y como quedó todo hecho cenizas tampoco los peritos pudieron aportar algo contundente para la investigación. De lo que estoy segura es que el incendio no comenzó por sí solo, alguien lo provocó. Eso duele todavía más. El odio y la violencia, sumados a las pérdidas materiales nos destruyeron anímicamente. Pasamos un fin de año horrible”, confiesa la vecina de Barrio Monasterio, con afán de no dar vuelta de página pero sí de “enfocar los esfuerzos en resolver las necesidades materiales básicas que tiene la familia”.

La Solidaridad

“Reconstruir mínimamente la casa sale mucho dinero”, lamenta la víctima de la salvaje agresión que se llevó todo con el fuego . “Hoy tengo que velar por mis hijos y mis dos nietos, que se quedaron sin nada, solo con lo puesto. El fuego se llevó todo y nos encontramos con un montón de inconvenientes. Los primeros en acercarse fueron militantes del Partido Obrero que nos ofrecieron ropa, mercadería y nos llaman bastante seguido para saber cómo estamos. Los trabajadores de la cooperativa Almagro se acercaron a sacar los escombros, y todo lo que ardió dentro de nuestra casa.Hasta el revoque reventó debido al calor que originó la combustión de la nafta con el fuego. Recibimos ayuda de gente que nos llamó para donarnos ropa, de la Ferreteria Pakar, de mis familiares, de Emiliano Lombardi, y de muchas personas solidarias”, recuerda Vanesa mientras empuja un trasto negro, lleno de tizne, que quizá alguna vez fue un pequeño electrodoméstico.

El estado que no está

El primer día hábil después del incendio Vanesa comenzó un largo periplo por diferentes dependencias oficiales. Del municipio, de la Provincia y de la Nación. No logró ni que la atendieran, que le ofrecieran una luz de esperanza, por lo menos.

Lo cuenta así: “Me encontré con un estado ausente frente a las necesidades de sus habitantes, un estado que no te atiende, que no da la cara. En la Municipalidad te recibe la recepcionista con un patovica cuya función es levantar o bajar una cadena para seleccionar quién puede entrar y quién no. ¿No es un espacio público el Palacio Municipal? Jamás de las veces que fui y entregué cartas con fotos, me atendieron con dignidad, solo me recibía en el hall central un empleado que ni siquiera se presentaba. He llegado a dudar si esa persona trabajaba para la municipalidad o es un puntero que le dijeron ‘andá a atender a esta persona’. Debido a las innumerables cartas que envié, que no tienen número de expediente, ni de entrada, ni sellos, ni firma de quien las recibía, y debido también a mi insistencia, he logrado que me den 2 bolsas de alimentos en Desarrollo Social, cuando lo que yo estaba solicitando eran materiales. Me decían: ‘Mirá, esto te lo damos a vos pero no estamos entregando nada’. He escrito en la página que tiene el Intendente y nunca me respondieron, por lo menos para decirme que busque por otro lado, pero quiero que lo hagan aclarando que están allí pero no ayudan, que están allí pero que no están. Los empleados que contestan su página no están autorizados a responder este tipo de problemas, sólo responden halagos”.

Después Vanesa se dirigió a la Gobernación para entregar una carta a la secretaria de María Eugenia Vidal y solicité hablar con ella. “Tengo que decir que allí sí pude sentarme en una oficina y que al menos escucharon mi problemática, pero tampoco tuve respuestas”, aclara.

Sólo necesita materiales para poder devolverle a sus mis hijos y nietos “un lugar donde poder proyectarse como personas y poder vivir dignamente”. Vanesa se quiebra cuando hace el balance general de su derrotero: “En este país cuesta demasiado, es casi imposible acceder a alguien del estado que atienda a quienes lo necesitan. Es un estado que despropie al ciudadano”.

“En el municipio una recepcionista joven de ojos claros, con otra señora de pelo corto morocha me dijeron que por el protocolo de la comuna yo no puedo ingresar a hablar con las autoridades. Les exigí que me lo mostrasen y me contestaron que no lo tenían. Hoy llegamos al 9 de enero y no tengo respuestas de ninguno de todos los organismos del estado por los que peregriné”, lamenta la entrevistada. Cuenta que también fue a la Delegación de Altos de San Lorenzo. “Lo único que logré es que me ayuden a retirar una parte de los escombros, porque todavía tengo en la puerta la otra mitad, que nunca se llevaron”.

“Que no me den la espalda”

Sólo solicito ser escuchada, que no me den la espalda, que no me dejen a la deriva, ni a mis tres hijos, ni a mis dos nietos. Que no pierdan sus ilusiones, que no se queden sin futuro, sin proyectos, sólo con lo que llevan puesto. Porque alguien decidió incendiar mi casa y porque la ausencia del estado y la mala predisposición de algunos empleados y funcionarios hacen el resto para que, además de las necesidades de cualquier vecino, se sume el desamparo y la indiferencia. Eso duele tanto como todo lo que perdimos", concluyó la vecina, madre y abuela que no espera milagros. Sino que la escuchen y le den una mano. Ninguna utopía, nada inalcanzable.

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