jueves 28 de marzo de 2024 - Edición Nº -1940

Información General | 19 dic 2013

(Hace 11 años)

"Para frenar los saqueos, el Gobierno reparte comida"

Así titulaba Clarín en su edición matutina del 19 de diciembre de 2001, el día que ocurrió la insurrección popular más grande de todas las que hubo después del 17 de octubre de 1945. En estas líneas, repasamos los hechos más importantes de aquella jornada que cambió la historia.


“Tras seis días de saqueos e incidentes en varias provincias, el Gobierno nacional apostó ayer a retomar la iniciativa ante la gravedad de la situación social y resolvió distribuir ayuda alimentaria entre los sectores más empobrecidos del país. Incluso, ante la escasez de efectivo, decidió pagar con Lecop las raciones de comida que el Estado compre de ahora en más, en una suerte de “plan de emergencia alimentario” que tendrá participación del Ejército y de comités de crisis zonales”, encabezaba la crónica de Clarín del 19 de diciembre de 2001, que llevaba el mismo título que esta nota.

“No encontramos motivos para que haya una magnificación de estos episodios. El problema existe, pero no debe ser motivo de alarma o de hablar de un conflicto general”, decía el por entonces presidente de la Nación Fernando De la Rúa. Se refería a los saqueos que habían sido realizados la noche anterior en varias provincias, entre ellas Córdoba, y Santa Fe.

En las primeras horas del día, el gobierno nacional, ya disperso, sin conducción y a la defensiva sin ningún éxito, intentaba apagar el fuego desatado por la caída de la Convertibilidad y el “corralito” repartiendo comida.

Hasta esa hondura había llegado la crisis: se distribuían fideos, arroz, yerba, azúcar, y algún producto más.

No circulaba, casi, dinero en efectivo, y el poco que estaba disponible para las transacciones eran cuasimonedas: los famosos LECOPs y los Patacones.

Estos últimos habían sido una ingeniosa salida del por entonces gobernador Carlos Ruckauf para pagar los sueldos. Es decir: fue un instrumento de política económica para que los estatales no incendiaran la Casa de Gobierno, literalmente.

Vale recordar que el día previo de aquel 19 de diciembre hubo palos y gases para los estatales encabezados por ATE que marchaban hasta 7 y 51. Los trabajadores habían pateado las puertas de la legislatura y desistieron luego de una feroz represión y una tenaz resistencia a piedrazos.

“El Gobierno pareció tener dos discursos. Uno, casi para minimizar el problema, fue el que exhibieron por la mañana el ministro de Infraestructura, el cavallista Carlos Bastos, y el titular de Justicia, Jorge de la Rúa. El primero destacó que los manifestantes piden comida y no saquean. Y el hermano del Presidente dijo que se trata de hechos “acotados”. Es que el Presidente había pedido “no dramatizar” y “salir a atender la emergencia”, destacaba el 19 de diciembre el matutino Clarín.

Mientras, la Plaza de Mayo iba llenándose de gente que era dispersada violentamente, como se suele ver en los registros fílmicos de la televisión.

Ese mismo día los diarios consignaban que Estados Unidos esperaba que Argentina pudiera “lograr el consenso político” que necesitaba “para que el Presupuesto para el año 2002 sea aprobado en el Congreso y de esa manera poder alcanzar un crecimiento económico sustentable”. Increíble.

En tanto, esa mañana Domingo Cavallo se abocaba sólo a cumplir con el objetivo (mientras ardía la Argentina) de que le aprobaran el Presupuesto 2002, que ya había presentado en una versión preliminar.

La principal novedad era que contemplaba un recorte del gasto público muy superior a los 4.000 millones de pesos que había reconocido él mismo: el ajuste que pretendía era de hasta 6.000 millones de pesos.

Sólo hay que repasar los diarios de aquella jornada para comprobar el desatino, el desgobierno, y la ceguera de la dirigencia política que conducía el Estado en aquellos tiempos (reciclada en gran parte), para palpar el clima social y mirar la realidad sin anteojeras.

“Me mandaron a movilizar unas 500 personas de mi barrio hasta la puerta de un comercio”, relató alguna vez un prominente hombre del PJ bonaerense. “Y antes de que convocara a mi gente, ya había movilizadas unas 2 mil personas saqueando el supermercado de la zona. Fue un desborde que ni Dios hubiera podido desatar”, explicaba el prominente dirigente del peronismo quilmeño.

Para colmo, el día era tórrido, insoportable como el de hoy. Pero el calor era una pavada comparado con el hambre. La gente andaba con el torso desnudo, caminando por las barriadas sin saber bien a dónde ir. Buscaban comida, remedios, vender algo, o deambular con el sólo objetivo de salir de sus hogares, donde la temperatura ambiente era tan alta como el clima social. Y la tele no mostraba otra cosa que las imágenes del naufragio.

Cuando se piensa en aquel día es imposible realizar lo que se suele llamar historia contrafáctica: ¿qué habría pasado si De la Rúa hubiera renunciado antes? ¿Y si el PJ hubiera aceptado un gobierno de coalición?, son las preguntas que más suelen hacerse.

La hipótesis de esta Agencia es que otra salida hubiera sido muy difícil. El gobierno de De la Rúa – Cavallo iba derecho al naufragio.

Lo auguraba el proyecto de Presupuesto 2002 que Domingo Cavallo entregó el día anterior a la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados: disponía la cesantía de 24.000 empleados de la administración pública nacional. Parecía imposible otro destino para aquella pesadilla.

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