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Información General | 13 mar 2017

Dirigidos a adolescentes

Psicólogos de la UNLP recorren escuelas secundarias con un taller sobre noviazgos violentos

Una de las formas más usuales de violencia que sufren las mujeres se da en el marco de la intimidad de su pareja, por este motivo, un grupo de extensionistas de la Universidad Nacional de La Plata, trabaja para afrontar esta problemática en los inicios de las relaciones de pareja, es decir durante los noviazgos adolescentes. El equipo dirigido por el vicedecano de la facultad de Psicología, Xavier Oñativia, e integrado por docentes, graduados y egresados de las carreras de psicología, elaboró un proyecto basado en el diseño e implementación de dispositivos de intervención grupal en escuelas secundarias de la zona, con el objetivo de promover procesos de identificación, sensibilización y prevención de la violencia de género, enfocados en las primeras modalidades de relacionamiento afectivo adolescente.


El objetivo del trabajo consiste en “analizar las diferentes formas de violencias contra las mujeres en nuestra comunidad , propiciar la construcción de modos de relacionamiento más igualitarios entre jóvenes de distinto género a través de la puesta en debate de los modos actuales de vinculación y promover el conocimiento de los derechos contenidos en la Ley Nacional de: Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales.

Oñativia detalló que también se busca “elaborar en conjunto estrategias colectivas para reducir los niveles de violencia hacia las mujeres, profundizar los conocimientos respecto al hombre que ejerce la violencia, difundiendo alternativas de atención y considerar nuevos posibilidades de construcción de Subjetividades en la Masculinidad “.

Además agregó: “nosotros empezamos a trabajar tratando de llevar adelante dos procesos: visibilización y desnaturalización. Porque la violencia se genera y puede funcionar si ocurren dos fenómenos que serían precisamente las contrarios: invisibilización de estos mecanismos y su naturalización .La violencia se da cuando se naturaliza la situación, “esto es así”, “la vida es así”; el "siempre fue así y va a seguir siendo”.

El proyecto comenzó en 2012 y desde entonces continua desarrollándose de manera inenterrumpida. En el 2016, pudieron dar talleres en 4 escuelas durante la primera mitad del año y 3 en la segunda mitad, eligiendo establecimientos educativos de Villa Elvira, City Bell, Berisso, la escuela secundaria de Astillero Río Santiago y el Colegio Nacional, entre otras. Durante todo este año se reeditará la experiencia.

Uno de los puntos importantes del proyecto es intentar que los adolescentes se corran del lugar común que proponen los micromachismos, reflexionando e interpelándose a sí mismos ya que muchas veces les cuesta reconocer actitudes cotidianas de machismo o violencia de género que reproducen o los atraviesan.

El equipo extensionista eligió trabajar, entre otros elementos, con el “Decálogo de la buena esposa”, publicado en la década del ’50 para observar las reacciones de las chicas que reciben los talleres en las escuelas. Lo que encontró el equipo de Psicología, fue que las adolescentes reconocen violencia patriarcal en ese decálogo, pero muchas veces les cuesta reconocerla en aspectos más actuales propios del día a día.

En cada experiencia de taller, se les acerca a los alumnos una encuesta sobre violencia de género a los estudiantes donde, después de su análisis, se encontraron con la importancia de las nuevas tecnologías como un punto ciego donde cuesta visibilizar la violencia.

LA CONTRASEÑA DEL CELULAR COMO PRUEBA DE AMOR

El vice decano de Psicología detalló que a raíz de estas encuestas surgen en los talleres nuevas formas de expresión de violencias, que son objeto de investigación. Se vinculan a la exigencia por parte de la pareja de conocer la contraseña del celular, “ ¿Si me querés, por qué me la ocultas?“. Antes, la prueba de amor era la virginidad, hoy es la contraseña del celular o del Facebook. Es más pesado, lo virtual implica tener acceso no sólo a tu intimidad sexual, sino a toda tu intimidad, lo que significa control sobre su mundo relacional, desde el punto de vista del juego del poder en el que se soporta el patriarcado, tener acceso a la información intima personal tiene un gran valor”.

El dato que sobresale en los talleres es que hay muchas jóvenes a las que les parece natural el revelar sus contraseñas porque “en la pareja no debe esconderse nada”. Muchas de ellas también reconocen pedir la clave secreta a su compañero. Lo que es motivo de investigación para el grupo de extensionistas es si ese pedido es una reacción a la imposición y exigencia del hombre. “Hay un montón de manejos psicopáticos de presión para que ella le dé la contraseña. Entonces, según las fotos finales, los dos tienen la contraseña, pero cómo se desarrolló ese proceso es lo que tenemos que ver”, detalló el director del proyecto.

LOS TALLERES EN LA ESCUELA

Antes de llegar al aula para trabajar en la prevención, el equipo de extensionistas debe planificar lo que van a ser los talleres y definir su metodología.

La cantidad de veces que se visita la escuela oscila entre 4 y 5. El desarrollo de los talleres comprende de una presentación de disparadores, de contenidos o de elementos, el trabajo en grupo mediante una consigna y por último el plenario donde cada grupo presenta lo trabajado a los demás.

En el primer encuentro se aborda qué es violencia, qué formas de violencias reconocen, esa es la consigna que tienen que trabajar los grupos. En el segundo se habla de los roles y estereotipos, patriarcado. La tercera visita tiene que ver con violencia de género en general. La cuarta jornada es sobre violencia en la pareja. La actividad final, en tanto, se focaliza en que los participantes realicen una producción propia en base a dos consignas: qué es violencia y cómo podemos ayudar.

Allí los jóvenes reciben dos cartulinas para que pongan tres respuestas sobre cada tema. Luego, pasan con el grupo al frente y pegan las cartulinas explicando lo que hicieron. Primero con una consigna y luego con la otra.

Oñativia explicó que de esta manera “en el pizarrón tenemos la producción de todo el taller. La visibilización, la desnaturalización y el cómo podemos ayudar, como forma de incluirnos solidariamente, inculcando que es un problema cultural, social, que no es un tema doméstico, de adentro de la cocina, y que requiere la participación de todos, tanto mujeres como varones, para revertirlo".

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