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Información General | 22 dic 2013

Los sin voz

Editorial: La Navidad de los invisibles no será noticia, ni será televisada

Dice la tradición cristiana que Jesús fue a nacer en un pesebre, amparado por una familia humilde y perseguida. Desde hace más de 2 mil años, el significado de la Navidad está ligado a los oprimidos, los anónimos, los castigados por el poder, como el Cristo de los pobres, de las prostitutas y de los enfermos, y elegido por los invisibilizados de aquella época.


Luego de una década de gobiernos kirchneristas, los datos duros sobre la economía y todas las variables que miden cómo está configurada la sociedad argentina (empleo, pobreza, desnutrición, trabajo en negro, por ejemplo) han mejorado notablemente.

Esto ocurre, más que en Argentina, o menos que en Argentina, en casi toda América Latina. Nuevos paradigmas de gestión, otra mirada sobre el rol del Estado, la decisión política de los gobiernos de mitigar la pobreza, el alto valor de nuestros productos exportables, entre una variedad inconmensurable de causas, han levantado la autoestima argentina, y en estos días nos permiten observar una fiebre enloquecida de consumo motivado por las fiestas.

Claro, consumen aquellos que pueden consumir. Es la Navidad que se ve por tele. “¿Qué le pediste este año a Papá Noel?”, pregunta el cronista. “Una computadora” respondió, para regocijo de dos periodistas de un noticiero de televisión. “¡Qué divina!” gritaban los presentadores.

En niñas como esa chiquita piensan los productores cuando arman el programa, seguramente. No habrá testimonios de niños pidiendo en las esquinas. Entristecerían a la audiencia, y eso no garpa, obviamente, o sea, no mide. O sea, no existe para el gran público.

En realidad, la televisión, como todos los medios que conforman el heterogéneo aparato comunicacional privado o estatal, suelen poner en pantalla testimonios que reflejan los valores, esperanzas y realidades de gente que agrada al modelo cultural que domina entre el universo mediático.

Allí hay poco lugar para los migrantes, la gente sola que pasa el 24 encerrada, la gente humilde que todavía pelea por colgarse del grupo social integrado al consumo, los presos, los pibes adictos, los abandonados, los que perdieron todo, los que se van quedando lentamente sin esperanza.

Mucho más lindos se ven los shoppings atestados de gente o los hipermercados, donde los hombres parecen hormigas llevando la comida para el invierno. O la nena que mencionábamos recién, pidiendo “una computadora”. Divina, un encanto, como Andrea Del Boca chiquitita.

De eso se habla en Navidad, esa es la agenda de los medios. Después vendrán las infaltables notas sobre tontos que se sacan los ojos con corchos de champagne, los inconcientes que atropellan gente por manejar borrachos, el precio de los petardos, y toda esa eterna y cansadora rutina findeañera.

Pero la Navidad también es de los pobres. También es de los que laburan el 24 hasta última hora para llevar algo más a la mesa familiar. También es de los que este año lo perdieron todo (casa, seres queridos, recuerdos) en la inundación del 2 de abril, y que por primera vez compartirán una mesa con ausencias.

También es de los llamados Ni Ni (jóvenes que no estudian ni trabajan), que son muchos, y el futuro se les va escurriendo de las manos a medida que crecen y no se incorporan al mercado laboral.

También es de los que la sienten con profunda espiritualidad cristiana, y no como ocasión para sacarle chispas a su tarjeta de crédito, y gozar con el erótico placer de gastar dinero.

Es decir, la Navidad es de todos, también de los invisibles. También de los que los dueños de la información esconden, también de los que no queremos ver, también de los olvidados, de las niñas que no saben qué es una computadora, también de los que no se van a ir a la costa, ni a ningún lado.

La Argentina tiene un núcleo de compatriotas que no ha podido “salir de pobre”, como dice la gente de a pie. Algunos discuten horas cuantificándolos. Cuanto más cercanos al gobierno, el calculista la mensura en pocos puntos porcentuales, pero si el que opina es un sabio auspiciado por los grandes grupos, el porcentaje es mayor.

A nosotros no nos importa cuántos son, sino que los visibilicemos más. Los noticieros cubren profusamente los embotellamientos de tránsito que se producen en la autopista La Plata- Buenos Aires cuando empieza la temporada. Pero el camarógrafo no gira para mostrar los asentamientos que rodean la autovía. Sólo se visibilizan cuando arrojan toscas contra algún vehículo. Triste, pero es así.

Hasta 2001 la agenda estaba ocupada por el “riesgo país”. Y por la crisis bancaria. Y por los endeudados en dólares. Pero cuando la historia se trastocó, o cuando la gente trastocó la historia, la agenda de la política tuvo que cambiar por necesidad, no por amor. Se repartieron millones de planes sociales por hambre, no por caridad. La agenda social se instaló en los medios. Debería volver.

La política empieza a sentir que se vienen cambios, de todo tipo. Es más, hay que ser miope para no verlos. Si lo nuevo no contempla a todos estos actores postergados, la herida abierta con la oleada neoliberal jamás cerrará. Si algunos argentinos no pueden hacerse visibles, ser incorporados al consumo, recibir un soplo tenue de viento a favor para que su futuro sea mejor, entonces, no habremos avanzado tanto como sociedad.

Si la agenda de la política sólo incluye las peleas partidarias, las encuestas, los estudios de mercado, los asesores de imagen, la puja de aparatos, y todos los subproductos de la política neoliberal, y no incorpora a los invisibilizados, habrá una paz endeble, una comedia triste de malos actores disputando edificios vacíos, y la historia se repetirá como tragedia.

Nuestra copa, nuestro saludo, el de INFOBLANCOSOBRENEGRO, va dirigido a todos y todas. A los que les va bien y a los que no. A los que la dirigencia política ve, y a los que permanecen ocultos.

Nuestro brindis lleva un deseo que no vamos a esconder nunca, por más objetivos o imparciales que pretendamos ser como periodistas: que quien tome las riendas de este país las agarre con firmeza para pensar en ellos, los que perdieron siempre, los que todavía no tienen voz, los invisibles.

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