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Información General | 8 abr 2017

Una piba de la que mejor no hablar

Las dos muertes de Micaela: cuando los grandes medios no dejan mirar bien

Cada vez que se produce un femicidio, durante las primeras horas los cronistas de los medios que construyen una visión potente y penetrante de la realidad, suelen escarbar en detalles íntimos de la víctima, generalmente falseando o magnificando aspectos de índole privado que reflejan prejuicios y concepciones machistas. Con Micaela ocurre a la inversa: los grandes diarios y portales esconden aspectos de su vida privada que la enaltecen aún más. Todo por evitar la reivindicación de los "militontos", los "choriplaneros", y de la política como actividad emancipatoria.


“Vamos a laburar para hacer realidad el país que ella quería”, dijo el papá de Micaela, según consignó Clarín esta mañana. Pero el párrafo que invisibiliza la historia de la joven es más descarado. También lo publica el diario de Magnetto con una maniobra que lo descalifica y ensombrece:

“Yo le voy a cumplir los sueños a Micaela. Con Andrea vamos a laburar el doble para que sea realidad el país que ella soñaba; yo sé muy bien cuál era”, dijo conmovido. Y enseguida describió el compromiso de su hija. “Tenía un corazón de oro. Vivía para las otras personas. La veíamos poco porque estaba siempre en el barrio, organizando torneos para los que no tienen nada; haciendo tortas fritas para repartir”, contó.

“Yo sé cuál era” ponen en boca del padre en Clarín. ¿Y cuál era el país con el que soñaba? Cualquier desprevenido lector podría advertir que Micaela luchaba por un mundo mejor, es decir, que tenía anhelos, esperanzas, un compromiso duro y consecuente con algo. Sin dudas, con “ese país que soñaba”. Qué misterio. No se lee por ningún medio, ni se viralizó en las redes que Micaela fuera ecologista, vegana, animalista, o abrazara otro tipo de causas nobles.

La pregunta que vuelve una y otra vez a pocas horas de la detención de los victimarios es: ¿Qué prefiere no mencionar Clarín y otros medios (anoche C5N, con Mauro Zeta y Diego Kaplan emitió un informe que recortó alevosamente las relaciones sociales de Micaela, también vale consignarlo) sobre la vida de la víctima? ¿Por qué hacía tortas fritas en un barrio que no era en el que vivía? Las crónicas no lo consignan, detallan los aspectos morbosos de la bestialidad del victimario, de la hondura inmoral que puede alcanzar la condición humana.

La promoción de la antipolítica y los prejuicios clasemedieros

Desde hace un tiempo largo existe, en la opinión humilde de este cronista, una persistente tarea reeducadora de los medios de comunicación que moldean e inciden profundamente en la construcción social de una o más visiones de la realidad compartida.

Esa tarea hace hincapié en un supuesto sinsentido de la tarea y el rol de la militancia, y del compromiso partidario de los jóvenes activistas. Claro, no de todos: es frecuente escuchar a comunicadores y políticos de poca o nula inserción social y militancia colectiva, afirmar que (contra lo que practican o la forma en que desarrollan sus propias vidas) “es importante que la gente participe”.

Como cara de la misma moneda se suele denigrar y desvalorizar la militancia popular, ya sea en gremios, centros de estudiantes o espacios de articulación colectiva.

Se escucha y se lee: “Los gremialistas son todos chorros”, “a las marchas llevan a la gente por el chori y la coca” y un sinfín de zonceras remozadas que enriquecen la fraseología del educador de derecha que expresa y promueve la nueva antipolítica.

Lo mismo ocurre con cierta mirada sobre los partidos y las organizaciones sociales. La palabra que impusieron estos reeducadores de matriz neoconservadora en las redes sociales es la de “choriplaneros”. Un calificativo – hay que decirlo – mordaz y ganchero, pícaro, y que ya es parte de la cultura política de las cloacas (perdón, de las redes) sociales.

Pues bien, Micaela no era ni mejor ni peor que otras chicas que sufrieron y pagaron con su vida la violencia patriarcal y machista que emana sin cesar por los poros de esta sociedad, además, cada vez más violenta y desigual.

Era una militante política comprometida. No es de interés para este escriba hacer propaganda de la militancia de Micaela. Se trata de que no la hagan desaparecer del todo, que no la golpeen dos veces, que se la recuerde y valore en toda su dimensión.

Qué hacía, además de tortas fritas

Micaela era la responsable política de los jóvenes que conforman el Movimiento Evita de Concepción del Uruguay. Militaba, específicamente, en Villa Mandarina. Era una piba que tenía sueños, anhelos y un compromiso social muy lejano de la caridad entendida como la ayuda al prójimo desde un lugar de superioridad en el plano de la conciencia o la ideología. No importa que fuera de la JP Evita, ni del Frente de Izquierda, ni de La Cámpora, ni de la Juventud Sindical Peronista. Era una militante que formaba parte de la conducción de un movimiento político social. ¿Por qué soslayarlo?

Para Clarín y para el resto del establishment comunicacional, es bueno que Micaela fuera una piba comprometida y que genere una empatía social positiva, pero en tanto no refleje al denostado grupo social de “choriplaneros” o a la denigrada multitud de “militontos” (otro neologismo de las cloacas sociales y de ciertos comunicadores abiertamente reaccionarios).

No sólo era una militante de conducción de esa fuerza política y social, sino también estaba por recibirse de Profesora de Educación Física, llevaba sus estudios al día y lo hacía sosteniendo una intensa actividad en la JP Evita.

Son los ejemplos que no deben cundir y que la prensa amarilla se ocupa de solapar. Se trata de modos de vida y compromisos que desmoronan la idea del militonto o la militonta . Porque el compromiso político es bueno, pero sólo para gente de buena familia, pibes y pibas que no molestan a nadie, que no ponen en cuestión ningún valor social que los educadores del gran relato neoliberal necesitan sostener, proteger y profundizar.

Ni una menos, se trate de quien se trate. La vida por sobre todas las cosas. Y que se recuerde y se cuente la historia real de Micaela, aunque ponga en cuestión la concepción de la política como medio de enriquecimiento individual y el compromiso con los más pobres como un acto de interés personal. Choriplanera , eso era, en palabras de los resentidos constructores del nuevo discurso posmoderno y antipolítico que inunda de estiércol la discusión de lo que nos pasa como sociedad, de nuestra injusta distribución de la riqueza y de la lucha de muchas pibas como ella que trabajan, además de para ayudar, para cambiar y construir un país más igualitario.

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