jueves 28 de marzo de 2024 - Edición Nº -1940

Información General | 25 dic 2013

"El mejor fin de año"

Guardianes del rito platense: historias detrás de los muñecos de fin de año

En la Capital Nacional del Muñeco de Fin de Año, platenses de todas las generaciones se comprometen en un ritual que se repite todos los años para darle la bienvenida a uno nuevo


En un garaje de 5 y 58 se reinventan poco a poco Hansel y Gretel, doscientos años después de su estreno en teatro. Casi cortando la calle, se yergue la casita hecha de chocolates que será su perdición. Para alertar a los autos que circulan, cuatro adolescentes colgaron un cartel que dice “hombres trabajando”. Y así es: los cuatro ponen tirantes a la casa, cortan madera y clavan clavos en la estructura que, a primera vista, parece bastante firme. Dos chicas vuelven de la calle con un tarro rebosante de billetes. “Les conseguimos como 20 pesos”, dicen, y se sientan a descansar. Los creadores del muñeco las habían conocido hacía menos de 10 minutos cuando ellas, con mucha vergüenza, se habían acercado a ayudar.

Uno de los chicos había vuelto al muñeco después de recibir una charla sobre seguridad que brindaba la Municipalidad en 20 y 50, pero ninguno de ellos es ajeno a los recaudos que deben tomar: hace 5 años realizan muñecos en esa esquina, y hace casi 10 que construyen muñecos en los alrededores. Es raro, teniendo en cuenta que la mayoría no pasa de los 18. Pero la cultura y el rito de los muñecos, en realidad, no sabe de edades ni de madurez. Sobre todo cuando estos cuatro cargan en sus hombros al vaquero Woody de Toy Story, Aladino y Jazmín, y hasta el “Inframundo” griego, con Ades y todo. A Hansel y Gretel los venían planeando hace años, y el 3 de diciembre plantaron la primera madera. Sin embargo, no están seguros de cómo ‘pegará’ eso en el público: a pesar de ser un clásico, los niños del barrio seguro tienen más vistos a los Minions que a los hermanitos de las migas de pan. No importa; ¿quién dice que no vale arriesgarse a la hora de hacer un muñeco?

Con muchos años de experiencia y malos tragos —como el pisoteo de la pierna de un muñeco casi terminado a manos de anónimos alcoholizados— los chicos saben que por la noche, hay que quedarse a vigilar. Cenan a la parrilla o juntan unos pesos entre todos para comer un sándwich (la dieta diurna consta de bizcochos dulces, salados y agridulces con algo de jugo) y duermen con bolsas de dormir, y hasta cartones como cama. Algunos vecinos aportan a la causa: un ferretero del barrio les regala clavos “de onda”; el padre de un amigo los ayuda con el diseño y los planos; la mamá de algún otro los ayuda con la grúa para trasladar al muñeco al centro de la calle, donde no hayan cables ni árboles. Pero otros vecinos, molestos quizá por perder la ‘tranquilidad previa a las fiestas’, ya realizaron 3 denuncias y a nadie le sorprende cuando, en medio del trabajo, estaciona un auto verde de Seguridad Vial, y un hombre grita desde adentro: “¡el de 18! ¿Tienen los papeles reglamentarios?”.

Pese a todas las adversidades, este año los chicos decidieron planear una estrategia de financiación: recorrieron los comercios del barrio auspiciando su muñeco y prometieron sacar un folleto el 31 y repartirlo entre el público, a cambio de 50 pesos de publicidad en él. Así, les será más fácil comprar los tensores y otras herramientas que necesitan para construir; y sobre todo les facilitará la compra de pirotecnia que actualmente “está en las nubes”: un paquete (denominado torta) con varios explosivos ronda los 2.000 pesos. Sin embargo, por maderas y diarios nadie parece preocuparse; a pesar de que la madera es lo que “vuela” más rápido, siempre hay maneras de conseguir. “Cuando empezás, pateás la calle buscando cosas, le decís a tu mamá que guarde diarios, a los abuelos que guarden diarios… y a la mitad de diciembre ya tenés la vista muy aguda: vas mirando la basura, prácticamente”.

Caminando sólo seis cuadras por calle 5, un montículo de maderas indica la futura presencia de Master Roshi, el mítico maestro de Dragon Ball. Quienes lo construyen superan en varios años a los chicos de Hansel y Gretel, y reciben compañeros que a cada rato se acercan y se quedan tomando una cerveza, o escuchando la música de Los Redondos que sale de de un auto abierto parado en la esquina. Sus experiencias se reflejan en su apuro: “Seguro vamos a estar el 31 al mediodía terminándolo, pintándolo: el año pasado, los cohetes se los pusimos a la 1, media hora antes de la quema”.

La mayoría de los compañeros se conocen del Estrada, y además, tienen una banda que se llama Astillero; la idea era tocar durante la quema, pero todavía no están seguros de poder tener luz ni seguridad. Por ahora no están recaudando dinero, pero ya prevén la ayuda de “unas amigas” a la hora de pedir monedas a los autos. La labor femenina en cuanto a muñecos pareciera residir en el recaudo de monedas, pero los chicos aseguran que algunas amigas también trabajan las maderas.

Será cierto, pero a la hora de frenar a los autos con una sonrisa, no son sólo las mujeres quienes rinden efecto: en una esquina apartada, casi llegando a Berisso, una nena y un nene de alrededor de 8 años corretean por la calle con un tarro tintineante: son dos hermanitos que viven en el edificio de la esquina donde el 31 se quemará el muñeco del sillón de Los Simpsons con todos sus integrantes. Unos quince chicos jóvenes trabajan en una Magguie todavía hecha con papel de diario, pero pocos empapelan, propiamente dicho: unos toman cerveza, otros charlan, otros fuman un cigarrillo sentados contra la pared.

El 31, el muñeco se llevará a la rambla de 32, en palabras de un constructor, “con mucho esfuerzo”. Hace 25 años que ese barrio es huésped de muñecos, pero aún falta dinero para seguir construyendo. Los chicos que ahí trabajan ya pusieron 50 pesos de su bolsillo para comprar maderas, pero no están haciendo publicidad de ningún tipo: “viene el que quiere, el que es del barrio y le gustó, y el que pasó por acá y le gustó”, dice un compañero. A pesar de la música y el traqueteo, ningún vecino les hizo nunca una denuncia, y cuando queman el muñeco son el público asiduo. Pero, ¿qué pasa cuando, aún con todo el público presente y esperando, el muñeco se quema y todo el esfuerzo se hace llamas? Un chico deja de empapelar y responde: “Cuando se prende el muñeco es raro, es muy raro. Pero estás feliz… después de tanto tiempo que estuviste ahí, termina algo. Es el mejor fin de año”.

Mariana Sidoti
@MarianaSidoti

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:
Más Noticias