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Información General | 18 abr 2017

Opinión

Desarrollo sustentable: aportes para pensar desde los derechos humanos

Por Jerónimo Guerrero Iraola, abogado especialista en Derechos Humanos


La República Argentina se encuentra en un momento de franca retracción en lo que concierne al ejercicio de los derechos fundamentales. Ello se da en un contexto global de incremento de la violencia, de conflictividad entre Estados, de nacionalismos exacerbados.

De esta forma estamos perdiendo, como país, la posibilidad de ser un faro en materia de promoción y protección de los Derechos Humanos, de ser la voz cantante en la materia, de brindar marcos a nivel internacional desde donde pesar, debatir y aconsejar a otros Estados, de fortalecer los foros y órganos internacionales.

Así, las reformas a la legislación relativa a migraciones, las detenciones ilegales, la represión, el desacople de la Corte Suprema de Justicia de la Nación al sistema interamericano, el retardo en los juicios de verdad y justicia, el negacionismo del terrorismo de Estado, la compra de armamento, la reformulación de la Comisión Nacional de Ex Combatientes, el desguace de la normativa relacionada a medios de comunicación y telecomunicaciones, entre otras acciones, dan cuenta de una cosmovisión estatal prescindente de las subjetividades, y subsumida en las reglas de mercado, en las que la posibilidad de obtener mayores márgenes de rentabilidad parecieran primar por sobe el derecho a la vida, a la salud, a la educación, al bienestar, en definitiva, al desarrollo.

En este punto resulta honesto destacar que, lo expuesto, no implica negar que hasta el 10 de diciembre de 2015 el Estado argentino vulnerara derechos fundamentales. Sin embargo, la posibilidad de abonar la discusión pública, el hecho de que se hayan acuñado mecanismos desde donde librar dichos debates (ejemplo, la Ley de Salud Mental), o la no represión de las divergencias, funcionaron como escenario clave, propicio para la denuncia, incómodo para el Gobierno nacional y los Gobiernos provinciales, desafiante para el Poder Judicial, estimulante para forjar desde el Poder Legislativo diversas políticas públicas.

Los debates relacionados a la vigencia de los derechos coadyuva, además, a nutrir a las Instituciones estatales, a brindar contrapuntos, a incluir voces de minorías silenciadas por el mainstream mercantil, que propone enviar a los márgenes a todo aquel que no produzca, que no consuma, o que no se encuentre dispuesto a encajar en la barbarie de la explotación, el temor y la miseria.

Un modelo de Estado que prescinda de su humanización como un objetivo de máxima, que omita consagrar las subjetividades, que impida la pluralidad de expresiones, su respeto, será un límite para alcanzar el desarrollo sostenible, entendido como un sano y (cada vez más) necesario equilibrio entre la producción, la economía, el medioambiente y las personas, sin quienes nada, absolutamente nada sería posible.

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