martes 23 de abril de 2024 - Edición Nº -1966

Información General | 25 may 2017

Teatro Argentino de La Plata

Comenzarán los espectáculos líricos en la Sala Alberto Ginastera con una obra estrenada en Nápoles en 1835

El viernes 2 de junio próximo, a las 20, comenzarán los espectáculos líricos anuales en la Sala Alberto Ginastera del Teatro Argentino de La Plata, dependiente del Ministerio de Gestión Cultural de la Provincia de Buenos Aires, con la representación de Lucia di Lammermoor, ópera con música de Gaetano Donizetti y libreto de Salvatore Cammarano (basado en la novela The Bride of Lammermoor de Walter Scott).


Según informaron voceros de prensa del teatro, habrá otras funciones el domingo 4, a las 18.30; el viernes 9, a las 20 y el domingo 11, a las 18.30.

Se trata de una nueva producción de esta clásica pieza, íntegramente realizada en los talleres del primer coliseo bonaerense, que contará con la dirección musical de Silvio Viegas y la puesta en escena de Rita Cosentino.

Obra maestra de Donizetti estrenada en Nápoles en 1835, cuenta con un libreto originado en una novela de Walter Scott que se inspiró en hechos reales. La acción original transcurre en 1669 pero ha sido trasladada por la directora escénica a la época victoriana, para pasar a considerar a Lucia una víctima del patriarcado y la violencia de género. En las tierras bajas escocesas se desarrolla el conflicto entre las familias Ashton y Ravenswood. Los Ashton se encuentran en su apogeo y toman en posesión la casa Ravenswood. Edgardo, último sobreviviente de esta dinastía, fue confinado en una prisión solitaria. Para ponerse a salvo de los avatares políticos, Enrique Ashton busca ganarse la protección de Lord Bucklaw casándolo con su hermana Lucia. Pero ella está enamorada de Edgardo y la imposición derivará en tragedia. Convertida en una de las obras más frecuentadas del repertorio, esta ópera contiene en su tercer acto la famosa “Escena de la locura”, que ofrece una inmejorable oportunidad de lucimiento para las sopranos.

El Coro contará con la preparación de Hernán Sánchez Arteaga, la escenografía le corresponderá a Nicolás Boni, el vestuario a Imme Möller, la iluminación a Rubén Conde y la coreografía a Sibila Miatello.

El reparto estará integrado por Oriana Favaro (Lucia), Darío Schmunck (Edgardo), Fabián Veloz (Enrico), Sergio Spina (Arturo), Emiliano Bulacios (Raimondo), Rocío Arbizu 2 y 4 y Estefanía Cap 9 y 11 (Alisa) y Maximiliano Agatiello (Normanno). Ópera Lucia di Lammermoor de Gaetano Donizetti

Dirección musical: Silvio Viegas

Dirección de escena: Rita Cosentino

Director del Coro: Hernán Sánchez Arteaga

Escenografía: Nicolás Boni

Vestuario: Imme Möller

Iluminación: Rubén Conde

Coreografía: Sibila Miatello

Elenco: Oriana Favaro (soprano), Darío Schmunck (tenor), Fabián Veloz (barítono), Sergio Spina (tenor), Emiliano Bulacios (bajo), Rocío Arbizu/Estefanía Cap (mezzosopranos) y Maximiliano Agatiello (tenor)

Viernes 2 y 9 de junio, a las 20, y domingos 4 y 11 de junio, a las 18.30

Entradas desde $ 100, disponibles en la boletería, de martes a domingos, de 10 a 20, o por medio de TuEntrada.com, Tel. 011-5254-9100 (acceso a Internet a través de: www.tuentrada.com/teatroargentino) Hay descuentos y promociones destinadas a jubilados, pensionados, estudiantes, jóvenes, docentes y personas con discapacidad. Además, aquellas personas que se llamen “Lucía” y lo acrediten con su DNI obtendrán 1 (una) platea baja sin cargo.

Sala Alberto Ginastera. Teatro Argentino. Avda. 51 entre 9 y 10, La Plata, Provincia de Buenos Aires

Informes: Tel. 0800-666-5151

Lucia di Lammermoor o “hablar” desde el infierno. Por Rita Cosentino

La primera representación de esta obra se produjo el 26 de septiembre de 1835 en el Teatro San Carlo di Napoli. Por entonces Rossini había dado por terminada su carrera y Bellini, su amigo, había muerto pocos días antes de aquel estreno. Donizetti se perfilaba entonces como el compositor del momento aunque, lamentablemente, el final de su vida se pareció mucho a alguna de las escenas de sus óperas. Como se sabe, Donizetti falleció completamente ido y psicótico. Algo de este “sentir” está reflejado casi anticipadamente y de manera magistral en algunas secuencias de sus principales óperas, como Anna Bolena, Lucia di Lammermoor o Roberto Devereux.

Basada en la novela de Walter Scott, The bride of Lammermmoor, es una historia con todos los ingredientes románticos que se puedan imaginar y que sucede en las colinas de “lammermuir”, Escocia, el lugar mitificado por excelencia de todo el ideario romántico de la época.

Donizetti refuerza musicalmente esta iconografía con secuencias de muerte, fantasmas, escenas de desesperación, amores imposibles y cuadros de locura que definen todo un pensamiento del que hoy nos sentimos un tanto alejados.

Sin embargo, los hilos profundos que mueven este drama son más bien fuerzas de poder que responden a grandes ambiciones e intereses políticos y a un entretejido que va más allá de los propios personajes. Estas fuerzas sí permanecen y continúan, hoy como antaño, sólo que las consecuencias de esos manejos afloran de manera diferente en el mundo de hoy.

La ópera sucede originalmente a finales del siglo XVI. En esta nueva versión la historia se situará en la época victoriana. Una etapa en el que el mundo inconsciente, un mundo aún sin nombre, encuentra su traducción en esos tópicos “románticos” que la obra contiene.

Como bien sabemos, el siglo XIX fue particularmente oscuro en cuanto al lugar dado a las mujeres. La sociedad decimonónica proponía un modelo de mujer totalmente sometida al poder emocional del hombre, negaba por completo la legitimidad del deseo femenino y se centraba en la discapacidad de su naturaleza, por lo que las decisiones estaban fuera de su alcance.

En síntesis, la mujer no tenía espacio para la expresión de su integridad como persona, ni de sus sentimientos ni de su intimidad. Tanto es así, que aquello que aparecía como un atisbo de “liberación” ante tal amordazamiento emocional, era diagnosticado como “histeria”, nombre que se le daba a un malestar que abarcaba todo tipo de síntomas, desde un dolor de estómago o cabeza, insomnio, nerviosismo, mal humor hasta los propios desmayos, debidos, en realidad, al imposible uso del corsé que no las dejaba respirar.

El mundo era netamente patriarcal y los asuntos se arreglaban mediante decisiones de los varones; el resultado: una explícita violencia de género aceptada por los preceptos de la época en términos de “normalidad”. Y es en ese contexto, en medio de un gran desamparo, donde se sitúa Lucia.

Pero su universo no termina ahí, paralelo a ese orden de la realidad existía otro de carácter sobrenatural, plagado de creencias y supersticiones (no olvidemos que la literatura de aquella época contribuía a enfatizar esta tendencia). Esta manifestación de lo sobrenatural se entiende como una vía de escape, es decir, como una manera de explicar la experiencia del horror vivida en lo cotidiano. Ni más ni menos que lo que Lucia padece cotidianamente en el contexto “familiar”.

Esto apunta directamente a la relación con su hermano, un vínculo de sometimiento y vejación, a lo que se debe agregar un padre ausente, una madre muerta y la pulsión anticipatoria de su propia muerte. Este “más allá” oscuro, evocado en las figuras de “fantasmas que anticipan situaciones”, no es más que ese inconsciente que pulsa por salir, por gritar y expresar lo que pasa.

La acción de la ópera sucede en los interiores de una casa. Interiores que guardan todo tipo de secretos, desde recuerdos de infancia hasta torturas silenciosas. Las paredes oprimen y a la vez esconden los horrores que dan cuenta de esos vínculos siniestros y brutales de los actuales habitantes de esta morada: los Ashton.

El paisaje, inhóspito y poco habitable, se ha filtrado en este espacio decadente y abandonado, corrompiéndolo como a casi todo.

Todo está corrompido y las almas están envenenadas de odio y poder. Nadie está exento de este juego macabro en el que Lucia es una pieza de cambio cuyo resultado se presagia funesto. La ruina moral y física está presente tanto en los personajes como en el espacio mismo.

Los primeros acordes lúgubres y amenazantes de la ópera anticipan el “tánatos” adonde la historia que se nos va a narrar se precipita.

Lucia está marcada por una muerte que no puede superar: el fantasma de la madre la visita en sus pesadillas y el luto la acompaña siempre. Su hermano, sin tener en cuenta su pesar ni sus sentimientos, apenas haciéndole caso a sus intereses y a sus violentos arrebatos, “arranca” a Lucia de este luto obligándola a vestirse de novia y a consumar una boda. Sólo así cree éste salvar su situación. La mente de Lucía apenas le permite pronunciar un nombre: Edgardo, esa ventana a través de la cual le llega la luz.

Un casamiento precipitado e improvisado la condena. Lucia no está loca ni su mente es débil, sino que es el borde del abismo a la que fue empujada lo que la hace reaccionar y comenzar a hablar desde el mismo infierno.

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