jueves 18 de abril de 2024 - Edición Nº -1961

Información General | 31 dic 2014

Reflexiones sobre el año que empieza

Editorial findeañera: 2014, un año con más distribución del poder que distribución del ingreso

Empieza un año que va ser movido, conflictivo y desestructurante. Bueno, en fin, como todos los años. Esto es Argentina, aquí la tierra y el cielo se tocan todos los días. Trataremos de analizar los caminos por los que va a transitar la sociedad, la economía y la política. Es un análisis que compartimos con Ud., estimado lector. Ojalá lo estimule para hacer el suyo propio. Y brindar con nosotros.


Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento,
el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella
tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y
cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas
que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas
y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente,
que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas
había que señalarlas con el dedo”. (Cien Años de Soledad)

En la década del 90 parecía que Argentina era un país reinventado. Todo se había vuelto a resignificar: la cultura, la política, y hasta la Historia, que, lenguaraces con chapa de sesudos daban por “terminada”.

Hubo otra generación que tuvo que señalar con el dedo cosas que realmente no existían hasta antes: la Asignación Universal por Hijo (AUH), por ejemplo, o los subsidios al desempleo (que la gente bautizó, a su manera, como “Planes Trabajar”, por un viejo programa ejecutado brevemente por Eduardo Duhalde en épocas de gobernador).

También hubo que ponerle palabras al matrimonio gay, y se le llamó “Matrimonio Igualitario”, y a eso que se mencionaba como “Gente” o “Sociedad” volvió a nombrársela con el hermoso vocablo “Pueblo”.

Y, por ejemplo, se señalaban con el dedo, hasta que tuvieron nombre, otras palabras de la era post menemista: desendeudamiento, nacionalización, delitos de lesa humanidad, y hasta se popularizó el Pa’ lante de Hugo Chávez Frías. Se puso a la altura de los Dioses a la política de unidad latinoamericana, hasta entonces relegada por las relaciones carnales con los EE.UU.

Es decir, cada época, cada etapa política, tiene sus símbolos, y las palabras, sabemos, son potentes significantes simbólicos. Así, al calor del crecimiento electoral del kirchnerismo, y a medida que los cambios en el proceso de consolidación del proyecto K iban echando raíces, se fue naturalizando el rostro de aquella nueva etapa. Y, pobres, hubo muchos que creyeron que los procesos políticos son estampas ideológicas, doctrinarias, y que los avances populares son Pirámides Egipcias destinadas a pervivir por siempre.

Poner la casa en orden. ¿Cuál orden?

La salud presidencial, las revueltas policiales, la inflación, el clima de inseguridad (promovido o espontáneo), pero sobre todo el cachetazo electoral que sufrió el oficialismo trastocaron ese mundo que describimos. Se dirá que el FpV ganó en la suma total de votos. La política no es aritmética. También tiene un potente ordenador, que no es un cálculo porcentual (20, 30, ó 35 por ciento a favor), sino lo que proyecta cada sector como poder “potencial”, o capacidad a futuro de inclinar la cancha a su favor. Futuro: eso vale como oro en política. Se huele, los que saben lo buscan entre los datos de la realidad.

Por eso, lo que se discute en la superestructura política, o analizan los escribas, es dónde están verdaderamente los centros de gravedad que acumulan poder en la Argentina. Y, además, cuál o cuáles de esos centros de gravedad son pasibles de convertirse en el ordenador que supo ser el peronismo en su fase kirchnerista. O sea, cuál centro de gravedad va a influir más que el resto. Esto habla de una realidad que a fines de 2012 no existía.

Los centros de gravedad

El gobernador Daniel Scioli sintió que Dios lo palmeaba cuando la Presidenta le pidió que se hiciera cargo de la campaña. “Ya está, es el ungido, no quedan otros, hay dos o tres deberes que hacer, y el FPV le va a pedir que sea el mascarón de proa de un nuevo proceso que los contenga, con balas de fogueo, o tan sólo parcialmente, y una vez que llegue a la presidencia, hará lo que hicieron todos”, confesó un prominente hombre del gabinete sciolista. “Lo que hicieron todos" es gobernar al resto, no llamarlos para consultarlos ni hacer una asamblea, es una realidad. Duhalde con Menem, Y Kirchner con Duhalde.

Entonces Scioli tiñó todo de naranja, hasta al candidato Martín Insaurralde. Pero todo va muy rápido, de pronto, el “sucesor natural”, se fue desdibujando como único centro de gravedad para que el kirchnerismo prepare el postkirchnerismo. Los gobernadores no sonrieron, y encima Massa instaló otro espacio de acumulación nuevo, y justo en la provincia de Scioli (bueno, en fin, la que gobierna). Como telón de fondo, encima, Jorge Milton Capitanich aparece haciendo de todo en pocas horas, y ocupando el rol de coordinador de la gestión kirchnerista.

Las mil flores

“Que florezcan mil flores” dijo mirando hacia la eternidad Néstor Kirchner. Ocupa un lugar dentro de la fraseología peronista del nivel de “Mi único heredero es el pueblo”. Es una apelación a que las futuras generaciones lleven la bandera del líder, sin coronaciones ni bendiciones para nadie. Pero el ancho callejón del kirchnerismo, luego de la muerte de su líder, se angostó hasta convertirse en un camino en el que para caminar hacia adelante, de golpe, los seguidores del patagónico tuvieron que abonar una sóla flor.

Se acababa el kirchnerismo ancho, y desde el Gobierno se diseñó un dispositivo que en lugar de conducir al resto, intentó dirigir al resto, con recursos, y muy poca política. El que conduce debe ser el más generoso, sino apenas mañata, enlaza, ata, constriñe, y somete para poder conducir. Y hay que mamar mucho conurbano. Ahí, entre esas calles febriles, los sociólogos se pierden.

En ese contexto las fuerzas que agrupan a “los leales” (como se llaman entre sí) de Unidos y Organizados comenzaron la lógica carnicería interna que resultaba inevitable. ¿Cómo juntar fuerzas que compiten entre sí y meterlas en un corralito de artificio?

Las principales corrientes “puras” del kirchnerismo estaban más para entremezclarse con el peronismo real, ese que saca votos, ese con el que se identifica el vecino de enfrente, que para estructurarse con el fin expresar el seisieteochismo que se convirtió en todo un estilo.

Hasta que, llegando este fin de año, el peronismo realmente enraizado en la base territorial nacional avanzó, Cristina puso cuidado en su salud, y un día lo descubrimos a Milton Capitanich haciendo de todo: faltaba que preparara un plato de rizottos con Arguiñano: un fenómeno de hiperactividad.

Pero Scioli juega también, y se sacó un “Diez” en “Conflicto policial”. El Gobernador, pese a todo, sigue siendo un importante centro de gravedad.

Y Sergio Massa llamó a Insaurralde para sacarse fotos que irritaran al mundo K, y mostraran quién ganó: jugó de local (el evento era en Tigre), y escenificó aquello de que “Cristo ama a los arrepentidos”. Y después mostró su Mesa Nacional, y recorrió canales sonriendo como quien vive su mejor momento.

Todos ellos constituyen diferentes centros de gravedad que desplazaron y reemplazaron de a poco el inmenso dispositivo que controlaba todo el peronismo desde Casa Rosada.

También existe un gran porcentaje de argentinos que volvieron al voto no peronista, y así pudimos ver la resurrección de Elisa Carrió, luego de su uno por ciento histórico. Binner tiene fortalezas, pero también debilidades. Depende mucho de la dispersión del peronismo para ubicarse en los escalones más altos. Y debería trabajar mucho para espantar al fantasma de la Alianza. Es gradualista y eficaz, pero todavía está muy verde como política de poder real.

Apuestas

Decir que el año que empieza va a ser de tal o cuál manera es como hacer el pronóstico del tiempo. Una locura. Pero sabemos que mañana no va a nevar. También algo, de lo político,. Podemos animarnos a predecir, o pensar los escenarios verdaderamente posibles.

En primer lugar, nadie duda que el arranque del año va a ser de gran conflictividad social. Los precios suben, y los diagnósticos sobre los porqué son variados.

La inflación tiene múltiples causas, pero así como el kirchnerismo se animó a discutir de cara a la sociedad temas complejos como este (la Ley de Medios, por ejemplo), debería abrir un gran debate nacional sobre la cuestión. Pero sin consignas. Un debate sin seisieteochismos.

Donde puedan hablar, incluso, todos los kirchneristas, sin mordazas. Si una fuerza política pregona profundizar la democracia hacia el interior de la sociedad, no puede *no profundizarla hacia el interior de su propia militancia en dispersión*.

Decíamos que podemos tirar puntas de lo que viene. El pronóstico anuncia para principios de año conflictos sociales de media y alta intensidad (el efecto huelga policial echó más leña al fuego), centros de gravedad en disputa, y muchas paritarias con tormentas fuertes.

Para mayo/junio, se espera que clima mundialista eclipse las noticias políticas, aunque ningún actor vaya a descansar obviamente.

Para el resto del año: la sucesión presidencial. Cuando termine el Mundial en Brasil quedarán tan sólo meses para las PASO que definirán quiénes estarán entre los presidenciables de 2015.

Las gancheras

La política en la Argentina, históricamente, se ordenó desde arriba hacia abajo. En cada pueblo o en cada ciudad, los dirigentes buscan una bandera nacional que los engalane frente a sus electores, es decir, un candidato que los haga ganar en el pago chico.

En la Región las cosas están más claras en casi todos los distritos menos La Plata y Berisso. Allí, en la capital del inmigrante, donde nació el peronismo, la intendencia y el massismo pelean palmo a palmo. En Ensenada, no parece ni por asomo peligrar el alto nivel de consenso que tiene la gestión de Mario Secco.

Pero en el distrito capital de la provincia, la irrupción del massismo y el declive bruerista trastocaron todo. Los seguidores del intendente caminan con un ojo mirando a cada lado: un poco a Scioli y otro poco a Massa.

No es amor. Es necesidad. No es seguro, es posible. Pero algunas pistas hay. La elección de Borghini fue una especie de tributo para granjear simpatías en Tigre. Y se sabe que Bruera no tiene pruritos: si tuviera que saltar el paredón que separa al massismo del sciolismo, lo haría aunque las manos le sangraran.

La experiencia efepeviana es un trauma que los Bruera jamás olvidarán. Les dio sus frutos (sino no gobernarían), pero a un costo altísimo: destrato, humillación y desaires sin límites. Pero no se puede pedir otra cosa después de haber convocado en 2009 al corte de boleta contra Néstor Kirchner.

Es, exageradamente, la lógica histórica del justicialismo más desideologizado y que funciona como aparato autónomo distrital. El chiste dice que una de las 20 verdades peronistas nunca dicha es que “cuando un peronista pierde, debe ser solidario e ir en auxilio de los peronistas ganadores”.

Pero ese camino de escape que intenta tomar el bruerismo también es espinoso. Ya hay un Frente Renovador consolidado en la ciudad. Arteaga, Sarghini, Amondarain, han instalado una propuesta que viene de ganar cómodamente. Cómo podría compaginarse eso, sólo Dios sabe.

Los “puros” de Cristina sueñan con que Capitanich se instale en la agenda cotidiana y logre consenso suficiente como para que el aterrizaje en la cruda realidad del NO poder central y disciplinador, sea lo menos traumática posible.

O que Scioli diga: “Muchachos, esto es para todos”. Pero después de las experiencias fallidas de poder compartido del peronismo, nadie cree en los Reyes Magos. Duhalde seguramente odió más el corte de manga de Kirchner que las políticas de Kirchner. Pero él hizo lo mismo con Menem. Si algo está claro en el manual del peronismo, es que el poder no se comparte, no puede haber dos liderazgos, porque que haya sólo uno es condición necesaria para que haya peronismo triunfante.

Algún día analizaremos este espectro de la realidad, pero subrayémosla, porque si bien merece un análisis demasiado largo para editoriales findeañeras, es un dato determinante: la pelea es como en el juego de la silla, y uno sólo va a ganar.

Peronsimo en modo automático

Dejemos por un rato, estimados lectores, los pronósticos, las apuestas y las preguntas para otra ocasión.

Repasando, dijimos líneas arriba que este año se espera la consolidación de nuevos centros de gravedad y la transformación del peronismo, que de su fase kirchnerista, mutará hacia un modo que aún no termina de fraguar.

No hagan sus apuestas, miren qué lío hay en la cancha. Es año mundialista, así que podemos despedirnos hasta el próximo usando retazos de verba futbolera, ahora que tenemos a Messi y a los muchachos preparando una gran fiesta nacional.

“Este año, con lo feo que se viene, no nos vendría mal un argentinazo en el Mundial”, decía un joven kirchnerista que floreció con Kirchner. Todos saben que pase lo que pase, este año difícilmente sea de cosecha para el Gobierno. Los jugadores de su selección se hablan poco, no juegan colectivamente, y miran todo el tiempo la tribuna. Están muy dispersos en la cancha. Y nadie es capitán indiscutido.

Es que “La política es como el amor”, decía un dirigente de boina blanca, allá por los ’80. “Hay que enamorar todos los días, porque cuando el amor termina, es muy difícil que vuelva”. Metáforas, comparaciones, puntos de vista, tan sólo eso.

De amor se trata. No parecen ponerse en juego países contrapuestos. No hay dolarizadores vs devaluadores como en el 2001. Ahora habrá mejor o peor gestión de un Estado que será administrado desde el centro del espectro político. Habrá que ver qué sucederá con el gran inventario nacional de lo acumulado en la década kirchnerista. Qué queda en pie y qué no.

Es presumible que se mantengan muchos avances de la década. Tienen consenso muy fuerte en la base social el nuevo rol del Estado (más activo), la política de relaciones exteriores, la Asignación Universal por Hijo, la movilidad jubilatoria, y muchas otras.

A veces cuesta asumirlo, pero puede haber cien candidatos y un solo proyecto, matizado con tonalidades, solamente. Es discutible si eso pasa hoy en Argentina, muy discutible. Pero el post primer peronismo, aquel que arrancó con el golpe a Perón en 1955, duró hasta 1976. Con sus variantes, mantuvo un eje de acumulación que sólo la dictadura logró destruir, a sangre y fuego.

La sociedad argentina reclama transformaciones, y sin duda ellas algún día próximo, llegarán. Pero nadie discute la mayoría de los pilares que sostuvieron los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.

El próximo poder centralizado, hegemónico y que ordene la política en los próximos años, no levantará un país de las ruinas. Ese país ya no existe, y nadie se sorprenderá demasiado por lo que venga en el próximo gobierno. Está a la vista, se anuncia, no hay nada tapado. Todo tiene un matiz parecido. Cambian los actores.

Sería bueno profundizar en ese debate. ¿Qué componente ideológico muy diferente tienen Capitanich, Massa o Scioli? ¿Alguno es Perón y el otro es Balbín? ¿Binner representa un socialismo más a la izquierda que el resto, usando la gestión socialista en Santa Fe como vara para medir? Preguntas que sólo usted, estimado lector, le invitamos a que responda.

Nosotros, por un rato, vamos a aflojar y a tirarnos debajo de un árbol a pensar las respuestas. Quizá no tengamos respuestas de manual. Somos periodistas, no traductores de dogmas. Pensamos en Ud. cuando escribimos. En que, esté o no esté de acuerdo con lo que escribimos, sienta que aportamos algo.

Ahora ya nos pusimos más cómodos. La sombra nos relaja. Pensamos en el Mundial. Descansamos un instante imaginario de la política cotidiana. Soñamos a Argentina campeón. Vaya pues, un brindis imaginario con todos nuestros lectores. Sabemos que pese a las diferencias entre argentinos, la celeste y blanca nos une. Brindemos por un mejor año para todos y todas, y por una vuelta olímpica que no pare de dar vueltas por todo el mundo. Salud!

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