martes 16 de abril de 2024 - Edición Nº -1959

Información General | 13 ene 2019

Opinión

Unidad Nacional, un país con inclusión

Por Gildo Onorato, dirigente de la CTEP


A quienes formamos parte de organizaciones de base social, muchas veces, se nos estigmatiza y se trata de deslegitimar nuestra tarea tratándonos de agitadores de una supuesta desestabilización, esquivos al diálogo institucional o directamente de anti democráticos.

Sin embargo, nuestra realidad es bien distinta. Los sectores más humildes necesitamos un país estable con políticas de Estado a largo plazo para superar las crisis cada vez más recurrentes, porque siempre han sido los pobres quienes más las sufren. Así fue en el 89’ y también en el 2001. Son los especuladores, los que viven de la timba financiera los que apuestan a las crisis y a quienes les convienen las instituciones débiles e inestables. Por eso, necesitamos construir un Estado sólido, un país estable y una Patria igualitaria, sin tanta injusticia y desigualdad.

Reivindicamos el diálogo con los distintos sectores de la vida institucional, sean los poderes del Estado o los sectores del mundo del trabajo, la industria y la producción, cualquiera sea su pertenencia política o ideológica, porque el fundamento de esta democracia, que tanto nos costó conseguir, debe ser el debate y el consenso con todos los actores que quieren el bien de la Argentina.

Las propuestas fundamentalistas no deben tener lugar en las fuerzas populares, porque esos son los instrumentos de los señores de la guerra que globalmente están destruyendo el trabajo, la industria y la estabilidad. No somos parte de propuestas mesiánicas que apuestan a la violencia y al caos. Queremos Paz con justicia social.

Reivindicamos la democracia, respetamos la voluntad popular y a todas las expresiones políticas partidarias. Aun cuando no se ha logrado que los sectores más humildes tengan representación plena y acceso a todos los derechos. Por eso, hemos recorrido un camino de unidad con todos los Movimientos Populares que se ha plasmado en propuestas concretas para los trabajadores y trabajadoras de la Economía Popular. Así logramos que el Congreso Nacional apruebe la Ley de Emergencia Social y la ley de Urbanización de Barrios Populares. Y seguimos luchando para que se debatan en el parlamento las leyes de Emergencia Alimentaria, Infraestructura Social, Agricultura Familiar y Emergencia en Adicciones.

Durante estos años de recorrido democrático ha quedado claro que la pobreza no se resuelve solo con crecimiento o mejorando la variable de ingresos. Hemos tenido crecimiento económico en distintos gobiernos y hemos invertido hasta 7% de PBI en políticas sociales, pero los índices de pobreza e indigencia están en un nivel cada vez más alto.

La Economía Popular se abrió paso dentro del descarte social que produce la globalización, la flexibilización laboral, los sucesivos ajustes y las políticas económicas erróneas de las diferentes gestiones. Creando nuevos trabajos, primero como supervivencia y luego apuntando al “buen vivir”, organizándose en un sindicato de nuevo tipo y construyendo una identidad como trabajadores y trabajadoras que luchan por sus derechos básicos. Y por el acceso universal a tierra, techo y trabajo para todos y todas quienes habiten nuestra Patria.

Nuestras organizaciones han estado, están y estarán en todos los barrios enfrentando la desintegración social y la violencia que genera el delito con un trabajo de base que ha sido fundamental como marco de articulación comunitaria en momentos de crisis económica profunda como el que vivimos, junto a clubes de barrio, sociedades de fomento, la Iglesia Católica y otras iglesias.

En definitiva, tener un país estable, fortaleciendo el diálogo y aportando a defender la democracia con justicia social es pensar la Unidad Nacional. El gobierno de Macri ya no puede lograrlo.

Es tiempo que nos despojemos de los prejuicios, y comprendamos que finanzas, industria, trabajo, producción, campo, sindicatos, Movimientos Populares, Feminismos construyamos una salida a la crisis sin condenar a los humildes al olvido.

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