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Información General | 27 feb 2019

Opinión

Tormenta: cuando la gestión se reduce a acción comunicacional

La lógica permanente de gestión de crisis debe mutar a un momento creador. Pasar de cero a uno, refundar las bases de la intervención a partir de la planificación.


Por Jerónimo Guerrero Iraola / Director de Proyectos del Centro de Estudios para la Gobernanza (CEG)

El cambio climático es una realidad. No es ya el insumo de grandes producciones de Hollywood o Netflix, sino una dimensión con la que tenemos que aprender a convivir. En la ciudad de La Plata, en los últimos diez años, hemos sentido el impacto de tormentas que se asimilan a las tropicales: inundaciones, granizo y ráfagas de viento que dejan, los días posteriores, paisajes desangelados.

Lo interesante entonces es dejar de pensar la cuestión en términos de color político, para abordarlo desde una perspectiva de políticas de Estado. Cada vez que suceden estos episodios, Facebook, Twitter e Instagram se llenan de imagenes de dirigentes que muestran, en tono de denuncia, la potencia del agua, árboles caídos, u otras escenas angustiantes. Como en casi todo, la política se reduce a la chicana tuitera.

Es importante que entendamos que este presente, que en algún punto del pasado fue dibujado como el futuro, requiere de gestión no sólo gubernamental, aunque claro es indispensable que desde los distintos niveles de gobierno se destinen recursos (económicos, políticos, culturales e institucionales) para abordar los diversos aspectos que hacen a la cuestión. La repetición al infinito de críticas no resuelve el problema. Necesitamos talento, creación, tecnología y, sobre todo, consensos.

La lógica permanente de gestión de crisis, o mejor, la planificación o previsión de crisis, requiere mutar a un momento creador, pasar de cero a uno (como describe/propone Peter Thiel), de modo tal de desarrollar herramientas que nos permitan entender las dificultades y desafíos que nos propone el cambio climático. Es imprescindible educar a la ciudadanía para que todos y entre todos, aprendamos a cuidarnos, a saber cómo actuar frente a una situación extrema, a crear nuevos lazos de solidaridad. También se requiere (re)pensar las ciudades, los tipos de construcción, los materiales, sistemas de alerta temprana, protocolos, entre tantas otras cuestiones. Todo ello es tecnología, allí reside la gestión inteligente. Para lograrlo, el encuentro es fundamental.

Nos hemos acostumbrado a que los oficialismos inauguren obras hidráulicas. Pero todo, absolutamente todo lo que se ve, se consume, se percibe, son hechos aislados que pretenden inscribirse en una campaña comunicacional permanente. En el medio, las personas sufrimos, tememos, sentimos en carne propia el desamparo estatal. En este punto, la referencia al Estado comprende también población, territorio y poder. Las oposiciones son también parte de esa trama, y al mostrar escenas angustiantes en modo irresponsable contribuyen a generar caos y desesperanza, insumos fundamentales del estado de naturaleza que precede al contrato social.

Con esto no pretendo una acción política complaciente, pero sí una responsable. La ciudadanía padece toda vez que un o una dirigente saca rédito de “la grieta”. La actuación palaciega o el heroísmo de figuras que se ponen “al frente” puede ser muy interesante desde la construcción de relato, pero no será la solución a problemas estructurales. Tenemos que ser capaces de priorizar la gestión, el bien común, por sobre la acción comunicacional. Sólo así empezaremos a encontrar respuestas a los dolores que quedan, que son muchos y muy variados.

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