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Información General | 7 mar 2019

Opinión

Nos cuentan en cifras, pero no somos un número

Por Virginia Rodríguez, concejal de La Plata y docente de la UNLP.


Por qué nos matan. Por qué cada noche, cuando se pone el sol, el espejo de los medios de comunicación que reflejan la realidad diaria nos devuelve una, dos, tres muertes de alguna de nosotras. Cada vez más brutales… más irracionales… Niñas, adolescentes, adultas, no nos igualan las edades pero sí el género. En pequeños pueblos donde se conocen todos o en grandes ciudades en las cuales los vecinos no se identifican entre sí. El mecanismo es similar. Aquí y allá, el engranaje de la rueda que los lleva a matarnos no se detiene. Escuché, o leí, por ahí, que “nos matan porque cada sociedad tiene la violencia que permite, que tolera”. Y nuestra sociedad aún permite que a las mujeres se nos mate. Nos estamos despertando, lentamente…alzando la voz… en un camino que se presenta sinuoso y sin mucho compromiso por parte del Estado.

“La violencia machista es la expresión más brutal de una violencia contra las mujeres” que vivimos todas, todos los días, y que empieza cuando algunas de nosotras ni siquiera nos damos cuenta de ella: cobramos menos, trabajamos en casa, nos da miedo caminar solas de noche y sin embargo nos matan y nos violan infinitamente más… hay una desigualdad en el sistema que está “naturalizada”. Se ve lo físico, se percibe gradualmente que la violencia también puede ser psíquica, pero poc@s tienen en cuenta que también se manifiesta en lo sexual, en lo económico y arrasa de plano la libertad, aniquilando la moral.

Detrás de cada asesinato, de cada violación, de cada agresión, hay una advertencia: algún@s no la ven y a much@s les da miedo. El insulto, la burla, la crítica, la amenaza, el hostigamiento y el desprecio están ahí y sin embargo, no queda claro aún que eso es la raíz de la violencia. Elegir el silencio es, entonces, la alternativa posible. Nos cuentan en cifras pero no somos un número; Una chica menos es una hija menos. Es una madre menos. Es una mujer cuyo futuro ha sido cercenado. Es una vida trunca de una manera bestial, irracional, exenta de toda justificación Y una señal de alarma.

¿Estamos en peligro? Sí, lo estamos. Los feminicidios [la muerte de mujeres por serlo] aumentan y el riesgo también. En 2016 una era asesinada cada 30 horas. La violencia recrudece y aumenta. Han sido relativamente pocos, pero podemos decir que sí hay estudios que dibujan una situación preocupante para las mujeres en América Latina. Un informe del Small Arms Sorvey de 2016 citado por ONU Mujeres dice que, entre los 25 países del mundo con mayores tasas de feminicidios, 14 están en América Latina y el Caribe. Aún así, la institución alertó que existe “un problema con la investigación adecuada y el reconocimiento de la cuestión en muchos países”. Es decir, “que en todo el mundo muchas muertes de mujeres todavía no se contabilizan”.

Otro estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) señaló, con datos proporcionados por los países, que en 2016 un total de 1.917 mujeres de 17 países de la región (14 de América Latina y 3 del Caribe) fueron asesinadas. Pero el organismo advierte: “además de las medidas concretas de prevención, atención, protección y reparación, otro desafío en el camino hacia la erradicación de la violencia contra las mujeres lo constituye precisamente la disponibilidad de información”.

ONU Mujeres tuvo la misma conclusión: “Hacen falta datos de calidad, recursos presupuestarios para la implementación de políticas públicas, continuidad y coordinación en las políticas y planes nacionales, acceso a la justicia con visión de cero impunidad, y un cambio en los patrones culturales patriarcales que naturalizan la violencia contra las mujeres de la región”.

El reloj acelera las agujas que acorralan como espada el tiempo de vida. En 2017, una mujer era asesinada cada 23 horas. Antes de que se ponga el sol o empiece la noche, la asfixia deja sin aire la igualdad de derecho”. En Argentina el Observatorio de Femicidios de Argentina “Adriana Marisel Zambrano”, que depende de la Casa del Encuentro, contabilizó de enero a octubre de 2018, 225 femicidios. Este 2019 nos encuentra con una por día, y al cierre de esta opinión seguramente la cuenta se reduzca. De una manera cruel, feroz, inhumana, atroz. Vuelvo al principio: nos cuentan en cifras pero no somos un número.

Tener menos tiempo, tener menos voz, tener menos espacio, tener menos representatividad, tener menos dinero, tener menos derechos , es parte de la violencia diaria que pasa desapercibida. Pero todas esas desigualdades (intrínsecas de por sí en cada actividad social) forman parte de una misma violencia, la que parte de fingir que la desigualdad es lo natural, y que está justificada por las diferencias. Que son neutras, inofensivas, incuestionables, inamovibles, sagradas, naturales o ancestrales, en definitiva impuestas por años de educación patriarcal, que tienen su consecuencia directa en que un cierto día (sin saber cómo) una de nosotras, una mujer con una familia o pareja “normal”, una vida “normal”, un trabajo “normal” aparezca muerta. Porque es la violencia que mantiene este sistema.

Cuantificar y visibilizar los casos es esencial para impulsar acciones que se traduzcan en políticas públicas, como también es necesario supervisar al Estado para que lleve adelante esas iniciativas.. Según el “Análisis del proyecto de Presupuesto 2019 desde una perspectiva de género: avances y retrocesos para la igualdad” del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), en 2018 al PNA se le adjudicaron unos $50.500.000. En 2019 la partida será de $32.099.395, lo que implica una reducción en términos nominales del 39%, mientras que en términos reales representa una caída del 55% para este año que comenzamos.

En tanto, el Instituto Nacional de las Mujeres (INAM) recibirá en 2019 $234.394.881, que si bien representa un 11% de aumento en términos nominales, si se tiene en cuenta el promedio de inflación empleado por el Poder Ejecutivo en la elaboración del presupuesto (34,8%), implica una caída del 18% en términos reales, comparados con los $211.500.000 millones de pesos que recibió en 2018. También sufrirán recortes las líneas de atención telefónicas dependientes del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, líneas 137 y 0800-222-1717.

Necesitamos que las campañas de desnaturalización de la violencia se repliquen en cada ciudad, en cada provincia, a nivel nacional. Hay que capacitar al personal de la justicia en atención sobre la perspectiva de género y la violencia.

Por eso la violencia machista es la principal causa de muerte en las mujeres entre quince y cuarenta y cuatro años. En todo el mundo. Más que el cáncer. Más que las guerras. La violencia machista no es invencible, no es normal, no va a estar ahí siempre. Por eso necesitamos la igualdad. Entenderla, asumirla propia, considerarla nuestra. Romper con la naturalización impuesta hasta ahora. No es un camino sencillo pero estamos en él, abriendo los ojos y fundamentalmente, partiendo en dos al silencio a partir de la palabra. No hay igualdad sin equidad, y a ello apuntamos.

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