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Información General | 30 mar 2019

En abril

Llega a La Plata una imperdible muestra con fotos inéditas del Roldolfo Walsh militante

Rodolfo Walsh fue un intelectual destacado y comprometido en distintas dimensiones. Como periodista y escritor inauguró una nueva corriente que se abrió paso en todo el mundo. Como militante abarazó al peronismo e integró activamente la organización Montoneros. Luego creó la Agencia de Noticias Clandestinas (ANCLA) para sortear la censura impuesta por la dictadura. En esta muestra que llegará en abril a La Plata se exhibirán fotos inéditas de sus viajes a Cuba.


Del 8 al 26 de abril en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo (122 y 60) se exhibirá estará la muestra fotográfica “Rodolfo Walsh: el guerrillero”, que muestra imágenes desconocidas del reconocido periodista y escritor en Cuba. Estas fotos fueron exhibidas por primera vez a fines del 2017 en la Casa Rodolfo Walsh de Capital Federal.

La muestra tendrá lugar en el marco del “Mes por la Memoria” que organiza el Frente Natural, conducción del centro de estudiantes. La presentación será el 8 a las 14 horas.

La muestra fue curada por el fotógrafo Marco Bufano y el antropólogo Fernando Miguel Pepe que contó que fue Lilia Ferreyra la última compañera de Rodolfo quien les facilitó las fotos inéditas a Bufano para su resguardo.

“Hay que entender que tanto Rodolfo como miles de ciudadanos comunes se unieron para luchar en contra de la dictadura genocida más feroz que sufrió nuestro pueblo, y se enfrentaron a ella con todas sus fuerzas, en el caso de Rodolfo con su pluma, la carta a la junta le costó la vida pero también empuñó las armas y murió peleando hasta el último minuto como antes que él su hija Victoria”, señaló Pepe a Info BLANCO SOBRE NEGRO.

Las fotos con las ametralladoras fueron tomadas en Cuba entre enero y febrero de 1968 más otras 8 que forman parte de la muestra. La que apunta a la cámara fue capturada en 1970. En total son 26 fotos, con algunos retratos de su último viaje a Cuba en 1974.

Rodolfo Jorge Walsh: El guerrillero

“Los antiguos se complacían en cantar a la naturaleza, ríos, montes, humo, nieve y flores. Es preciso armar de acero los versos de este tiempo. Los poetas también deben saber combatir”
Ho Chi Ming

Rodolfo Walsh ha sido siempre caracterizado como un destacado militante, periodista, escritor y traductor, pionero en la escritura de novelas testimoniales como Operación Masacre y ¿Quién mató a Rosendo? Él y su obra representan un ícono en la lucha contra el terrorismo de Estado: su Carta a la Junta Militar, su ineludible testamento político.

Sin embargo, su actividad en Montoneros es un tema que generalmente ha sido relegado al olvido por sus admiradores, bastardeado por sus detractores, y por el cual también es necesario y justo recordarlo.

Gran admirador de la Revolución Cubana y de los procesos tranformadores de América Latina, pero sobre todo de sus amigos Francisco "Paco” Urondo y Jorge Ricardo Masetti, ambos periodistas comprometidos con la lucha revolucionaria que dieron su vida por el ideal de una sociedad más justa al igual que su amada hija Vicki.

“Yo empuñé las armas porque busco la palabra justa” es, quizá, la frase más famosa de Francisco Urondo, hijo de una dialéctica que no discernía la acción de la palabra. “Fue un hombre de armas y de letras en un momento en que el mundo parecía estar ahí de dar un vuelco”, refiere David Viñas sobre Urondo, pero bien le habrían servido para describir a Walsh.

“Poética, en griego, quiere decir acción”, afirmaba Urondo, en 1973, en una entrevista. “En este sentido, no creo que haya demasiadas diferenciaciones entre la poesía y la política (…) Por la poesía, por la necesidad de usar las palabras en toda su precisión y significación he llegado al tipo de militancia que ahora tengo”.

Cuando el 17 de junio de 1976, con motivo de una encerrona de fuerzas conjuntas de la policía y el ejército, asesinan en Mendoza a Paco Urondo con tan solo 46 años, Rodolfo Walsh traza un esbozo de su vida, que bien podría ser también de la suya, e es la introducción de esta muestra fotográfica que nos lo muestra en la Cuba del 1968, entrenándose para su futuro como combatiente guerrillero, y en momentos de intimidad con Lilia, quien generosamente nos delegó para su resguardo este tesoro invaluable para la memoria colectiva.

“Mi querido Paco:

Me han pedido que escriba una semblanza tuya. Es lo último que yo hubiera querido escribir, pero me doy cuenta que es necesario que alguien empiece a decir algo de tu hermosa vida, antes que otros, con más capacidad, puedan estudiarla junto a tu obra. Lo primero que me acude a la memoria es la frase de un poeta guerrillero checo, al que mataron los nazis, que dejó escrito: “Recuérdenme siempre en nombre de la alegría”.

Para nosotros, Paco, la alegría era muchas cosas de cada día: la compañera, la hija, el hijo y los nietos, un truco, un verso, una ginebra. Pero más que nada era una certidumbre permanente, como una fiebre del día y de la noche que nos hace creer que vamos a ganar, que el Pueblo va a ganar.

Es en nombre de esa última alegría, la que vos no viste y yo no sé si voy a poder ver, que te escribo. Tal vez por ahí me salga la semblanza. Te lloramos, hombres y mujeres, quién podría no llorarte. Llegaste a los cuarenta años con la pasta de los grandes escritores, que no es más que una forma de mirar y una forma de escuchar, antes de escribir. El problema para un tipo como vos y un tiempo como éste, es que cuando más hondo se mira y más callado se escucha, más se empieza a percibir el sufrimiento de la gente, la miseria, la injusticia, la crueldad de los verdugos. Entonces ya no basta con mirar, ya no basta con escuchar, ya no alcanza con escribir.

Pudiste irte. En París, en Madrid, en Roma, en Praga, en la Habana, tenías amigos, lectores, traductores. Podías sentarte a ver desfilar en tu memoria el ancho río de tu vida, la vida de los tuyos, volcarlos en páginas cada vez más justas, cada vez más sabias.

Preferiste quedarte, despojarte, igualarte a los que tenían menos, a los que no tenían nada. Lo que era tuyo era fruto de tu esfuerzo, pero igual lo consideraste un privilegio y lo fuiste regalando con una sonrisa.

No te hacías ilusiones sobre la supervivencia personal. En todo caso, estabas preparado para la muerte, como las decenas de muchachos y muchachas que se juegan diariamente en una pinza, en una operación.

Era el fin de una parábola. Son los pobres de la tierra, los trabajadores secuestrados, los torturados, los presos que fusilan simulando combates. Son las masas las que van a sepultar a tus verdugos en el tacho de basura de la Historia. No soy quién para decir cuál fue tu mejor libro, tu mejor cuento, la mejor línea de tus poemas. Pero pienso que tu obra literaria, tan inseparable de tu vida, nos va a ayudar a resolver esa pregunta tan trillada sobre lo que puede hacer un intelectual revolucionario.

Puede hablar con su pueblo y de su pueblo poniendo en ese diálogo lo mejor de su inteligencia y de su arte; puede narrar sus luchas, cantar sus penas, predecir sus victorias. Ya eso es suficiente, ya eso justifica. Pero vos nos enseñaste que no le está prohibido dar un paso más, convertirse él mismo en un hombre del pueblo, compartir su destino, compartir el arma de la crítica con la crítica de las armas. Gracias por esa lección.

Rodolfo Walsh, julio de 1976.

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