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Información General | 25 ago 2013

Entrevista exclusiva

“Evita fue la razón de mi vida”, confiesa su compañera de lucha Blanca Ibarlucia

Está a punto de cumplir 91 años. Es madre de 3 hijos y acompañó a Evita en la Ciudad Infantil, en la campaña por el voto de las mujeres y en la organización del Partido Peronista Femenino


La voz se entrecorta bastante del otro lado del tubo; habla con dificultad, pero la voluntad supera a la enfermedad: “Ahora que hizo un poco menos de frío, me siento apenas mejor”, aclara Blanca Ibarlucia, “Blanquita”, como la llaman cariñosamente sus amigos.

Soslaya sus momentos de recaída. Intenta no mostrarse débil. Y esa quizás, sea la principal enseñanza indeleble que le haya dejado en vida Evita, su compañera de trabajo y militancia a fines de la década del 40.

La mujer que nació en noviembre de 1932 en Almagro, en el seno de una familia tradicional, de padre socialista amigo de Alfredo Palacios, Lisandro de la Torre, Irineo Leguisamo o Carlos Gardel mantiene el mismo espíritu batallante que en los años en los cuales defendía los derechos femeninos y reclamaba el voto de las mujeres.

Considerada “prostituta” por sus “notables amigas” que aceptaban el casamiento impuesto por los padres, y dejada de lado por su familiares cuando se separó del hombre con el que se había casado, Blanquita, una rebelde en potencia, encontró en Evita la razón de su vida.

Yo estaba abandonada por mi familia. Tenía bastantes conflictos personales. En aquella época, tener dos hijos y estar separada estaba muy mal visto. Entonces, decidí escribirle una carta a Evita, pidiéndole ayuda. Me contestó inmediatamente y me recibió en su despacho. Sin recomendaciones de ningún tipo me dijo: “Te voy a solucionar el problema”. A partir de ese momento, dije La vida por Evita.

Han pasado más de 60 años de la última vez que Blanquita vió con vida a la Abanderada de los humildes. No importa el tiempo, en su carne, en su espíritu, en su vida está, Eva está más viva que nunca.

Por suerte estuve varios años cerca de ella. Me permitió tener un trabajo y mantener los dos hijitos. Colaboré mucho tiempo en la “Ciudad Infantil” cuidando a los niñitos descamisados.

Siempre se lo confieso a Cristina Álvarez Rodríguez, su sobrina nieta: creo que ese lugar es el que más amó Evita. Porque hizo realidad que unos chicos desposeídos tuviesen todo. No era un asilo, era un lugar precioso. La comida era rica, la ropa nueva, y los nenes eran felices. Creo, que con la Ciudad Infantil, ella trataba de restaurar lo que nunca pudo tener.

BSN: Usted que conoció la intimidad presidencial: ¿Cómo era la relación entre Eva y Perón?

*BI*Ella llegaba temprano a la Fundación y se iba a cualquier hora. Una vez estábamos nosotras, las colaboradoras, y llega el general Perón al despacho y le dice: “Negrita cuando vas a dejar de trabajar”. Ella, flaquita, se deja abrazar por él con esas dos manos grandes, y le responde: “Mi General no hay tiempo”. Yo me acuerdo tanto de eso. Ella estaba dando su tiempo, su vida.

BSN: ¿Perón sintió que perdió a una gran compañera cuando falleció Eva?

BI Sí, totalmente. La muerte de Evita dejó sin un gran pilar a Perón. Creo que mucho de los disparates que hizo el General pasaron porque estaba solo, porque ella no estaba. Yo creo que él, después de la muerte de Eva, no sabía qué hacer con su vida. Ellos se amaban. Y eso de que decían que él la usaba eran mentiras. Perón la admiraba, la apoyaba. Era una Santa.

Blanca, con casi 91 años de vida, del otro lado del tubo telefónico pide permiso para cortar el hilo de conversación. En su cabeza, hay algo que nunca puede entender y confiesa que también se lo ha contado a Cristina, la sobrina nieta de Evita, que actualmente es ministra provincial, en el gabinete del gobernador Daniel Scioli.

Otra de las cosas que siempre me he preguntado es acerca del encuentro de Eva con el Papa. Qué habrán hablado, y en ese sentido no creo que haya estado bien que el cura confesor no lo diera conocer.

Blanca hace referencia a la gira que inició Evita por Europa en 1947, acompañada del padre jesuita Adrián Benítez, su confesor, y que le permitió estar más de 64 días recorriendo distintos países. Del encuentro con el Papa Pio Xll, que duró tan sólo 15 minutos, nada se conoce.

A partir de ese viaje, ella fue otra mujer. El Papa la debe haber visto iluminada. Eva vino cambiada de ese viaje. No volvió a ser lo mismo. Empezó a dejar su vida en la Fundación; hasta cambio su imagen. Todas las fotos que tenemos de ella con el pelo estirado y el trajecito empiezan luego de que vuelve de Europa.
Blanca, la mujer que afirma que Evita cambió la historia y la vida de las mujeres también hizo lo suyo en Perú, su segunda patria. Luego de la caída de Perón en 1955 y de los años de la resistencia peronista que lograron que el General regresara al país en 1973, la familia de Blanca estuvo a punto de ser asesinada por la Triple A, el grupo armado que dirigía el oscuro personaje José López Rega. Se exilió en Perú junto a su esposo y trasladó las ideas feministas al país hermano creando la organización Flora Tristán, de la cual hoy es madrina.

A punto de cumplir 91 años, la mujer que trabajó en la Ciudad Infantil, que fue participe de la campaña para lograr en el Congreso la sanción de la ley que permitía el voto de las mujeres y que fue una fiel colaboradora de Eva en el armado del Partido Peronista Femenino, disfruta de sus 3 hijos, de los nietos y de Alfredo, su compañero de la vida.

BSN: ¿Se acuerda cuando fue la última vez que la vio?

Creo que fue el día del Renunciamiento a la Vicepresidencia de la Nación. Fue tan doloroso, que lloramos todos. Obvio, que lloramos mucho más con su muerte, porque sabíamos que ella era irremplazable.

BSN: ¿Usted estaba al tanto de que ella no aceptaría?

Yo no sabía. Todos estábamos muy ansiosos para que ella aceptara. En ese entonces, era muy jovencita para saber los entretelones que hay en la política y sobre todo las traiciones. Las acusaciones que se le suelen hacer a Perón no tienen justificativo, pero creo que él, en ese momento, sabía que Evita se moría.

La angustia del recuerdo, y de la historia que no fue si Evita hubiese aceptado ser vicepresidente de la Nación, duelen en el alma de Blanquita y se expresa en su voz cada vez más entrecortada: “Creo que ese renunciamiento de Evita lo hizo para salvar al país y a Juan, como le decía ella. Tenía muy en claro que todos sus camaradas le iban a hacer el golpe de Estado si ella aceptaba lo que el pueblo quería. Los inmundos traidores a la patria, nunca pudieron decir que robó, ni que fue corrupta. Ella se ocupada de todo”.

Curiosidades de la historia, definiciones del destino, casualidades de la vida, ese 22 de agosto de 1951, fue el último día que Blanquita vio a Evita. La negativa de la “abanderada de los humildes” a integrar la fórmula presidencial Juan Domingo Perón-Eva Duarte dolió en el alma de los trabajadores que aguardaban ansiosos la confirmación del cargo. También, los representantes de la Confederación General del Trabajo (CGT), que la habían propuesto a Evita para la vicepresidencia, no fueron ajenos al sablazo de aquella decisión. Aunque el desamparo, que luego provocaría la muerte de Evita, no era el mismo, los trabajadores igualmente lloraron.

 

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