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Información General | 25 mar 2014

Ícono de los años 80

Un 26 de marzo moría Miguel Abuelo, líder de "Los Abuelos de la Nada" y mito del rock argentino

El 26 de marzo se cumplen 14 años de la muerte de Miguel Abuelo. Pero el tercer mes del año no fue uno más en su vida, pues había nacido un día 21, en 1946. Su muerte deja un espacio vacío y se hace notar en quienes admiramos no sólo su música, sino también su poesía y su ejemplo.


Fue y vino, y yendo y viniendo aportó magia, poesía y canciones inolvidables al denominado rock argentino. Se cumplen catorce años de la muerte de Miguel Abuelo, un grande de verdad, de esos que aún no han sido reconocidos como corresponde.

Marzo es especial en la vida de Miguel Ángel Peralta, su nombre y apellido original. En ese mes nació, en ese mes del 81 regresó a la Argentina para continuar la leyenda de Los Abuelos de la Nada y en ese mes del 88 se fue de este mundo. Los recortes periodísticos de entonces juegan más a apostar sobre la causa de muerte (sida, pichicata, etc.) que a juzgar cuán grande fue como músico y cuánto aportó a la cultura nacional en general.

“Seducido por pecar y por pecar” cantaba en la primavera del ’86 desde “Semental de Palermo”, en el disco “Cosas Mías”. En esa canción la voz de Miguel alcanzaba un esplendor que muy pocos músicos actuales pueden jactarse de tener. Lástima que ese trabajo con diez canciones muy buenas había nacido medio mal parido.

Era imposible no compararlo con los de la primera parte de los años 80, cuando el grupo estaba integrado por Andrés Calamaro, Cachorro López, Gringui Herrera, Polo Corbella, Gustavo Bazterrica y Daniel Melingo. “Los abuelos de la nada”, “Vasos y besos”, Himno de mi corazón" y “En el Ópera” pueden figurar tranquilamente entre lo mejor que dio el rock en este país.

Pero después de haber llenado el teatro Ópera en el ’85, Calamaro se alejó de la banda con unos cuantos hits en su mochila (“Mil horas”, “Sin gamulán”, “Costumbres argentinas” y más) y le siguieron los otros músicos. Miguel se quedó solo pero continuó moviéndose como un chico inquieto, de esos que siempre buscan ir a más.

Disconforme y sacando pecho a la situación, hizo un nuevo disco que iba a ser su segundo solista. Armó otra banda (estaba el legendario Kubero Díaz y continuaba Polo Corbella) y cuando llegó el momento de poner la carne en el asador se despachó con que se trataba de otro trabajo de “Los Abuelos de la Nada”.

Los años de esplendor del rock post Malvinas habían quedado en la memoria colectiva y Miguel tenía que lidiar con una nueva propuesta. Se notaba la diferencia musical entre “Cosas mías” y sus precedentes; se sentía que los músicos no eran los mismos. Pero en esta ocasión Miguel era responsable 100 por 100. Y presentó buenas canciones y mejores letras, aunque no todas fueron difundidas. “Padre soltero” o “Región dura” son temas muy buenos.

“Vivió en 42 años lo que uno no va a vivir en 80”, comentó una vez Miguel Zavaleta, el líder del ya disuelto Suéter, otro grupo de aquellos años. Fue en un documental sobre Abuelo que se presentó en el otoño del ’95 en Museo Rock.

Hijo de una mujer tuberculosa, vivió los primeros años en el Preventivo Rocca. Hizo de todo hasta que a fines de los ’60 sacó de la galera “Los Abuelos de la Nada”, cuya frase recordó del libro “El banquete de Severo Arcángelo”, de Leopoldo Marechal: “Padre de los piojos, abuelo de la nada”.

Dos meses después ya estaban grabando. En 1968 “Los Abuelos de la Nada” grabaron un simple con los temas “Diana divaga” y “Tema en flu sobre el planeta”. Siguieron otras canciones y otros nombres: Pappo y Claudio Gabis entre ellos. Miguel finalmente dejó todo y se largó a recorrer Europa. Allí estuvo con su íntimo amigo Cachorro López y con Miguel Cantilo.

Hicieron festivales callejeros que tuvieron un gran éxito de curiosos, como recordaba Abuelo enentrevistas posteriores. Nació su hijo, a quien bautizó Gato Azul, y siguió viviendo intensamente.

En el ’81 Cachorro López fue quien lo llamó para decirle que se venía “una grande en Argentina”. Con varios kilómetros recorridos, volvió y rearmó a “Los Abuelos”. Era la época de Serú Girán, Virus, Zas, GIT y otras bandas.

Pero “Los Abuelos de la Nada” generaban alegría y éxitos. “No te enamores nunca de aquel marinero bengalí” fue tal vez el primer hit oficial de la nueva era, aunque la canción se venía escuchando en el circuito under. Apadrinados por Charly García, no tardaron en llegar al Coliseo, a Obras y al Luna Park.

También estuvieron en Vélez, cuando se hizo el recordado festival Rock and Pop con Inxs y Nina Hagen, entre otras figuras internacionales. En esa presentación, y en medio de incidentes, Miguel Abuelo entonó “Himno de mi corazón” con la sangre corriéndole por la cara por un monedazo que le había arrojado alguien del público. Así era Miguel.

En medio del goce por el éxito de “Los Abuelos de la Nada”, en 1984 se hizo tiempo para grabar “Buen día, día”, su trabajo solista. A nivel musical, las diferencias con lo que venía haciendo eran abismales, pero esto no quiere decir que el disco haya sido malo. Todo lo contrario.

Ahí regrabó “Mariposas de madera”, una poesía ejemplar en la que alterna la voz de su hijo. Y como cierre está la canción que da título al trabajo y que posee una letra larga y magistral, una especie de lección de vida o resumen del pensamiento de Miguel.
La época de “Cosas mías” fue cuesta arriba. Volvió al Ópera pero ya no era lo mismo: la convocatoria había disminuido considerablemente.

Calamaro y sus ex compañeros andaban en sus propios proyectos y Miguel presentaba a “Los Abuelos” donde podía, como por ejemplo “Feliz Domingo para la juventud”, con Silvio Soldán, o el recordado ciclo “Sábados de la bondad”, con Leonardo Simons.

En silencio, el grupo se fue apagando junto con la vida de su líder histórico. El 24 de febrero del ’88 se iban a presentar en el Velódromo pero Miguel ya no andaba bien de salud y hubo que suspender. Después lo internaron en la Clínica Independencia, en Munro, donde lo operaron y murió a los dos días.

“Lo dejaron solo” dijo tiempo después Gato, cuando recordó aquel episodio triste de su vida y refirió a quienes estuvieron al lado de su padre. Fue su hijo quien casi diez años después intentó rearmar el grupo pero sin Miguel Abuelo, obviamente, no son “Los Abuelos de la Nada”. En otras palabras, “Los Abuelos de la Nada” son Miguel Abuelo.

Con la muerte de Miguel quedó un espacio vacío no sólo en el rock argentino sino en la memoria y el corazón de quienes admiramos su intensa obra. Miguel fue un tipo irrepetible. Pero por fortuna, quedan sus canciones para alegrar nuestros recuerdos.

Tuvo sus merecidos homenajes post-mortem. En el Hard Rock, hace algunos años, Andrés Calamaro, Gustavo Bazterrica y otros volvieron a juntarse para cantar y recordar a Miguel; el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires inauguró a mediados de los 90 la “Plazoleta Miguel Abuelo”, en Palermo, el barrio en el que vivía; y hace días no más, en La Falda, Córdoba, se le puso “Miguel Abuelo” a una calle.

“Los misiles jamás nos devolverán la alegría. La música, sí”, dijo una vez. Y cuanta falta hace su música en estos tiempos.

Gentileza: Alejandro Duchini (Paralelo 35)

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