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Información General | 23 jun 2014

OPINIÓN - Brasil 2014

Contradicción constante

Análisis del partido que el domingo disputaron nuestro seleccionado nacional frente a Irán. Por Marco Ciappina.


El equipo que todos pedían. Los jugadores adecuados para liquidar con una goleada el trámite que significaba el partido contra Irán. Así salió a la cancha el equipo argentino, con todas sus estrellas aglomeradas en ofensiva dispuestas a lucirse. Nadie se imaginaba lo contrario. Nadie salvo Carlos Queiroz y sus once iraníes, que jugaron el partido de su vida y hasta pudieron ganarlo.

Messi, otra vez irreconocible durante 90 minutos, se salvó de las críticas con otra genialidad en el último instante del tiempo agregado. En la misma tónica de lo impensado, los puntos más altos del equipo argentino fueron los dos jugadores más cuestionados de este ciclo: Marcos Rojo y Sergio Romero.

Tener al mejor jugador del mundo significa justamente esto, ganar un partido que parecía escaparse junto a la seguridad de la clasificación a octavos. Un destello de magia para poner el resultado en orden y las cosas en su lugar. Pero lo que no va a poder volver a su lugar, son las uñas de cada uno de los hinchas argentinos que se vieron, de repente, inmersos en un sufrimiento que no imaginaban padecer hasta dentro de diez días. Porque los “cuatro fantásticos” no aparecieron, el funcionamiento colectivo no pudo vencer el cerrojo defensivo dispuesto por el rival y en un par de llegadas, Romero debió lucirse para evitar una derrota catastrófica.

Pero tener al mejor del mundo también significa armar un equipo a su alrededor. De hecho el mayor cuestionamiento a Sabella en el partido anterior fue el sacar de la formación inicial a Higuaín y Gago, claves, en boca del mismo Messi, en el juego asociado con Lionel. Aunque comenzó bien el partido, luego de padecer la fuerte marca de los iraníes y tras algunas jugadas frustradas, se cayó completamente. El mayor problema se da, entonces, cuando el “10” desaparece de la cancha como pasó el sábado.

Cuando no se muestra, cuando no corre, cuando, sin saber bien porque razón, agacha la cabeza y mira el piso. Por lo tanto, si el planteo está hecho en base a su juego, no le queda otra opción que estar más activo. Debe hacerse cargo de su rol, de la capitanía y de la camiseta que lleva puesta.

Claro está, la mayoría del resto de los jugadores tampoco jugaron bien. En cuanto a los delanteros, ni Agüero ni Higuaín pesaron en ataque. Imprecisos, estáticos, lejos estuvieron de su nivel habitual. En el mediocampo, el pasador por excelencia, Fernando Gago, tampoco tuvo su mejor partido.

Junto a Di María y Mascherano, sus compañeros en ese sector de la cancha, hicieron demasiado lenta la circulación de la pelota, un factor primordial para un funcionamiento dinámico y peligroso para el rival. De los cuatro defensores el mejor, por lejos, fue Marcos Rojo. De ida y vuelta constante fue siempre una alternativa en ataque y logró ejecutar, cada vez que estuvo en posición ofensiva, varios centros certeros que ninguno de los delanteros, intrascendentes, supieron aprovechar.

Párrafo aparte merece Sergio Romero. El jugador más criticado en la previa de la Copa del Mundo, evitó la caída con un par de atajadas brillantes. Se dijo de todo en los últimos meses. Se cuestionó que no llegaba con continuidad en su equipo, que no tenía categoría, que era el punto más flojo del equipo. Hasta se lo chicaneó con frases como: “que se ponga las manos”. Pero el fútbol demostró una vez más que lo que importa es lo que sucede dentro del campo y que los que saben, por suerte, son los que trabajan en este deporte y no los que opinan cómodamente desde un sillón.

Al mismo tiempo, no se puede negar la labor del conjunto iraní. A la hora del análisis previo un grave error fue seguramente el de ignorar su primer partido del torneo. Un equipo que propone un juego ultra defensivo pero que lo ejecuta con mucha precisión. Conscientes de sus limitaciones, tienen una idea clara que, convencidos de la misma, saben llevar a cabo. Frente a nuestra selección, bloqueó todos los caminos por los que argentina intentó atacar y tuvo, en un par de contras bien elaboradas durante el segundo tiempo, clarísimas chances para ponerse en ventaja. No pudo con la inspiración del mejor de todos, pero estuvo cerca.

Argentina fue Messi una vez más, y al mismo tiempo no lo fue. Ganó y padeció por él. El equipo fue la contradicción entre tener al mejor del mundo y su intrascendencia. Claro está el éxito depende de él y su talento, y por lo tanto de su mayor participación y compromiso con el juego. Él es el margen entre salir campeón o no, pero para eso, en partidos posteriores deberá ser otro. Con semejante gol sobre el final, cargado de magia y de su esencia, las críticas pueden parecer inútiles, pero claramente no lo son. En lo que viene no alcanzará con lo hecho hasta ahora y es la esperanza de todos que aparezca en todos su esplendor.

Por Marco Ciappina
@MarcoCiappina

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