viernes 19 de abril de 2024 - Edición Nº -1962

Información General | 25 jun 2014

Por Jorge Sarghini

Opinión: "El costo de la impericia"

Jorge Sarghini es diputado provincial por el Frente Renovador. Es un dirigente de perfil técnico. Fue el padre intelectual de los Patacones, la cuasi moneda que en plena crisis de 2001 salvó a la Provincia rompiendo el corset de la ley de convertibilidad. Con Antonio Cafiero, Sarghini fue director de Asuntos Fiscales; con Eduardo Duhalde fue, sucesivamente, secretario de Finanzas, jefe de asesores del ministerio de Economía y ministro de Economía bonaerense luego de la salida de Jorge Remes Lenicov. Durante el año más duro de la crisis, 2002-2003, con Duhalde presidente y Roberto Lavagna ministro de Economía, fue designado como secretario de Comunicaciones de la Nación y luego, como secretario de Hacienda nacional. Desde diciembre de 2003 hasta julio de 2005 fue presidente, en la gobernación de Felipe Solá, del estratégico Banco Provincia.


(*por Jorge Sarghini, presidente del bloque del Frente Renovador de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires)

El viernes pasado desde el Monumento a la Bandera, la presidenta anunció, ante la sorpresa de toda su militancia, que dio instrucciones a Economía para negociar con los fondos buitre y le pidió públicamente al juez Thomas Griesa condiciones adecuadas para que la Argentina pueda cumplir con el 100 por ciento de sus compromisos. Sólo unos minutos antes el gobernador de Santa Fe, Antonio Bonfatti, fue abucheado por la militancia K porque pidió negociar, tal como luego lo confirmó la mandataria. Todos quedaron sorprendidos ya que fue un giro de 180 grados respecto de horas previas, cuando se habló de extorsión, y a pesar de que los ministros aseguraban que había una estrategia, dejaban la duda abierta sobre qué actitud tomaría finalmente el gobierno. Una vez más quedó demostrado con claridad que al gobierno lo supera la realidad, porque si la decisión de la Corte de Estados Unidos no sorprendió a la Presidente –como ella dijo- parece que sí a su equipo, que se limita a correr detrás de los cambios de posición de su jefa.

Los próximos días serán claves para salir del riesgo de default, evitar posibles embargos de activos argentinos y garantizar el pago del 30 de junio a los bonistas que aceptaron oportunamente el canje, pero las negociaciones serán muy duras. En el nuevo escenario planteado hay que hablar de una demanda inmediata de aproximadamente 1.500 millones de dólares de los acreedores que fueron a juicio, y a futuro de una cifra que oscila entre los 15 y 20 mil millones de dólares. Todo como consecuencia del repudiable accionar de los fondos buitre, que muestran la cara más salvaje del capitalismo financiero, y de un fallo controvertido, pero también del deficiente accionar de un gobierno que nos ha defendido mal y ahora nos perjudica a todos.

Cuando se logra negociar exitosamente el 92,4 por ciento de la deuda, como sucedió en 2005 y 2010, no puede desconocerse el riesgo que se corre con el 7,6 por ciento restante, que puede hacer caer el todo, porque ante la realidad puede tomarse cualquier decisión, menos ignorarla. El juez Griesa, antes del fallo, había dejado puertas abiertas para ofertas que nunca se concretaron, sino que por el contrario fueron el eje de un discurso político exitoso internamente para el gobierno – “a los buitres ni un dólar ” – pero que ahora colocará al país ante una situación muy compleja, que exigirá un tratamiento profesional que el gobierno no ha demostrado tener hasta el momento.

La presidenta siempre destaca que esta deuda no fue contraída por su gestión o la de su esposo, y eso es cierto, pero no es menos cierto que por su propia impericia en el manejo de la situación comprometerá la gestión de sus sucesores en el poder y de la economía de todos los argentinos. Los errores de cálculo oficiales y la falta de profesionalismo también quedaron en evidencia en las recientes negociaciones por los fallos en el CIADI, con Repsol por YPF y por las deudas con el Club de Paris, que no deberían haberse demorado y habrían arrojado mejores resultados para el país si se hubiesen realizado en una situación de mayor fortaleza.

Finalmente, cabe destacar que el fracaso no se limita al tratamiento de la deuda, porque además el país está sufriendo la peor combinación macroeconómica: recesión con alta inflación. Este esquema no sólo no genera nuevos puestos de trabajo sino que va destruyendo los existentes, deteriora la distribución del ingreso y aumenta la pobreza. A este estado de cosas también se llega por falta de pericia y no se ve una política clara que haga pensar en una salida de este estancamiento o en una baja de la inflación. Demasiados problemas sin solución para un ciclo al que sólo le quedan unos 500 días.

El viernes pasado desde el Monumento a la Bandera, la presidenta anunció, ante la sorpresa de toda su militancia, que dio instrucciones a Economía para negociar con los fondos buitre y le pidió públicamente al juez Thomas Griesa condiciones adecuadas para que la Argentina pueda cumplir con el 100 por ciento de sus compromisos. Sólo unos minutos antes el gobernador de Santa Fe, Antonio Bonfatti, fue abucheado por la militancia K porque pidió negociar, tal como luego lo confirmó la mandataria. Todos quedaron sorprendidos ya que fue un giro de 180 grados respecto de horas previas, cuando se habló de extorsión, y a pesar de que los ministros aseguraban que había una estrategia, dejaban la duda abierta sobre qué actitud tomaría finalmente el gobierno. Una vez más quedó demostrado con claridad que al gobierno lo supera la realidad, porque si la decisión de la Corte de Estados Unidos no sorprendió a la Presidente –como ella dijo- parece que sí a su equipo, que se limita a correr detrás de los cambios de posición de su jefa.

Los próximos días serán claves para salir del riesgo de default, evitar posibles embargos de activos argentinos y garantizar el pago del 30 de junio a los bonistas que aceptaron oportunamente el canje, pero las negociaciones serán muy duras. En el nuevo escenario planteado hay que hablar de una demanda inmediata de aproximadamente 1.500 millones de dólares de los acreedores que fueron a juicio, y a futuro de una cifra que oscila entre los 15 y 20 mil millones de dólares. Todo como consecuencia del repudiable accionar de los fondos buitre, que muestran la cara más salvaje del capitalismo financiero, y de un fallo controvertido, pero también del deficiente accionar de un gobierno que nos ha defendido mal y ahora nos perjudica a todos.

Cuando se logra negociar exitosamente el 92,4 por ciento de la deuda, como sucedió en 2005 y 2010, no puede desconocerse el riesgo que se corre con el 7,6 por ciento restante, que puede hacer caer el todo, porque ante la realidad puede tomarse cualquier decisión, menos ignorarla. El juez Griesa, antes del fallo, había dejado puertas abiertas para ofertas que nunca se concretaron, sino que por el contrario fueron el eje de un discurso político exitoso internamente para el gobierno –“a los buitres ni un dólar”- pero que ahora colocará al país ante una situación muy compleja, que exigirá un tratamiento profesional que el gobierno no ha demostrado tener hasta el momento.

La presidenta siempre destaca que esta deuda no fue contraída por su gestión o la de su esposo, y eso es cierto, pero no es menos cierto que por su propia impericia en el manejo de la situación comprometerá la gestión de sus sucesores en el poder y de la economía de todos los argentinos. Los errores de cálculo oficiales y la falta de profesionalismo también quedaron en evidencia en las recientes negociaciones por los fallos en el CIADI, con Repsol por YPF y por las deudas con el Club de Paris, que no deberían haberse demorado y habrían arrojado mejores resultados para el país si se hubiesen realizado en una situación de mayor fortaleza.

Finalmente, cabe destacar que el fracaso no se limita al tratamiento de la deuda, porque además el país está sufriendo la peor combinación macroeconómica: recesión con alta inflación. Este esquema no sólo no genera nuevos puestos de trabajo sino que va destruyendo los existentes, deteriora la distribución del ingreso y aumenta la pobreza. A este estado de cosas también se llega por falta de pericia y no se ve una política clara que haga pensar en una salida de este estancamiento o en una baja de la inflación. Demasiados problemas sin solución para un ciclo al que sólo le quedan unos 500 días.

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