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Información General | 27 jun 2014

OPINIÓN - Brasil 2014

Raíces y esperanza

Análisis del partido que el miércoles disputó nuestra selección frente a Nigeria. Por Marco Ciappina.


El tercer partido de la fase de grupos se presentaba como un compromiso inevitable antes de jugar por los octavos de final, y aunque se debía asegurar el primer puesto al menos con un empate, el clima se presentaba, inclusive desde los propios hinchas, bastante distendido.

La única preocupación pasaba por observar si el equipo podía mejorar de una vez por todas y despejar todas esas dudas, nuevas e inesperadas, que se habían generado tras las dos primeras presentaciones. Lo cierto es que Argentina derrotó a Nigeria por tres a dos desplegando el juego ofensivo que todos esperaban con un Messi pleno, una baja sensible y una curiosidad de Lavezzi.

Y si bien los cuestionamientos que se venían haciendo quedaron obsoletos, volvieron a aparecer las preocupaciones a las que estábamos acostumbrados, que, siendo un terreno ya conocido, inquietan mucho menos.

Sabella decidió no realizar cambios con respecto al planteo contra Irán, buscando afianzar el funcionamiento de un equipo que era en los planes el ideal para la siguiente fase. Otra vez en cancha los tres delanteros y Di María, Gago al lado de Mascherano y los cuatro defensores de siempre.

De arranque nomás, sin dejar que Nigeria se acomode en la cancha, Messi capitalizó un rebote dentro del área tras una jugada entre Mascherano y Di María. Otra vez Lionel, que pareciera tener toda la suerte que no lo acompañó el mundial pasado.

Esta vez el diez estuvo mucho más activo y participativo, se hizo cargo del equipo en ataque e intento generar constantemente ocasiones de gol. Lo preocupante, otra vez, fueron sus socios en la delantera.

Higuiaín y Agüero, si bien entraron mucho más en juego producto de la movilidad del mismo Messi, estuvieron lentos, imprecisos e ineficaces en la definición. En un intento de explicar las causas de su bajo rendimiento, podríamos atender al modo en que finalizaron la temporada ambos jugadores. Lesiones e inactividad producto de malas recuperaciones, fueron las razones por las cuales no terminaron jugando con continuidad en sus clubes y llegaron disminuidos a la concentración argentina previa a la cita mundial.

Con el empate casi instantáneo del conjunto africano, las falencias defensivas quedaron otra vez en evidencia. La explicación es sencilla. Un equipo directo como el argentino, que no entretiene la pelota sino que realiza la transición defensa-ataque lo más rápido posible y con mucha gente, queda inevitablemente expuesto.

Teniendo en cuenta también que no contamos con los centrales más experimentados del mundo y que los laterales no llegan a cerrar muchas veces a tiempo, producto de sus subidas constantes y de una inferioridad numérica en la marca al no contar con volantes externos, el rival se ve tentado a atacar sin restricciones. Guste o no, estos defensores, son los mejores que tenemos.

Messi, brillante, le dio lujo a la tarde con un tiro libre exquisito adelantando a la Argentina otra vez en el marcador y a partir de allí el primer tiempo se fue diluyendo en intensidad. No se puede dejar de destacar al mejor del mundo, que esta vez sí lo fue y con creces. Fue el que todos esperamos, activo, inquieto, encarador y atrevido. Jugó en todo su esplendor.

En el segundo tiempo el empate trajo de vuelta preocupación. El último pase antes del gol del nigeriano Mosa fue de Fernando Gago, tal vez el que más problemas tuvo en la marca. El inconveniente más importante en este periodo pasó por el medio campo y su función a la hora del retroceso.

Tanto Mascherano como Gago, intentaban recuperar la pelota rápidamente en campo rival para evitar los contragolpes antes que reagruparse, una decisión como mínimo arriesgada si no se realiza con total efectividad.

En varias oportunidades ambos volantes centrales salieron lejos a cortar, uno después del otro, y perdieron. Las características de los dos, a la vista de todos, varían y en este caso el que queda más expuesto es el jugador de Boca. Mascherano, con una vocación defensiva impresionante puede recuperarse y reubicarse, y hasta correr mano a mano al jugador que traslada la pelota hasta quitársela. Pero Gago no, no lo siente y no lo hace. Quedó varias veces mal parado y exponiendo a los defensores.

A pesar de dichas falencias, el ataque seguía generando numerosas llegadas y el partido era controlado por nuestra selección. La revelación de los últimos partidos, Marcos Rojo, obtuvo su premio y marcó el gol que sellaría el resultado, que hubiera sido ideal de no ser por la lesión de Agüero, que al parecer se perderá el resto del mundial. En su lugar ingresó Ezequiel Lavezzi mostrando un nivel muy alto. Rápido, punzante, peligroso y entendido con sus compañeros, dejó cierta sensación de alivio en torno a la baja sensible del “Kun”.

Llamativamente una particular actitud de Lavezzi repercutió igual o más que el gol de Messi luego de terminado el partido. El “Pocho” mojó a Sabella mientras tomaba agua y este último, compenetrado, le daba indicaciones. El técnico argentino no pareció darse cuenta en ese momento, pero la prensa y las redes sociales lo reprodujeron al instante. Se habló de falta de respeto y poca autoridad del entrenador, aunque no parece ser el tratamiento más adecuado. Los pormenores de la relación de Sabella con los jugadores, y específicamente con Lavezzi, los desconocemos.

No se pueden dar por sabidos los códigos que entre ellos manejan en la intimidad, y debemos remitirnos a la parte que vemos: el campo de juego. Dentro de él, el jugador cumplió con las indicaciones, corrió sin ahorrar fuerzas y jugó para ganar dejando todo de sí. Eso es respeto por él mismo, por el entrenador y por sus compañeros. Y es el que nos importa.

La selección volvió a la senda que esperábamos transitara desde un principio. Con las virtudes y las falencias que ya conocíamos y estábamos acostumbrados. Tal vez por eso, las críticas luego de este último partido cesaron y primó el argumento de que “se jugó bien”.

Se jugó mejor, pero sobre toda las cosas como se venía jugando antes del mundial. Apostando al golpe por golpe. De la forma que conocíamos y confiábamos, a pesar de las deficiencias, nos permitiera llegar lejos en la competencia. Ahora empieza otra cosa, un partido que puede significar estar más cerca de la gloria o de la despedida. El rival a vencer: Suiza.

Por Marco Ciappina
@MarcoCiappina

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