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Información General | 8 jul 2014

OPINIÓN

Policías Robocop, ojalá fuese una fantasía de carnaval

El nuevo equipo de la policía brasileña en pleno Mundial. Por Agustina Ugolini, Socióloga y Magíster en Antropología Social, becaria doctoral de CONICET-UNQ


No es un disfraz de carnaval. Es el nuevo equipamiento del Batallón de Policiamiento en Grandes Eventos que “asegura” las calles de Rio de Janeiro en el presente mundial de fútbol. Con ustedes, en la foto adjunta, la nueva parafernalia con que los policías militares contienen, gestionan, administran (y cualquier otro verbo edulcorado que crea conveniente la Secretaría de Seguridad) los posibles disturbios urbanos. Desde el uso gradual de la fuerza hasta este traje de Robocop llegó la evolución de las políticas de seguridad brasileñas.

En 2011 conseguí visitar un entrenamiento de las fuerzas especiales en Río de Janeiro, el Batallón de Operaciones Especiales BOPE. A las 8 de la mañana estaba en el campo de entrenamiento para observar cómo comenzaba una nueva jornada en el cuartel. Tres años después, viendo los acontecimientos previos al inicio del Mundial de Fútbol 2014 entiendo mejor el contexto al que apuntaban los ejercicios que hacían en aquel entonces los efectivos.

Según los datos que me presentaron cuando me recibieron en el cuartel, desde 2008 las tropas de las fuerzas de élite de operaciones especiales y de choque (BOPE y BPChq, a las que desde enero se suma el Batallón de Policiamiento de Grandes Eventos- BPGE) crecieron en cantidad de efectivos, así como fueron mutando en sus anunciados objetivos: de la irrupción violenta en las favelas hacia una política de pacificación de zonas conflictivas, expresada principalmente en el Programa de UPPs.

El día que visité el cuartel comenzaba una nueva capacitación donde los cursantes analizaban casos con tomas de rehenes, se leían noticias periodísticas revisando críticamente cómo se habían narrado los hechos, especialmente la actuación policial, y luego se indagaba en los detalles registrados en documentación oficial sobre el operativo y el proceso judicial correspondientes.

Me llamó la atención que tres de los cinco casos analizados eran de turistas secuestrados en circunstanciasen que se desplazaban en medios de transporte público o privado. En los ejercicios, observaban cómo había sido la actuación policial en cada caso, y el enfoque privilegiaba el aprendizaje de nociones de uso gradual de la fuerza. Al estudio de casos se sumaban la lectura de la legislación pertinente, y su discusión hasta en el más mínimo detalle: qué pueden hacer, entre qué márgenes de legalidad pueden moverse en su accionar y qué está definitivamente prohibido.

A la tarde, después del almuerzo con abundantes arroz y feijão, llegó el momento del entrenamiento físico, que consistió en la práctica de distintas tomas de artes marciales. Según el entrenador, la formación en estas técnicas también se vinculaba a una nueva orientación de los batallones de operaciones, inscripta en el paradigma del uso gradual de la fuerza. Mientras los agentes practicaban técnicas de jiu jitsu el entrenador me explicaba que esa disciplina les daba herramientas para actuar bajo presión. “Son técnicas que requieren mucha concentración, control de los impulsos violentos, y eso es útil en momentos de gran tensión como los disturbios civiles urbanos, donde no queremos recurrir a la fuerza letal”.

La semana siguiente fui invitada a un seminario que dictaba un profesor norteamericano, especialista en operativos de seguridad en grandes eventos. El contenido abordaba lo que el disertante denominó gestionar y controlar a las multitudes, señalando la relevancia de producir información de inteligencia para anticipar posibles disturbios, de contar con eficientes equipos de comunicación y prensa para “vender seguridad”, y otras estrategias supuestamente útiles para el objetivo que explicitó como “identificar posibles actos o actores de vandalismo, y atentados que interrumpan el desenvolvimiento de los grandes eventos”.

Tres años después, a pocos días de haber iniciado el Mundial, leí en los medios de comunicación brasileños que mientras el Ejército se preparaba para actuar en otra tarde de manifestaciones del pueblo brasileño, en el cuartel del BPChq los policías hacían una demostración para agentes del FBI y la policía de Los Ángeles y de Chicago, donde simulaban la detención de un manifestante en una protesta.

La demostración formaba parte de un curso de “Doctrina de Control de Disturbios Civiles” que realizaron las policías estadounidenses y el FBI en Río, para transmitir su experiencia en las manifestaciones de Black blocs en Seattle durante 1999 en el evento de la OMC, movimiento a cuya versión brasileña se atribuyó la amenaza de convertir el mundial en el mismísimo averno.

Nuevamente la agenda policialista y militarizada de EEUU importada a nuestras realidades, mediante un FBI que ayuda a perfeccionar a las fuerzas represivas de los países latinoamericanos y a preparar a sus miembros con las últimas técnicas de represión.

Por Agustina Ugolini

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