jueves 28 de marzo de 2024 - Edición Nº -1940

Información General | 11 jul 2014

BRASIL 2014

Viviendo nuestra propia historia

Después de 24 años, Argentina se enfrentará en una final de la Copa del Mundo. Nota de Marco Ciappina.


Ya no entiendo nada. Creí tener en claro lo que era el fútbol. Supuse conocerlo, mirarlo, analizarlo y hasta enseñarlo. Pero hoy me doy cuenta que no. Que hay más. Cosas que no sabía que podían pasar y están pasando. Tal vez alguna vez intenté imaginarlo, pero les juro que no se parece en nada a la realidad.

Me quedo pensando qué es lo que pasa, por qué nos ponemos así. ¿Es para tanto?, y se me cae una lágrima más. Es una sensación que me atraviesa cada vez que pienso en lo que sucederá el domingo. En la final del mundo. Nuestra final del mundo.

Es un juego, pienso. Son veintidós tipos corriendo atrás de una pelota, vuelvo a repetirme intentando, inútilmente, encontrarle una explicación a tanta emoción incontrolable. Nunca lo creí, ni cerca estuve de hacerlo. Amé el fútbol desde que tengo conciencia y lo hago parte de mi vida día tras días, pero nunca me pasó algo similar.

Será porque es la primera vez, puede ser. Pero veo a los que ya lo vivieron y la piel se me eriza aún más. La explicación que busco, creo, va más allá de la pelota. Porque he llorado por un partido, por una derrota y muchas veces. Pero en las victorias siempre me puse feliz. Sonrisa, euforia. Ahora es distinto.

Maxi convirtió el último penal y me puse a gritar, como loco, desaforado. Cinco, diez, veinte segundos. Supuse que ahí terminaría la descarga y vendría el disfrute. Esa era la rutina, pero no. Los ojos comenzaron a humedecerse. Miré a mi alrededor y nadie quedaba excepto. En la televisión, el relator ya no tenía voz. Se quebraba. Estábamos todos iguales.

En el día después se me hizo imposible no escuchar cada uno de los relatos de las distintas radios, y la escena se repite. Lo hago y empiezo a llorar. Me queda grabada una frase: “*pasaron 24 años*”. Y tal vez algo empiece a entender.

Hace 24 años yo no había nacido. Una vida entera, la mía, y la de tantos otros. Con sólo imaginar cuantas cosas pueden haber cambiado se me aclaran un poco más las ideas. Otro relator, entre lágrimas, solloza: “¡éramos pibes!”. Comienzo a comprender.

Los mundiales son tan especiales porque son pocos. Pasan cada cuatro años. Pensalo, cuatro años. Demasiado tiempo. Y así, tan únicos y aislados, quedan marcados a fuego. Porque marcan momentos, porque algo estabas haciendo cuando ganaste ese partido. Porque algo te pasaba cuando gritaste ese gol. Y te vas a acordar.

Esa mezcla entre lo eventual y la unión, lo hace todavía más especial. Porque todos alientan por lo mismo. Todos quieren el mismo objetivo. Parece magia. Y pasa tan de vez en cuando que no te lo olvidás. Porque es tan lindo y tan corto. Porque te abrazas con el que amas y con el que no conocés. Porque te acordás de tu viejo, de tu vieja, de tu hermano. De tu abuelo. De una novia y de esa novia que no te podés olvidar. De un amigo. De tu mejor amigo. De todo lo que te pasaba aquella vez que estaba jugando Argentina. Porque si le preguntás a cualquiera dónde estaba en la final del ’90, seguro se va a acordar.

Y ahora me toca a mí. Nos toca a nosotros. Es la primera vez y por eso no entiendo nada. Pero ahora sé, y creo estar seguro, de por qué se me cae una lágrima cada vez que me lo pongo a pensar. No es el partido. No es la incertidumbre del resultado ni la pasión futbolera. No. Es la certeza de que nunca me lo voy a olvidar. De que este instante va a ser eterno. De que voy a recordar, junto con Messi y Mascherano, a mis seres más queridos y a los momentos que acompañaron este mundial. Es la seguridad de saber que en algún momento, como el relator, voy a decir: “éramos pibes, en la final de Brasil”.

Por: Marco Ciappina

@MarcoCiappina

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:
Más Noticias