Nueve días después de iniciada la operación Margen Protector con un balance de más de 300 palestinos, en su mayoría civiles, y un soldado israelí muertos, el Gobierno de Binyamin Netanyahu ha lanzado la ofensiva terrestre sobre la franja de Gaza.

Oficialmente, para acabar con los túneles que presuntamente esconden los misiles que Hamás dispara contra Israel. También para evitar que estas excavaciones sirvan para la improbable finalidad de infiltrar terroristas en territorio israelí.

El resultado no será otro que el de demostrar el poderío de Israel, causar más muerte y destrucción, pero no logrará acabar ni con Hamás por muy debilitado que esté el movimiento, ni menos aún con la causa palestina porqué si Israel se otorga el derecho a la defensa, este derecho también lo tienen los palestinos.

Por ello, las armas no resolverán el conflicto. Deben ser la política y la diplomacia y deben hacerlo desde una posición de justicia que no manipule la historia.

Llegados a este punto, tras el fracaso de las negociaciones para un alto el fuego mantenidas en El Cairo entre representantes de Israel y de Hamás, cabe pensar que una mediación exterior que pueda reconducir la casi irreconducible situación es harto difícil e improbable en un futuro inmediato.

Con Barack Obama EEUU ha perdido poder de presión y de negociación para un fin pacífico mientras el Ejército israelí sigue obteniendo de Washington financiación para la puesta a punto de medios militares defensivos altamente sofisticados, como el escudo que localiza e inutiliza las decenas de misiles lanzados desde la franja, además de material ofensivo.

Esta grave crisis pilla a la Unión Europea con su diplomacia en fase de mudanza, en plena puja entre los miembros sobre quién debe ocupar el puesto que va a dejar vacante la, por otra parte ineficaz, británica Catherine Ashton.

La Unión Europea (UE) debe ocuparse además de otro frente que se le ha reabierto de forma trágica como es el conflicto de Ucrania, conflicto en el que desde el principio la Unión no ha sabido encontrar su papel, y ha evidenciado en público las discrepancias entre sus miembros.

El silencio de los países árabes es ensordecedor. Y Tony Blair, enviado especial desde el 2007 del llamado cuarteto (UE, ONU, EEUU y Rusia) para Oriente Próximo, ni está, ni se le espera.