viernes 19 de abril de 2024 - Edición Nº -1962

Información General | 3 ago 2014

Ante la retirada parcial israelí en algunas z

Pocos palestinos se animan a volver a sus hogares

La población sigue atemorizada pese al repliegue de tropas israelíes en el norte de la Franja. Ataque a la Universidad de Gaza


Cuando las explosiones se escucharon hasta el puerto de Gaza , lo que saltó por el aire no fueron los cohetes que el gobierno de Israel afirma que se esconden en los sitios que sus aviones bombardean, sino miles de hojas de libros y cuadernos de notas que flotaron hasta el suelo con cadencia fatal.

La madrugada de ayer no fue la primera vez que la Universidad Islámica de Gaza es atacada por la fuerza aérea israelí: el antecedente se produjo a la medianoche del 28 de diciembre de 2008, cuando las bombas destruyeron 74 laboratorios dedicados a especialidades como la microbiología y las ciencias ambientales.

Ahora, los vigilantes dijeron no poder precisar aún las áreas dañadas, pero el edificio principal mostraba un inmenso boquete en su parte central superior, producido probablemente por un misil de gran potencia, y otras construcciones tenían huellas de menor tamaño, similares a las que provocan los cohetes que lanzan los drones.

A juzgar por la bibliografía esparcida en la explanada, los destrozos tienen un carácter multidisciplinario: uno era “El impacto de usar juegos en la enseñanza de gramática para alumnos de 10º grado”; otro, “Estilística. Una introducción”; los había también de matemáticas, de administración de empresas y de periodismo. Además de cuadernos de apuntes, hojas de exámenes con anotaciones de alumnos y marcas de profesores, casi todo en inglés.

Si acaso hubo cohetes, lanzaderas o algún tipo de armamento del grupo islamista Hamas, fue retirado antes de que empezaran a llegar los medios. Colocados sobre una mesa, los únicos artilugios de destrucción visibles eran los restos de algunos de los proyectiles disparados por el ejército.

Los encargados rieron cuando se les preguntó si creían que Israel tenía motivos para sospechar que ahí se escondían armas. No se podía esperar que dijeran que sí. Pero el incidente de 2008 sugiere que tal vez eran honestos.

Luego de una pesquisa, la Misión de Investigación de las Naciones Unidas sobre el Conflicto de Gaza informó que los destruidos “eran edificios civiles y educativos”, y que no halló “ninguna información sobre su uso militar o su contribución a un esfuerzo militar que los hubieran hecho un objetivo legítimo”.

El peor castigo no lo estaba recibiendo Ciudad de Gaza, en el norte de la Franja, sino Rafah, la población sureña fronteriza con Egipto. Es la zona donde desapareció o fue capturado el teniente segundo Hadar Goldin, y en la que las fuerzas israelíes impusieron una especie de estado de sitio, en medio de ataques que anteayer dejaron unos 200 muertos.

“Estamos todos encerrados en nuestras casas”, dijo por teléfono un alumno de la Universidad Islámica que estaba con su familia en Rafah y pidió no revelar su nombre. “El ejército ha dado la orden de que no saquemos ni la nariz por la ventana y que todos los coches en movimiento pueden ser destruidos. Algunos de mis vecinos se han arriesgado a ir a buscar comida, porque no hay. Pero, para nosotros, el miedo es más fuerte que el hambre”, añadió.

En contraste, los bombardeos en el Norte tienen la intensidad de rutina y, de hecho, se produjo una sorpresa: a las 14 (hora local) se difundió un comunicado que anunciaba que las tropas se habían retirado de Beit Lahiya y de Jabaliya, dos distritos de los que se había expulsado a la población a cañonazos. Ahora, Israel permitiría el retorno a los hogares.

Pocos quisieron hacerlo de inmediato: en dos experiencias previas, una de ellas el mismo día anterior, personas que habían tratado de aprovechar las treguas para ir a ver cómo estaban sus casas habían sido abatidas.

Hacían falta agallas para transitar por un camino que, en gran parte, transcurría a la vista de los tanques de guerra, emplazados en los puntos altos y apuntando.

“Sé que es peligroso”, dijo el taxista Ouda al-Wajd. “No confío en los israelíes, pero no quiero seguir viviendo en el refugio, en una escuela para 200 alumnos donde nos hacinamos 3000 personas.”

Los pocos vecinos (todos hombres, porque las mujeres todavía no habían ido) estaban ansiosos por mostrar los daños de sus casas: algunas estaban desplomadas en el suelo, otras habían sido golpeadas por cohetes que entraron por una pared y salieron por otra atravesando el par que había en medio, y llevándose lo que encontraron, como camas, sillones y personas.

Querían transmitir también su indignación porque la mayor parte de su ganado (cabras, ovejas, conejos y aves) había muerto: de sed, quemado por explosiones, a balazos. E incluso había patos y gallinas pisoteados.

“Aquí somos todos beduinos”, dijo Ouda. “No hay Hamas, no hay OLP [Organización para la Liberación Palestina]. Sólo somos gente pobre”.

Fuente: La Nación

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