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Información General | 27 ago 2014

Este viernes

Adelina Alaye presentará su libro "La marca de la infamia" en el Rectorado de la UNLP

Será a partir de las 18.30 en el Aula Dardo Rocha del Rectorado de la UNLP, en el marco de la conmemoración del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas (30 de agosto)


El evento está organizado por la Dirección General de Derechos Humanos de la Universidad Nacional de La Plata. La reconocida Madre de Plaza de Mayo Adelina Alaye hará la presentación oficial de su libro “La marca de la infamia.Asesinatos, complicidad e inhumaciones en el cementerio de La Plata”.

De la presentación participarán Julián Axat, Director del Programa de la Procuración General de la Nación; Verónica Cruz, Directora General de Derechos Humanos de la UNLP; Florencia Saintout, Decana de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP) y Matías Moreno, Director Nacional de Formación de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.

INFOBLANCOSOBRENEGRO entrevistó a la autora con motivo de su enorme investigación durante los años de dictadura, que fue declarada por la UNESCO como “Registro de la Memoria del Mundo".

Esta segunda edición de su libro logra poner luz a las prácticas violentas e ilegales en las que incurría la dictadura militar para esconder a sus víctimas.

ENTREVISTA

A Adelina Dematti de Alaye le secuestraron a su hijo, Carlos, el 5 de mayo de 1977. Él iba en bicicleta a la casa de una pareja amiga, en Ensenada, cuando lo detuvieron en calle Bossinga a la altura de México. Sólo varios años después Adelina pudo conocer los detalles de la detención ilegal de su hijo.

Junto a las Madres y a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), logró reunir una extraordinaria cantidad de documentos sobre la dictadura que la UNESCO declaró “Registro de la Memoria del Mundo”.

Habitante y militante en una de las regiones más castigadas por la represión, Adelina estampó su investigación en “La marca de la infamia”: asesinatos, complicidad e inhumaciones en el cementerio de La Plata.

¿Cómo comenzó su investigación sobre el Cementerio?

Después de mi declaración en el Juicio por la Verdad, se acercaron 9 jueces al Cementerio, y ahí nos encontramos a un ex sepulturero que me habló y se presentó a declarar. Él nos fue acompañando y calculamos, de acuerdo a los libros, que habría unas 60 tumbas NN, y de pronto habían otros que, aún pasado el tiempo, no los habían pasado a “osario”. No sé cuál sería el sistema, pero sí se puede explicar con claridad que todo esto pudo ser así por la firma de los certificados de los médicos. Ellos firmaban, le daban legalidad al asesinato, se sepultaban ‘humanamente’ en el cementerio con un certificado de NN, pero sabiendo perfectamente quién era cada uno de ellos.

Luego de las inundaciones del 2013, la necrópolis local volvió a ser noticia por notables irregularidades. A partir de un allanamiento, se pudo conocer que habían 2 cadáveres con la misma identidad y varios otros cuerpos en estado de descomposición, mojados o compartiendo espacio con restos de animales. “Si cuando se hizo la denuncia en 1998 las autoridades hubieran tomado medidas, verificado, puesto en funcionamiento una morgue como merece un ser humano que ha perdido la vida, no hubiera ocurrido esto. Porque es exactamente lo que se percibía en el accionar de la dictadura”, asegura Adelina.

Cuando vino en septiembre del 1979 la Comisión de la OEA, un grupo que habíamos comenzado en el 78 a reunirnos clandestinamente (algún padre, un par de madres, gente que no tenía víctimas en su familia pero sí cerebro y sensibilidad) nos habíamos constituido en filial de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. A nivel nacional, la Asamblea funcionaba desde diciembre del 75: se había creado a raíz de lo que ocurría con la Triple A; nunca pensaron que iban a tener un genocidio por resolver. Cuando vino la OEA hicimos un informe sobre el Cementerio y quien leyó el documento fue el Dr. Tolosa, abuelo de los mellizos recuperados…él ni alcanzó a conocerlos.

A raíz de eso seguimos. Empezamos a bucear y en un momento dado, en la comisión me dicen ‘Adelina, vos ocupate de lo del cementerio’. La mayoría de los certificados que después presenté en el 98 los conseguí con el inicio de la democracia, pero habíamos ido acumulando desde antes: habíamos hecho informes, y se los presentamos por ejemplo a la Agremiación Médica.

“Cuando empieza el período democrático, tan chiquitito todavía…” Adelina quiere narrar una de sus mil historias, pero algo la traba. “Yo con 87 años, es la primera vez que vivo 30 sin un golpe de Estado. Cuando tenía 3 años ocurrió el primero, que proyectó todos los que vendrían después. Es en 1930, con una gran culpa de la Corte Suprema de la Nación, que da por válidos los decretos de los golpistas. Esa ha sido siempre una puerta de apoyo para los siguientes golpes. Fue un error histórico…o no un error, una intencionalidad”, reflexiona.

¿Cómo recibieron la democracia después de todas las atrocidades que venían denunciando?

Cuando comienza Alfonsín en el período constitucional, es también cuando empiezan las discordias entre las Madres, que mientras apuntábamos al sólo objetivo de recuperar a nuestros hijos no teníamos diferencias. La propuesta de Hebe era que quería una bicameral, pero yo nunca la apoyé.

Adelina recuerda una vieja anécdota que le contaba su madre. Un periodista de Chivilcoy, vecino de la familia, fue apresado por la Policía en su condición de afiliado y militante de la UCR. Cuando en la comisaría se enteraron de que vendría “la bicameral”, trasladaron al detenido y luego de torturarlo lo liberaron en un descampado con unas monedas en el bolsillo. Obviamente, la comisión bicameral nunca pudo cumplir su investigación.

Yo creo que Alfonsín hubiera querido llegar más lejos. No pudo. La CONADEP tuvo un valor histórico importantísimo…pero lo que nos desconcertó fue el Juicio a las Juntas. Fue único en el mundo, se constituyó el tribunal y se dispuso el tratamiento de 700 casos. Pero (los militares) todavía estaban muy fuertes. Mi decepción es que Alfonsín no haya dejado escrito cómo fueron las presiones y todo eso, creo que le quedó en el tintero. No alcanzó a valorar, o a decir ‘tengo a la gente de mi lado y me pongo a fondo’. Pero… hay que estar ahí.

En esos vaivenes de la política, los grupos defensores de los DD.HH. se dividen, y La Plata queda como movimiento. No adhiere ni a la Asociación ni a la Línea Fundadora. Es la Ciudad con más víctimas de la República, por lo tanto con más Madres que más rápidamente salimos a la calle. Yo soy la segunda madre que se reúne en Buenos Aires…la semana anterior había ido Hebe. Era el primer encuentro, nada de marchas ni de otras cosas, era sentarse en un banco y hablar ‘de cuidado’ con la que estaba ahí. Eso fue el 30 de abril del 77. Carlos desaparece el 5 de mayo y yo, después de hacer la denuncia a la APDH, la conozco a Juanita (Pargament). Me hizo esperar y después me dijo ‘me arriesgo a hacerle una invitación’. La reunión se hizo en la Iglesia San Francisco, en Capital Federal.

Cuando Adelina se presentó a la segunda reunión, la puerta de la Iglesia estaba encadenada y varios uniformados apuntaban detrás de unos monolitos hacia el atrio. Una señora “haciéndose la tonta” le dice que la reunión se pasaba a una plaza. El jueves siguiente y durante muchos más, las reuniones clandestinas se hicieron en esa plaza. En general, hablaban de a dos y con la mayor precaución posible.

¿Cómo avanza tu investigación a partir del 83?

En plena instalación del gobierno radical, el día del aniversario de Carlos, 5 de mayo, me despierto a la madrugada y hago unos afiches en una hoja. Pegué una fotito de él, todo a mano con dirección y teléfono explicando la desaparición de mi hijo. Pedía que me contaran qué vieron, qué había pasado con él. Al lunes siguiente me toca el timbre un señor, y me dice ‘Usted es la señora que dejó un mensaje en mi casa’. Yo le contesto por el portero eléctrico que sí, que era yo.

El hombre era un abogado que tenía su estudio a una cuadra de la casa de Adelina. Había presenciado todo, y un 7 de mayo a las 4 de la tarde se reunieron en Tribunales. Le contó los terribles hechos que había visto hacía varios años sobre la calle Bossinga, y después lo declaró en el juicio. “Me dijo cosas muy duras”, recuerda de hace 30 años esta Madre Ejemplo. Adelina ya había presentado un hábeas corpus ante el juez De La Serna, un marino conocido por quemar “libros subversivos”. El hábeas quedó sin resolución.

Nosotros queríamos la anulación de las leyes de autoamistía, y los abogados de la APDH decían que había que trabajar sobre eso, porque era probable que un próximo gobierno las sacase. Son derogadas y nosotros pedimos un Juicio por la Verdad, un juicio internacional que solamente busca la verdad de la persona que ha sido apresada. Fue el único en la República en tratar varios casos y no sólo un particular. Yo declaro en noviembre del 98, hablo de todo lo del cementerio y los medios difundieron todo… empezaron a llamar a los médicos y sólo nos quedó uno, que supuestamente habría firmado el certificado por mi hijo.

Ese médico no se presentó y, cuando lo llamaron en el 2011, dijo que necesitaba tiempo para pensar, para recordar. Eso provocó el enojo de Adelina, que le escribió al Juez una extensa carta. “Podrá no recordar detalles, pero de un médico que fue formado para cuidar y curar, que se encuentre con asesinados en esas condiciones… ¿se podrá olvidar? Yo estoy segura de que no han olvidado ni un solo caso. Y que más de una vez no podrán dormir por eso”.

Entre algunas cosas que a Adelina le faltaron en su archivo, constan 23 de los 24 cuadernos del cementerio con datos clave sobre los fallecidos. Cada cuaderno soportaba 1.800 datos. Según ella, el Dr (Néstor, médico policial) De Thomas los había retirado del cementerio y los jueces nunca los encontraron. Como consta en el libro, un empleado de la necrópolis aseguró que los hicieron quemar.

¿Pudieron encontrar datos útiles en ese único cuaderno que tenían?

En este libro está la fecha de la caída de mi hijo. Por lo tanto yo quise curiosearlo; es de febrero a mayo del 77. Hay 2 certificados del día 5 de mayo, la dirección (del fallecimiento) es en la esquina de La Cacha. Yo siempre pensé que podía ser Carlos. Sin embargo el juez Blanco no incorpora el tema del Cementerio ni de los médicos; nos matamos hablando de los civiles colaboradores y chau, nada. En la causa abierta que propone el Juicio de la Verdad en el juzgado N1 de La Plata, yo soy querellante hace 12 años…nunca me llamaron ni para preguntarme si era yo. No avanzó ni lo incorporaron a la Cacha. Y lo de los médicos, bien gracias: no llamaron ni a uno.

El año pasado sí llamaron a los expertos en identificación y a los fotógrafos. Así empezamos a rebuscar, cotejamos y ahora sabemos quiénes pueden haber sido esos dos del 5 de mayo… ninguno es mi hijo. Ya está declarado en este juicio, en el que se incorporaron muchas cosas.

Albizu (Enrique José Pérez, ex vicedecano de Medicina – UNLP) por ejemplo fue muy repudiado. Es cierto lo que él dice, que no firmó certificados de NN. Él firmó otra cosa más grave, y en ese libro tiene 9 firmas…en los 23 más, no se sabe. En una sola, de su puño y letra está aclarado, nosotros la cotejamos con el Colegio de Médicos oficialmente. Abajo a la derecha es la firma principal, porque es el que recibe el cuerpo y decide si hay que hacer autopsia. Siempre ponía ‘disparo de arma de fuego, pérdida de masa encefálica’. Eso lleva directamente al NN, incluso cuando algunos nombres de esas personas habían salido en todos los diarios.

Yo digo siempre ‘no hicieron nada, nada que no estuviera programado’. Ellos llevaban 5 cuerpos para enterrar, uno piensa, ‘habrá un sector de NN’. Cuando iban Chicha Mariani y Licha de la Cuadra, con unas florcitas y una libreta escondida…veían que estaban todos desparramados. Ellos buscan una legalidad para la vista de la totalidad. No había un lugar común para los NN, y nuestras compañeras a veces oían por los altoparlantes que iban a cerrar, que se retiraran. Había un camión de la policía esperando y entraban con los cuerpos. Todo eso se vio, se analizó y está en el libro.

“Los médicos fueron el eslabón imprescindible para la impunidad de los genocidas”, denuncia Adelina. En su libro también aparece la declaración de Quincoces, el funerario encargado de proveer los ataúdes a la Municipalidad. A partir de su testimonio, las organizaciones de DDHH pudieron fortalecer una investigación todavía inacabada.

Te animaste a documentar casi todo lo que viviste en esa época. ¿No te daba miedo?

A mí me fueron a buscar a mi lugar de trabajo. Estuve clandestina en Buenos Aires como 3 meses… El 20 de abril del 77, poco antes de la desaparición de Carlos, la vienen a buscar a mi hija: el 15 de abril habían caído sus compañeras de la UES. ¿A dónde ir? Yo me acosté, ella se sentó al lado de mi cama y pasamos la noche así. A la mañana busco pensiones y encuentro una para estudiantes. Le digo al hombre que llevaba a mi sobrina para que estudiara en La Plata.

Pocos meses después, Adelina se reencuentra con su nuera en Capital, exiliada desde la desaparición de Carlos. De casualidad, mientras ella viajaba en colectivo hacia una Asamblea, sintió un abrazo desde el asiento de atrás: “¡Adelina!” la reconoció su nuera. “Hay dos manos iguales: las de Carlos y las de Adelina”, había pensado antes de reconocerla.

Mientras estuvo exiliada en Capital, Adelina sólo comía tostadas y café con leche. Y únicamente salía los jueves a marchar a la Plaza de Mayo. “Una vez me quedé llorando en la calle y me llevó un patrullero. Yo creo que me quedaba ahí para dejarme morir, qué se yo. Tuve la serenidad de decir que estaba en otro hotel, pero estaba el encargado. Cuando la policía le pregunta, él me reconoce y afirma que yo me alojaba ahí. Yo creo que el tipo se dio cuenta de que era algo más que estar descompuesta…esas ayudas surgían, no estábamos tan solas”, piensa.

A 37 años de la desaparición de su hijo, Adelina Dematti de Alaye continúa luchando por la Verdad y la Justicia de todos los casos como el suyo. En su pequeño departamento (donde ya no caben todos esos documentos que solía guardar en el garaje de su casa) continúa recibiendo visitas y leyendo todos los días el diario. “La marca de la infamia” está lejos de cerrar esa lucha, por el contrario, abre las puertas para escaparle al olvido.

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