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Información General | 7 oct 2013

Experiencia de caminantes

Un cronista de Infoblancosobrenegro en la Peregrinación a Luján

Un recorrido de 60 kilómetros. Dos millones de fieles que tienen un solo objetivo: llegar a los pies de María en la Basílica. Una experiencia de caminantes


La Peregrinación a Luján no se inicia desde el momento en que los peregrinos comienzan la misma en la plaza de Haedo, sobre la calle Maipú.

La procesión y la fe, definida por el Papa Francisco como el encuentro con Jesús, se respira desde el mismo momento en que los caminantes se reúnen en la Plaza Moreno para viajar hasta Morón, desde donde comenzarán a caminar.

Dos combis con las balizas puestas, aguardan frente a la Catedral. Tres mujeres, dedicadas al servicio de apoyo a los peregrinos acomodan la decena de termos donde horas más tarde prepararan té y café. También corroboran que los pack de botellas de agua y los cajones con frutas y sándwich, queden ordenados cuidadosamente.

El grupo con quien un cronista de Infoblancosobrenegro realizará la procesión no pertenece a ninguna iglesia en particular. Son amigos que antes coordinaban la multitudinaria peregrinación desde la parroquia San Pablo; ahora lo hacen por su cuenta.

A las 11 y 20 de la noche del viernes, desde la plaza de Haedo los 40 peregrinos platenses con pecheras verde flúor y un número indicativo, luego de rezar juntos inician la marcha sin más esperanza que ofrecerle un sacrificio a la Virgen Patrona de los argentinos.

“Nuestra Madre María no quiere sacrificios extremos. Ella conoce nuestros corazones. Por ello, cuando sientan que no pueden continuar, lo más conveniente es que suban a la combi de apoyo”, aclara Darío, uno de los organizadores que camina a Luján desde hace casi 2 décadas.

La Peregrinación a la Virgen Patrona de los argentinos comenzó a mediados de 1970 y este año se cumplió la edición N° 39 bajo la consigna: “Madre cuida la fe de tu pueblo que camina”.

A poco de iniciada la marcha sobre la Avenida Rivadavia, el cuerpo comienza a calentarse. Las mujeres de apoyo empiezan a recibir el ropaje que está de más en cada peregrino: “Somos como la cebolla, nos vamos despojando de a poco”, comenta un joven que hace varios años que realiza la experiencia.

El trayecto de la combi de servicio, cargada de los insumos que se le irán dando a los caminantes, va y viene entre los primeros y últimos platenses. Los rezagados van atentos. No pueden dejar atrás a ningún otro caminante, dado que si ello ocurriría los mismos quedan sin asistencia: “El vehículo de apoyo recorre entre los primeros y los últimos peregrinos asignados. Si alguien quedara atrás mío es mi culpa”, confiesa Lito, un hombre de unos 70 años que camina a la Basílica desde hace 18.

Desde antes de arrancar, los caminantes saben bien que el servicio de apoyo tiene planificadas 4 paradas: Morón, La Reja, General Rodríguez y en el primer puente, antes de Luján. Poseen en una bolsa con caramelos un rosario y los números de teléfono de algunos a quienes deben llamar ante cualquier inconveniente. Como sugerencia de los organizadores, no deben ni comer ni beber nada de lo que se vende durante la peregrinación: “La mayoría de los alimentos que se comercializan no conservan la cadena frío y al ingerirlos te podes descompensar”, aclaro uno de los responsables.

Durante el trayecto, los peregrinos se van sumando en varias esquinas de la Avenida Rivadavia. Los caminantes constituyen multitudes: “Es por la renovación de la fe que ha producido el Papa Francisco”, comenta un joven católico de Berisso.

Con el paso de las horas, el cuerpo presenta sus quejas. Primero la espalda y luego los gemelos. Alguna ampolla incipiente en el talón empieza a quemar. “No hay que pensar; si lo haces, el dolor se convierte en omnipresente”, aconseja uno de los fieles.

Mientras los peregrinos avanzan hacia Luján, los boliches del conurbano ubicados sobre Rivadavia abren sus puertas a los clientes. Durante varios tramos, los caminantes se confunden con los que están aguardando para ingresar a los locales nocturnos. Las veredas están congestionadas. En otros tramos, cuando la arteria vehicular no es tan peligrosa, los caminantes peregrinan por la ruta.

Por advertencia, los platenses saben que hasta llegar al centro de Merlo deben pasar por el frente de varios locales bailables; Por eso, tratan de ir juntos. Es el momento que aprovechan para rezar el rosario y pedir en voz alta por las intenciones que motivan el camino de cada uno.

“La peregrinación oficial con la imagen de la Virgen arranca el sábado al mediodía desde Liniers y culmina con la misa del domingo. Nosotros salimos unas horas antes y desde Haedo para evitar la multitudinaria congregación de los peregrinos”, confiesa Darío. También aclara que el camino es un poco más riesgoso dado que no están cortadas las rutas y muchos de los puestos sanitarios aún no están habilitados.

A las 3 de la mañana, los peregrinos desayunan té, mate cocido o café con leche, acompañado con sándwichs de membrillo: “La parada no puede durar más de 15 minutos. Levanten los pies y no dejen de elongar”, replica Daniel Botero a los principiantes.

El botiquín hace su primera aparición. Unas ampollas molestan los pies de una adolescente que ha cometido “un grave error”, en palabras de Néstor Sánchez: “El calzado utilizado para caminar debe ser el que uno está acostumbrado. Sino no hay pies que aguanten 60 kilómetros con zapatillas nuevas”.

Móviles de la Gendarmería y de la Policía Aeroportuaria vigilan a la multitud. A esas horas de la madrugada, el conurbano comienza a mostrar escenas de violencia. Una pelea entre mujeres, tal vez por un hombre, llama la atención de los que pasan por un bar.

Familias enteras aprovechan los dos días de peregrinación para poder obtener algún dinero extra. Solo hace falta un poco de creatividad y colocar algún servicio al caminante. Tortillas, choripanes, gaseosas, licuados, ensalada de frutas y jugos naturales son vendidos sin control bromatológico alguno.

Otros, en cambio, improvisan con palos y bolsas negras algún baño o prestan el de su casa. Pagar tres pesos es ínfimo comparado con lo que cobran los baños químicos ubicados cerca de Luján, donde luego de horas de caminata y mucha agua consumida es un bien muy preciado.

“Si querés llegar a ver la Virgen compra los bastones a 15 pesos”, grita un hombre apoyado en un auto viejo. Otro, a su lado ofrece crema para dolores musculares. Algunos sumaron a sus ofertas talco, medias, apósitos y ojotas. Además, todo lo que puede llevar una imagen del Papa Francisco es comercializado.

Los grupos se juntan momentáneamente para rezar un rosario. Otros, en cambio, optan escuchar música fuerte cargando algún reproductor de música o utilizando el celular.

Con el paso de las horas, la combi de apoyo comienza a recoger algunos cansados que prefieren dormir un rato y luego volver a la ruta. La cara de algunos indica que la caminata ha terminado para ellos.

El uso del botiquín se convierte en cotidiano. Las ampollas, los calambres y la baja de la presión se vuelven una constante. Mientras algunos deciden quitarse el calzado y sacarse el agua de las ampollas que quema, otros eligen no mirarse los pies hasta que no lleguen a destino.

De pronto, la tragedia y el mal momento se apersonan en el vehículo de apoyo. Uno de los peregrinos comunica una mala noticia: su padre ha muerto en un accidente de tránsito en Ensenada y su madre y dos sobrinas permanecen internadas.

Los coordinadores deben resolver sin prisa una situación no planificada. Se ubican por el GPS y deciden llevar al hombre hasta el Acceso Oeste de la manera más rápida posible. Al cabo de una hora, un familiar retira al peregrino. Los encargados del apoyo, conmovidos por la tragedia, vuelven a la ruta para acompañar al resto que camina.

Si bien los 40 platenses salieron juntos desde Haedo, con el correr de las horas la diferencia entre los primeros y los últimos se acrecienta.

Luego de comer un sándwich de pan y queso acompañado de una banana, los caminantes arrancan. El cansancio es importante al igual que los dolores. Están en General Rodríguez y aún quedan 15 kilómetros por delante.

La combi de ayuda debe cambiar de ruta ya que no está permitido el tránsito vehicular. Es el momento donde la angustia y el mal humor pueden ganar terreno. El acompañamiento de los hombres de servicio se hace indispensable.

Un hombre joven que apenas mueve los pies y ha comprado unas ojotas en el camino conmueve a los que han abondonado la caminata y se han subido a la combi: “Quienes alguna vez hemos hecho la peregrinación sentimos en nuestro cuerpo los dolores y los calambres que exhiben los caminantes que vemos”, aclara una de las mujeres de servicio.

El agua y el baño son bienes de primera necesidad a esa altura de la procesión.

Antes de ingresar a Luján, bajo el puente que conduce a la ruta Nacional N° 5, los bomberos, grupos scouts, voluntarios de la Cruz Roja y de la Organización Peregrinos a Lujan ofrecen agua, masajes y cuidados médicos.

Luego de aproximadamente 13 horas de caminata, el cuerpo está exigido y la baja de presión por falta de hidratación es lo más común: “El corazón comienza a bombear más fuerte por la falta de agua”, explica un peregrino que estudia medicina.

A los costados de la ruta, muchos deciden dormir un rato mientras que otros, para no entumecer sus músculos, prefieren avanzar como pueden.

Es común ver a jóvenes en ojotas; hombres consumiendo cerveza y fumando; gente llevando en andas a alguno que no puede continuar; y algunas parejas llevando algún carrito de bebé. Todo está permitido y ofrecido a María.

Kilómetros antes de llegar a Luján aparecen otro tipo de peregrinos, y no lo hacen caminando sino a caballo. Algunos comienzan a trotar para aflojar el cuerpo, mientras el sol y el viento juegan en contra del cansancio.

El ingreso a la ciudad es un momento tan complejo como maravilloso. Los hombres y mujeres saben que están en la última etapa de la procesión. Es un recorrido largo realizado en una calle angosta, dada la ocupación de los stands de los vendedores, sumado a los habitantes que salen a alentar a los caminantes.

El tránsito comienza a congestionarse y muchos automovilistas no respetan demasiado a los peatones, quienes deben frenar unos segundos y luego arrancar. Es un proceso que desgasta. Luego de 13 horas de caminata, los fieles caminan casi por inercia.

Después de unir los 4 kilómetros que separan el ingreso de la ciudad con la Basílica, los platenses llegan a los pies de la Virgen de Luján. Ingresar al templo luego de tantas horas y sacrificio es para la mayoría un premio que no tiene precio.

La imagen de la Virgen en el centro de la magnífica construcción parece contemplar en vivo y en directo todo el dolor ofrecido. El llanto inunda las mejillas y nutre la piel reseca. La Basílica refresca el cuerpo y el alma de los caminantes. En el interior algunos duermen mientras que afuera muchos se curan las ampollas y dormitan. María ha visto los corazones y las intenciones.

“El esfuerzo valió la pena”, declara Darío, para quien la peregrinación habrá culminado cuando las combis hayan vuelto a La Plata y cada uno haya retirado sus pertenencias. A partir de ese momento, él y el resto de los caminantes estarán pensando en la edición N °40, que se realizará en octubre del 2014.

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