viernes 29 de marzo de 2024 - Edición Nº -1941

Información General | 15 ago 2015

Antagonismos y "agonismos"

Chantal Mouffe y la fuerza de "las pasiones para generar política contrahegemónica"

La politóloga nacida en Béligica, que con Ernesto Laclau es una referente ineludible del posmarxismo, hace una defensa férrea de una democracia radical. Al igual que Karl Marx, y junto a Laclau, considera la historia del hombre como historia del conflicto: sin ese antagonismo, afirma, "la sociedad no podría existir".


La filósofa y politóloga belga destacó en una disertación en Bogotá que “resulta imposible comprender la política democrática sin reconocer las pasiones como la fuerza motriz en el ámbito político”.

En ese sentido, señaló, “la dimensión afectiva cobra un papel fundamental, porque los afectos constituyen las pasiones colectivas y pueden ser movilizados dentro de un esquema democrático”.

“Política y pasiones: cómo movilizar afectos en una dirección democrática” fue el título de la conferencia que dictó Chantal Mouffe en la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República de Bogotá, por del programa académico Ciclo Entrecruzamientos-Ciudadanías en el Posconflicto, organizado por esta entidad conjuntamente con la Universidad Javeriana y la Alianza Francesa.

La destacada catedrática universitaria y autora de numerosos libros y ensayos habló en esa oportunidad de las pasiones y de cómo esta dimensión subjetiva influye en la construcción de identidades colectivas y por ende en la articulación real de la democracia.

Mouffe (Charleroi, Bélgica, 1943) es filósofa y politóloga, actualmente profesora de teoría política de la Universidad Westminster de Londres. Entre los numerosos textos que ha publicado se destacan: Hegemonía y estrategia socialista; El retorno de lo político. Comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical; La paradoja democrática;En torno a lo político; y Agonística. Pensar el mundo políticamente.Son obras cuyo hilo conductor pone en tela de juicio la aplastante hegemonía neoliberal y plantea otros caminos para construir democracia desde la actividad de actores políticos renovados en sus formas y planteamientos.

En 1985 ganó reconocimiento cuando publicó “Hegemonía y estrategia socialista” junto al filósofo y politólogo argentino Ernesto Laclau (fallecido en 2014 y que además fue su esposo), un libro que generó amplio debate y controversia por haber marcado las líneas del denominado “posmarxismo”, al tiempo que le planteó a la izquierda la necesidad de pensar distintas alternativas. Para muchos analistas esta es una obra anticipatoria de los fenómenos políticos que han irrumpido en estos tiempos como “Podemos” en España y “Syriza” en Grecia.

ARTICULACIÓN DE AFECTOS PARA GENERAR UNA POLÍTICA CONTRAHEGEMÓNICA

Al ampliar el alcance de su tesis, esta científica social explica que “no basta con crear afectos, sino que también hay que ver cómo articularlos” para lograr una transformación política. En ese sentido, agregó, es necesario traspasar la mera idea de movimiento, como representan los casos de los indignados en España u Occupy en Estados Unidos.

Mouffe ha aportado a la Ciencia Política el término de “agonismo” para significar que una tarea clave de la democracia es proporcionar las instituciones que permitan que los conflictos adopten una forma en la que los oponentes no sean enemigos sino adversarios entre quienes exista un consenso conflictual.

Lo que se requiere en el continuo debate político de las sociedades es que las contrapartes, o los “otros” no sean percibidos “como enemigos a ser destruidos, sino como adversarios cuyas ideas pueden ser combatidas, incluso encarnizadamente, pero cuyo derecho a defender esas ideas no sea cuestionado. En otras palabras, lo importante es que el conflicto no adopte la forma de un ‘antagonismo’ (una lucha entre enemigos) sino la forma de un ‘agonismo’ (una lucha entre adversarios)”.

En su conferencia en Bogotá, la filósofa belga explicó que la teoría agonística contempla que “los desacuerdos respecto de cómo interpretar los principios ético-políticos compartidos no son solo legítimos, sino también necesarios. Permiten que existan diferentes formas de identificación ciudadana y constituyen la esencia de la política democrática”.

Además, en la lucha agonística lo que está en juego es el tipo de hegemonía que se construye y las relaciones de poder.

Dentro de ese marco teórico, Mouffe propone un modelo de democracia radical pluralista que permita crear un espacio político en el que se comparta una identidad común, que defienda los principios democráticos y la garantía de los derechos individuales, y en el cual puedan construirse identidades políticas en el marco de una confrontación “agonista”. Ello, afirma, exige no sólo redefinir las nociones de ciudadanía e identidad, sino también modificar la concepción misma de la política.

“Para mí los conflictos realmente importantes son los que llamo antagónicos, es decir, cuando realmente no hay posibilidad de una reconciliación racional. Para la visión pluralista liberal no hay conflictos antagónicos, porque todos pueden encontrar una solución, mientras que en la visión weberiana que yo sigo hay conflictos por fuerza antagónicos. Entonces, ¿qué hacer con ellos? Mi propuesta es ver cómo se puede transformar el antagonismo en agonismo. El objetivo fundamental de la democracia es crear las instituciones que permitan que, cuando el conflicto emerja, adopte una forma agonística y no antagónica”, enfatiza la politóloga., con el fin de generar una voluntad colectiva capaz de desafiar el orden existente. Eso es la movilización de las pasiones", enfatizó la filósofa.

“Sería trágico para la izquierda y para el futuro de la democracia abandonar ese terreno (de las pasiones) sólo a los movimientos populistas de derecha. Hoy en día una política de izquierda tiene que pensarse como populismo de izquierda. Una articulación de demandas colectivas que constituyan un ‘nosotros’”,precisó Mouffe.

“Las pasiones – continuó – permiten destacar la dimensión del conflicto político y sugerir una confrontación entre ideas polémicas colectivas, dos aspectos constitutivos de la política”.

Criticó a algunos sectores de izquierda, sobre todo de Europa, porque “no entienden nada sobre el papel de los afectos y le tienen miedo a la dimensión afectiva, a las pasiones”. Dijo que esa visión está oscurecida por el tema del nazismo, por el ejemplo de Hitler, que logró suscitar las pasiones de todo un pueblo.

Con esa visión, insistió, se le deja todo el campo libre a la derecha y la izquierda debe actuar logrando movilizar la dimensión afectiva y las pasiones en una dirección democrática. “Esta es para mí una de las características del populismo: reconocer la importancia de crear una dimensión popular a través de la movilización de las emociones afectivas”, explicó.

Mouffe hace énfasis en que en estos tiempos de lucha contrahegemónica por parte de sectores progresistas y partidos de izquierda, "dejar el terreno de las pasiones abierto solo a la derecha populista o a la extrema derecha es terriblemente peligroso. Estoy convencida – afirma – de que hay una relación muy clara entre ese modelo racionalista aceptado por los partidos democráticos tradicionales – que no deja lugar para una movilización de las pasiones hacia objetivos democráticos -, y el éxito del populismo de derecha. Las pasiones no son eliminables de la política, están ahí. Forman parte del maquillaje de los individuos. EliasCanetti lo subraya de manera muy interesante en su libro Masa y poder, donde muestra que los seres humanos estamos atraídos por dos fuerzas opuestas: por un lado la afirmación de la individualidad, y por otro una pulsión a formar parte de una masa. Lo que quiero denotar con el término “pasiones” son todas las fuerzas afectivas que están en juego en la creación de identidades colectivas. No estoy de acuerdo en llamar a eso afectos o sentimientos. No se trata de una pasión individual, son pasiones colectivas. Hoy en día está creciendo mucho la investigación sobre el papel de las emociones".

Las emociones están en general vinculadas a lo individual, por esta razón prefiere el término “pasiones” porque permite destacar la dimensión de conflicto y sugerir una confrontación entre ideas políticas colectivas, dos aspectos constitutivos de la política.

EL “AGONISMOCOMO MANERA DE TRAMITAR LOS CONFLICTOS POLÍTICOS

Dentro de su ya dilatado trabajo investigativo Mouffe ha aportado a la Ciencia Política el término de “agonismo” para significar que una tarea clave de la democracia es proporcionar las instituciones que permitan que los conflictos adopten una forma en la que los oponentes no sean enemigos sino adversarios entre quienes exista un consenso conflictual.

Lo que se requiere en el continuo debate político de las sociedades es que las contrapartes, o los “otros” no sean percibidos “como enemigos a ser destruidos, sino como adversarios cuyas ideas pueden ser combatidas, incluso encarnizadamente, pero cuyo derecho a defender esas ideas no sea cuestionado. En otras palabras, lo importante es que el conflicto no adopte la forma de un ‘antagonismo’ (una lucha entre enemigos) sino la forma de un ‘agonismo’ (una lucha entre adversarios)”.

En su conferencia en Bogotá, la filósofa belga explicó que la teoría agonística contempla que “los desacuerdos respecto de cómo interpretar los principios ético-políticos compartidos no son solo legítimos, sino también necesarios. Permiten que existan diferentes formas de identificación ciudadana y constituyen la esencia de la política democrática”.

Además, en la lucha agonística lo que está en juego es el tipo de hegemonía que se construye y las relaciones de poder.

Dentro de ese marco teórico, Mouffe propone un modelo de democracia radical pluralista que permita crear un espacio político en el que se comparta una identidad común, que defienda los principios democráticos y la garantía de los derechos individuales, y en el cual puedan construirse identidades políticas en el marco de una confrontación “agonista”. Ello, afirma, exige no sólo redefinir las nociones de ciudadanía e identidad, sino también modificar la concepción misma de la política.

“Para mí los conflictos realmente importantes son los que llamo antagónicos, es decir, cuando realmente no hay posibilidad de una reconciliación racional. Para la visión pluralista liberal no hay conflictos antagónicos, porque todos pueden encontrar una solución, mientras que en la visión weberiana que yo sigo hay conflictos por fuerza antagónicos. Entonces, ¿qué hacer con ellos? Mi propuesta es ver cómo se puede transformar el antagonismo en agonismo. El objetivo fundamental de la democracia es crear las instituciones que permitan que, cuando el conflicto emerja, adopte una forma agonística y no antagónica”, enfatiza la politóloga.

(Fuente: cronicon.net, entrevista de Fernando Arellano Ortiz)

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