“Joaquín apareció en San Nicolás, fue identificado deambulando por las calles; la familia viajó a encontrarlo inmediatamente después de la denuncia. Tras estudios médicos y psicológicos, se verán los detalles de cómo y cuándo Joaco vuelve a su ciudad”, escribió uno de sus amigos en el evento de Facebook que el grupo de amigos de Silva usaba para postear información.

“Las personas que de verdad lo buscamos estamos muy contentos con su aparición y no juzgamos su ausencia. No esperamos respuestas inmediatas, aunque sabemos que las vamos a tener a su tiempo. Esperamos poder estar con él, con Pantera, abrazarlo y amarlo", continuó el relato.

Luego el post prosigue con una alusión bíblica que deja puntos suspensivos, un mensaje entre líneas: “La parábola del hijo extraviado tiene como fin ilustrar la alegría de un padre que habiendo perdido a un hijo (por sus malas decisiones) lo vuelve a encontrar; a las personas que sean coherentes con el amor que debe tal situación les damos la gracias por tanta colaboración, por el afecto y el apoyo en todos estos días".

Luego siguieron los agradecimientos: “Gracias a la gente de San Nicolás que no le importó nada y tan pronto como se enteraron allá lo comunicaron, lo difundieron, pidieron a Dios por su aparición y hallazgo, y así fue. Todo con un interés sincero e incondicional”.

“El que estaba perdido fue encontrado. Eso nos produce una alegría muy grande, porque amamos a Joaquín de tal forma que no nos importa tanto lo que haya pasado como que podamos demostrarle todo este amor que probablemente él no sintió de esta forma antes de su ausencia. No debemos críticas ni opiniones, debemos amor”, finalizó el texto (muy elocuente por cierto) que unos de sus amigos, frecuente contacto con la prensa, escribió para, de paso, ponerle un punto final al caso y a la búsqueda de un relato que explique qué pasó realmente, por qué despareció Joaquín.

La frase “No esperamos respuestas inmediatas” se percibe como una invitación al resto de la comunidad a no pedirlas tampoco.

La carta compara también a Joaquín con el “hijo pródigo” de la Biblia, que, recordemos, abandonó concientemente su hogar, no sufrió una pérdida circunstancial de la razón ni nada que se le parezca.

Además en ese párrafo se habla de “malas decisiones”, una directa alusión a que el profesor de plástica podría haber iniciado su viaje por voluntad propia. Si lo que hubiera ocurrido fuera un trastorno mental transitorio o permanente que lo hubiera hecho perder la conciencia, no se habría hecho alusión a ello.

Vale aclarar que al principio, cuando todavía no se sabía nada del contenido de la PC de Joaquín, la hipótesis más firme era que podía haber sufrido algún tipo de conmoción emocional que lo hubiera hecho perder el dominio racional de sus actos.

En un línea en sentido contrario parece ir la misiva cuando dice: “No esperamos respuestas inmediatas, aunque sabemos que las vamos a tener a su tiempo”.

Los mismos teléfonos que se difundían para que la gente aportara datos están, ahora, cerrados. Es comprensible la cerrazón, tanto como imposible es sentir la angustia de sus familiares y amigos durante la dolorosa búsqueda que tuvieron que emprender y sostener durante tantos días.

Nadie, como quiere su amigo Juan, lo juzgará. Pero muchos hombres y mujeres, recursos económicos, funcionarios policiales, políticos y judiciales, medios de comunicación, en fin: todo lo que se tenía a disposición, se puso (con el empuje persistente, claro está, de su grupo de amigos) para que Joaquín apareciera.

En el portal 221 Radio, que dialogó con el padre de Silva, se consigna un momento de la charla donde se le pregunta al entrevistado sobre las razones que motivaron a su hijo para emprender viaje hacia el norte.

La respuesta dejó más dudas aún que las que se tenían, y la presunción de que Joaquín estaba en pleno uso de sus facultades mentales cuando se fue. “En el mundo de hoy, lamentablemente se necesita gente exitosa. Si no lo sos, se te complica”, dijo, por toda respuesta, el padre.

Es lógico, entonces, hacerse muchas preguntas. Tanto como no responderlas para que la historia de una búsqueda masiva cierre sin ventilar públicamente una trama que quizá no sea tan conmovedora.

Una historia cuyo desenlace se guarda herméticamente, que finalmente arroja sobre el principal actor un manto de amor y comprensión de sus seres queridos, pero que deja muchas preguntas sin responder entre los vecinos de la región, que se movilizaron desinteresadamente, con empeño, y hoy se alegran de que todo haya terminado bien.