En ese escenario el kirchnersmo puro corre el riesgo de no lograr que sus referentes obtengan bancas legislativas y se aceleraría un nuevo ciclo hacia el interior del oficialismo.

Es que Scioli hace una cuenta muy sencilla: si en las PASO se impone pero divide votos con otros candidatos, podría entrar al balotaje con un porcentaje de votos muy por debajo que Sergio Massa o Mauricio Macri.

El impacto simbólico que tendría ese escenario, teme Scioli, lo dejaría sin piernas para correr en la recta final luego de las PASO: arrancaría con menos puntos porcentuales que su rival, y con la sensación instalada de que sus esfuerzos deberían dirigirse tanto hacia oficialistas como opositores. Si no lo hiciera, obviamente, es imposible perforar el 50 por ciento necesario para cualquier segunda vuelta.

Anoche el viceministro de Justicia de la Nación Julián Álvarez (más cercano a Wado de Pedro que a otros camporistas), lanzó su candidatura a intendente de Lanús y blanqueó su apoyo al gobernador bonaerense.

Lo mismo viene ocurriendo con otros “elegidos” de Máximo Kirchner que ocupan cargos públicos. El pragmático José Ottavis fue el primero de la lista de militantes de esta suerte de “sciolismo avergonzado”. Desde hace tiempo se encuadró tras las órdenes del gobernador, y con un armado muy vinculado a los recursos del Estado bonaerense apunta a “salvar la ropa” alineándose con el jefe real del peronismo provincial.

“Scioli quiere que el kirchnerismo se ponga los pantalones largos y asuma que el candidato va a ser él, y que no hay razones para dilatar su nominación por mucho tiempo más”, explican en Casa de Gobierno.

Como telón de fondo de esta línea de negociación, es muy notoria la ausencia de una campaña (organizada formalmente) de Florencio Randazzo y los otros candidatos. No existe ni siquiera en La Plata, la ciudad donde vive el ministro, una mesa que coordine actividades para promover su candidatura.

Son señales, indicios y gestos. Aunque sea tabú entre los cristinistas refinados y superalineados, a medida que pasan los días el único que garantiza cierta “continuidad sin debacle” es el surfista de la ola naranja. Y volver a empezar no está en los planes de nadie en el peronismo.

Por eso el Gobernador pone plazos y exigió una pronta definición en Casa Rosada. Lo contrario (o sea, la dilación, las PASO, el cruce de otros candidatos), pone en riesgo al cristinismo fino, sin base electoral. “Si nos hacen perder más tiempo vamos a empezar a delinear las nóminas que llevarán a Daniel, pero con candidatos propios para todos los cargos”, confirmó a INFOBLANCOSOBRENEGRO un conocido operador naranja de la legislatura bonaerense.

“Y que los cristinistas vayan colgados de los candidatos que la Rosada le ponga a Daniel enfrente, que es como despedirse por un par de años de la política”, agregó el dirigente. Suena lógico. Y las señales que desde hace rato viene marcando el escenario de primarias con listas unificadas se multiplican a diario.

¿Alguien escuchó o leyó críticas al Gobernador de boca de algún allegado a la Presidencia en las últimas semanas? Imposible, no las hubo.

No se trata de fraternidad peronista. Es que ya nadie avisora un escenario en el que Scioli no encabece formalmente al FPV. Y, se sabe, los peronistas son solidarios como nadie (en general) para acudir en ayuda de quien tiene todo para ser el jefe. Siempre fue así.