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Información General | 1 mar 2020

Maxi Curcio

Desde La Plata a España: el cine como difusor de valores morales y el futuro de la industria

El crítico de cine y vecino de La Plata Maximiliano Curcio, presentó la antología de libros de cine “The End” en el programa radial de España “Letras encadenadas". Durante la emisión de una entrevista, el reconocido especialista platense opinó que el cine produce "un encantamiento singular", y lo calificó como "una fábrica de sueños".


En la conferencia pautada para el programa radial semanal “Letras Encadenadas” participaron María José García Molina en la lectura de algunos extractos de “El Cine Fragmentado”, tomo II de la antología cinematográfica "The End”, de Maximiliano Curcio y una colaboradora, desde Buenos Aires Norma Domancich, con sus hábiles y certeras preguntas al propio autor, periodista y ensayista cinematográfico platense, protagonista exclusivo de un nuevo capítulo radial que busca rendir un homenaje al cine. Coordinó la disertación Miguel Ángel Cáceres García, en el encuentro celebrado el pasado lunes 24/2. El programa se emitirá en su totalidad en el podcast radial de la plataforma IVoox, disponible en el siguiente link: https://www.ivoox.com/podcast-letras-encadenadas_sq_f1275131_1.html

“Este libro que hoy nos reúne contiene una serie de ensayos y perspectivas a través de las cuales se intenta reflexionar acerca de las transformaciones que ha sufrido el cine como arte a lo largo de su primer siglo de vida, intentando arrojar luz sobre ciertos aspectos fundamentales de la técnica el arte y la industria cinematográfica”, señaló Crucio al inicio de la entrevista. Y agregó: “Se propone a continuación pensar el cine como un contundente instrumento cultural que impacta nuestro intelecto y emoción”. Un resumen de la charla.

Históricamente el poder político ha utilizado al cine con fines propagandísticos (Hitler, Stalin, Heissenhower, entre otros) ¿Hasta qué punto el cine impone modelos y valores sociales?

Esta pregunta me lleva a pensar al cine como un poderoso instrumento concientizador de masas si nos remontamos a los tiempos del cine mudo, vamos a encontrar una vanguardia fundamental cómo fue la escuela soviética. Me refiero a la escuela histórico materialista, el cine marxista propulsado por Sergei Einstein qué posicionó al séptimo arte por primera vez en su historia como un arte concebido como aleccionador del pueblo en donde la gramática del lenguaje cinematográfico -específicamente el montaje – funcionaba como un instrumento cuyo uso simbólico era capaz de moldear un mensaje y una idea a imagen y semejanza del interés político para posicionar a un sector importante del pueblo. Era pertinente llegar -por cuestiones de puro interés político – a los interesados desde una vereda ideológica irrenunciable. Y si pensamos en regímenes extremistas o totalitarios más aún gráfico resulta el cine propagandista con Leni Riefenstahl, quien realizó un documental llamado “Olimpia” con motivo de los Juegos Olímpicos de Berlín en 1934.

Para concebir el extremo al que el cine puede utilizar el factor propagandístico en pos de filtrar valores morales en mensajes de tono social basta ver lo que ocurrió en los años ‘50 en el cine de Hollywood con la caza de brujas anticomunista y la cantidad de directores que tuvieron que exiliarse o que convertirse cómplices de la censura. Por otra parte, que podríamos decir acerca del deleznable mensaje racista y xenófobo que propele una obra fundamental para el séptimo arte como “El nacimiento de una Nación”, de D.W. Griffith, para muchos considerada una pieza maestra y bautismo de fuego para el cine como arte con mayúsculas.

¿El western es la mejor definición de la industria cinematográfica?

Es el paradigma de la industria cinematográfica americana; podríamos decir también que es el género americano por antonomasia porque desde las estructuras que patentaron su estilo se traslucen las bases de la ideología y de la sociedad americana. Los westerns clásicos son un mosaico sobre el América fundacional, sus creencias y sus convicciones ideológicas y también es el paradigma del séptimo arte, porque es lo suficientemente hábil para conjugar entretenimiento e ideología, un desafío qué pone a prueba el equilibrio del artificio cinematográfico para entregar un producto que nos mantenga al borde de nuestros asientos durante un par de horas y que también nos haga pensar acerca de los valores que refleja nuestra sociedad

En la dictadura militar argentina resultaban frecuentes las películas pasatistas que aludían al “orden” garantizado por las fuerzas armadas, un cine aparentemente desideologizado. ¿Hay un cine “inocente”?

Más que un cine inocente diría que hay un cine que hace, como comúnmente se llama ‘oídos sordos’. En realidad, no se trata de un cine sin ideología, sino que en aquel caso puntual se trataba de un cine ideológicamente cómplice con las fuerzas de turno, con el poder de turno, brindando un mensaje subliminal absolutamente condenable y triste. Por otra parte, avalaba las aberraciones de un gobierno militar limitando absolutamente las cualidades del arte. cinematográfico para convertirse en un instrumento a través del cual poder realizar una autocrítica profunda y pensar en nuestras fallas como sociedad. España también lo vivió durante las cuatro décadas de franquismo, también lo vivieron países como Italia y otros que sufrieron regímenes totalitaristas en donde la evasión servía como dispositivo para no cuestionar ciertas normas de base que avalaban actos profundamente injustos criminales. Me refiero al cine de la época fascista, denominado “de teléfonos blancos”, que vio la luz a finales de la década del 30 y comienzos de la del 40. Una época de gran incertidumbre política donde los italianos se recreaban con estas historias banales para no darle la cara a los aires de guerra que comenzaban a llegar desde el resto de Europa.

¿El terror y la comedia se han llevado en el cine siempre bien?

Se trata de dos cines absolutamente rendidores en términos comerciales y que han proporcionado una cantidad inagotable de títulos a lo largo de la historia. Quizá hablemos de los géneros más antiguos y más prolíficos de la historia del cine. El terror y la comedia han brindado cuantiosos ejemplares que dan prueba de dos vertientes temáticas que siempre consiguen las formas y los modelos apropiados para reinventarse, aunque también es claro mencionar que la saturación al que el modelo genérico los ha llevado, producto de apresurar un cine de rápida consumición e inmediato efecto de taquilla. Este enfoque propició ciertos modelos de género en Estados Unidos muy superfluos, anclados en el rápido impacto y la anodina repetición ante lo cual se visibiliza cierto agotamiento que pone en perspectiva el presente de los mismos, en comparativa, por ejemplo, con la screwball comedy de la época dorada de Hollywood o el cine de terror religioso que se propagara durante los años 70. Una época gloriosa en las antípodas de la mediocre actualidad.

¿La tecnología ha desplazado y arrinconado al cine puro, genuino, hasta hacerlo desaparecer?

El problema de los efectos especiales ha sido y continúa siendo el hecho de que en lugar de convertirse en un anexo que acompañe a la trama y posibilite nuevas posibilidades visuales, se convierte en el epicentro y motor del relato. Esto sucede porque abunda la espectacularidad del efecto visual por sobre el tratamiento del guión. Pobres narrativas llevan a utilizar el recurso tecnológico (como el 3D, por ejemplo), en detrimento de historias con profundidad. Tergiversan la esencia del arte cinematográfico en un mero producto de inmersión y vértigo.

¿Los espectadores que asisten hoy por hoy a una sala cinematográfica están adormecidos?

No precisamente. Si bien cierto sector de la industria persigue un esquema reiterado durante las últimas décadas mediante una fórmula sumamente exitosa: poco riesgo artístico y grandes efectos especiales que solamente buscan el rédito económico. Como parte del aparato publicitario que el sistema de estudios avala, se vincula el gusto del espectador contemporáneo con una extensa estrategia publicitaria, un fenómeno característico del citado relato posmoderno, evidenciado en la anodina repetición en la que se ha visto sumida Hollywood. Prefiero pensar que siempre existe un refugio para el cine pensante y para el espectador inquieto se atreva a enfrentar a un film para cuestionar sus propias convicciones.

¿La eterna princesa del cine fue Audrey Hepburn? ¿El heredero de Marlon Brando es Robert de Niro?

Audrey Hepburn fue una intérprete sin igual, una princesa eterna y todos quisimos ser su príncipe. Una diva del celuloide sin comparación. Su estrella brilló por décadas y fascinó a generaciones enteras. Fue un fenómeno de modas, cuya imagen trascendió la gran pantalla para convertirse en un modelo a seguir por las jóvenes que querían lucir igual que ella. Fue una actriz sensible, elegante, conmovedora. También un corazón humanitario bondadoso que cumplió un rol fundamental recorriendo el mundo junto a UNICEF para ayudar a los pueblos más necesitados.

Existen varios paralelos en las trayectorias de estos dos gigantes de la gran pantalla. Podemos mencionar a De Niro como heredero en tanto y en cuanto ambos poseen la formación actoral del método Stanislavski del famoso ‘Actors Studio’, y sendos intérpretes han brindado actuaciones poderosas, camaleónicas, convirtiéndose en un símbolo de su respectiva generación. Que ambos hayan interpretado, en diferentes momentos de su vida, al personaje de Vito Corleone tampoco es casualidad. Mucho menos que un crepuscular Brando apareciera por última vez en la gran pantalla junto a un maduro De Niro en “La Cuenta Final”. Podríamos sumar otro eslabón a este análisis si consideramos a Leo Di Caprio como un heredero natural de De Niro.

¿Qué es el “biopic”? ¿Cuándo surge?

El término biopic surge de la abreviación de las palabras biographical picture (película biográfica) y su uso es más bien reciente, si ponemos en perspectiva la historia centenaria del cine. Este tipo de films testimoniales no se encasillan en un género en sí, sino que encuentran lugar en variaciones como el drama, la comedia o el musical. El subgénero conocido como biopic se encarga de llevar
a la pantalla la vida y la época de grandes figuras de la humanidad que por algún u otro motivo consiguieron fama y popularidad. Los ámbitos que se encargaron de retratar este tipo de películas son amplios en su temática y variados en sus puntos de vista. Su origen se remonta a los años ’50 y su desembarco en Hollywood se puede ver en películas de la época como “Viva Zapata” con Marlon Brando. Sin embargo, la moda fue haciéndose fuerte a principios de los años ’80, principalmente gracias al mundo de la música.

El ritual de ir al cine, con la magia de la sala a oscuras, ¿podrá sobrevivir ante la posibilidad de acceder a miles de películas en forma casi simultánea al estreno y desde cualquier dispositivo?

La magia de la sala a oscuras es un ritual que nos fascinará por siempre. No concibo mi amor por el cine sin ese maravilloso momento. Pero no debemos ignorar que las tendencias han cambiado. La proliferación del streaming, la propagación de la piratería, las modas de apreciar una película desde dispositivos móviles han atentado contra la esencia primordial del cine, aspecto que se visibiliza en la merma de audiencia y en el cierre de los cines llamados ‘de barrio’ o ‘de arte’, en pos de las mega-cadenas comerciales que persiguen un consumo más superfluo y taquillero. Vivimos en tiempos de instantaneidad, saturación de estímulos visuales y nos conectamos a través de redes sociales, más virtual que físicamente. No es un fenómeno exclusivo de la industria del cine, el disco de música en formato físico ha sufrido enormemente. También la moda del libro en formato digital. Hacia allí nos dirigimos, mal que nos pese. El espectador ha cambiado, a veces prefiere la comodidad de tener todo servido desde su computadora.

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